Otro pa¨ªs, otra izquierda: Italia
La crisis italiana, que se ha resuelto con la vuelta de Prodi a la jefatura del Gobierno, podr¨ªa parecernos un sainete. Primer acto: se constituye una alianza de centro -izquierda, el Olivo, que desplaza a la derecha y gana las elecciones. Segundo acto: cuando se trata de aprobar el presupuesto que har¨¢ -imposible la incorporaci¨®n monetaria al euro, los neocomunistas de Fausto Bertinotti (Refundaci¨®n Comunista), que hab¨ªan apoyado y hecho posible el ascenso del centro -izquierda, lo vetan, forzando as¨ª la dimisi¨®n de Romano Prodi y la crisis del Olivo. La defensa de las pensiones y el mantenimiento del oneroso sistema de empresas p¨²blicas fundado por Mussolini, el IRI, son los dos motivos alegados por Bertinotti. La frustraci¨®n que este veto produce en la izquierda italiana es indescriptible. La reacci¨®n proviene en buena medida de los propios sindicatos, que, dando de lado la ideolog¨ªa anticapitalista de Refundaci¨®n y gui¨¢ndose por el pragmatismo, ven en el Gobierno de Prodi una garant¨ªa suficiente para sus pensiones y la posibilidad de incorporarse a Europa sin tener que hacerlo por los medios bastante m¨¢s dolorosos que impondr¨ªa un Gobierno de derechas.Prodi alcanza la m¨¢xima popularidad en los medios obreros precisamente en el momento de su dimisi¨®n. Se suceden las manifestaciones sindicales de apoyo en Tur¨ªn y en el centro mismo del antiguo Partido Comunista Italiano (PCI), en Bolonia. La ideolog¨ªa antisistema de la extrema izquierda parlamentaria choca con la realidad del reformismo sindical; pues en Italia, como en Espa?a, los hay m¨¢s obreristas que los obreros. El mundo art¨ªstico tambi¨¦n reacciona. Dario Fo acusa a Bertinotti de "excesivo". Catherine Spaak implora a Bertinotti: "Fausto, pi¨¦nsalo, no me rompas el coraz¨®n". La met¨¢fora de Vittorio Gasman es m¨¢s abrupta: "La crisis es un buen modo de cortarse las pelotas".
Algunos comentaristas pol¨ªticos comienzan a hablar del "subcomandante Bertinotti", del "complejo de Peter Pan", de la necesidad de "mancharse las manos" en las tareas de gobierno y de asumir una "¨¦tica de la responsabilidad". Preguntado por las razones de la ruptura, Armando Cossutta responde que Refundaci¨®n Comunista no se resignar¨¢ nunca a ocupar un lugar subalterno, que no sacrificar¨¢ su identidad ideol¨®gica y que no desde?a una alianza con el centro cat¨®lico (Corriere, 11 de octubre de 1997). La reconciliaci¨®n no parece posible.
Tercer acto: el Olivo se recompone, Bertinotti y Prodi se abrazan y, despu¨¦s de mutuas concesiones, se establece la tregua del a?o.
Si s¨®lo miramos la superficie, toda esta dramatizaci¨®n gesticulante parece sonar a la vieja commedia dell' arte, a los gui?os esc¨¦nicos de Pantaleone y Colombina. Sin embargo, esta consideraci¨®n desde?osa de la pol¨ªtica italiana est¨¢ muy lejos de la realidad. Y, si desde un punto de vista progresista comparamos la escena italiana con la nuestra, somos nosotros los que salimos mal parados.
Tras la escena italiana hay varios hechos mucho m¨¢s s¨®lidos y duraderos que los cartones del decorado. El primero de ellos es que el viejo PCI ha conseguido adaptarse y transformarse tras la ca¨ªda del socialismo real. Mientras una minor¨ªa del antiguo partido (Refundaci¨®n Comunista) se aferraba a los principios puros del anticapitalismo, la mayor¨ªa se transformaba en un partido socialdem¨®crata (Partido Democr¨¢tico de la Izquierda, PDS), capaz de desplazar al corrompido Partido Socialista de Craxi y de impulsar la consolidaci¨®n de una coalici¨®n de fuerzas de centro -izquierda. Ha sido el poder estabilizador del Partido Democr¨¢tico de la Izquierda y su amenaza de nuevas elecciones lo que ha forzado a Refundaci¨®n Comunista a volver al redil del Olivo. Si el Partido Democr¨¢tico de la Izquierda, dirigido por Massimo d'Alema, no hubiera sido el m¨¢s votado en las elecciones que dieron el poder al Olivo, la amenaza desestabilizadora de los neocomunistas habr¨ªa tenido ¨¦xito, porque sus exigencias desde la izquierda hubieran provocado el abandono de los elementos centristas de la coalici¨®n (Lamberto Dini). Y entonces se hubiera destruido la ¨²nica f¨®rmula que permite a la izquierda gobernar, que es moderar su programa para mantener su alianza con el centroizquierda. Lo que hubiera supuesto, en el mejor de los casos, la incorporaci¨®n al euro de la mano de la derecha, con una pol¨ªtica fiscal y presupuestaria mucho m¨¢s dura. Y en el peor, es decir, en el caso de quedarse a las puertas del euro, un fracaso econ¨®mico que agravar¨ªa, sin duda, las tensiones, ya graves, entre los italianos del norte y los del sur (supondr¨ªa un inestimable refuerzo de las tesis de la Liga Norte).
Lo que la reacci¨®n italiana de los d¨ªas pasados ha puesto de manifiesto no es s¨®lo el poder estabilizador del PDS en la coalici¨®n del Olivo, sino algo de mayor alcance. A saber: que se va extendiendo en la opini¨®n p¨²blica e incluso entre la militancia de Refundaci¨®n, donde han corrido aires de fronda contra los l¨ªderes, una mentalidad pragm¨¢tica, una mentalidad que apuesta por las reformas posibles. S¨®lo si esta mentalidad se impone puede consolidarse a largo plazo un bloque de izquierdas con posibilidades de Gobierno. Esta es la apuesta italiana.
En Espa?a, mientras algunos observan con desd¨¦n la pol¨ªtica italiana, vamos a entrar en la unidad monetaria de la mano de la derecha y con unos costes sociales presumiblemente mayores. Mientras los socialistas aparecen debilitados por la corrupci¨®n, nuestros comunistas, que de los italianos s¨®lo han aprendido la palabra sorpasso, son incapaces de sustituirlos ni siquiera parcialmente, porque, dominados psicol¨®gicamente por la pasi¨®n de "tener raz¨®n", consideran la renovaci¨®n ideol¨®gica como una humillaci¨®n personal o como una ofensa a su pasado. Mientras que en Italia la escisi¨®n comunista produjo una mayor¨ªa socialdem¨®crata capaz de impulsar una coalici¨®n de gobierno y una minor¨ªa neocomunista que a la larga tiene que plegarse, aqu¨ª ocurre lo contrario. La mayor¨ªa del PC sigue anclada en el ayer, y los renovadores son tan pocos que su consagraci¨®n parlamentaria en las pr¨®ximas elecciones resulta problem¨¢tica. Si la Nueva Izquierda no hace un milagro -y su car¨¢cter minoritario no autoriza a pensarlo-, la "cultura de la coalici¨®n" no fraguar¨¢ en la izquierda espa?ola.
Quiz¨¢ algunos de nuestros pol¨ªticos deber¨ªan ser advertidos como lo ha sido Bertinotti por las voces de los sindicalistas: "Fausto, invece che al Chiapas, pensa all'Europa". Si siguieran este consejo, nuestras izquierdas tendr¨ªan un m¨ªnimo com¨²n que les permitir¨ªa coligarse: competir¨ªan por separado, pero gobernar¨ªan juntas. Si siguieran este consejo, los electores podr¨ªamos penalizar a un partido transfiriendo nuestro voto a otro miembro de la coalici¨®n sin que la izquierda quedase debilitada en provecho de la derecha. Pero nuestro partido comunista no puede o¨ªr consejos, absorto como est¨¢ en el sombr¨ªo ritual del haraquiri. Entretanto, tenemos derechas para rato. As¨ª pues, la comedia italiana produce resultados tangibles; es nuestra seriedad en los principios dogm¨¢ticos, nuestro pomposo aire de tragedia con su repertorio ¨¦pico de frases lapidarias, el que resulta bufo.
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