El "retorno" de la Iglesia
Ahora se insta a la iglesia para que pida perd¨®n. Se la acusa de su pasividad y silencio ante el fascismo y de colaborar con dictadores como Mussolini, Petain o Franco. Este final de siglo se asocia con una revisi¨®n radical de la cultura occidental. El umbral del tercer milenio podr¨ªa ser el Jord¨¢n de purificaci¨®n de las grandes fuerzas que forjaron la vieja Europa.No es propiamente una cuesti¨®n del pasado, sino de estar presente en el futuro. Para los cristianos, de mantener la coherencia y el aliento del pensamiento cristiano en el nuevo escenario del mundo. Los grandes movimientos del socialismo, del capitalismo y del cristianismo no pueden mostrarse indiferentes a este espectacular proceso al pasado. Juan Pablo II descubre la gravedad del momento en la enc¨ªclica Ante el tercer milenio (1994) y asegura que la Iglesia "no puede atravesar el umbral del tercer milenio sin animar a sus hijos a purificarse, en el arrepentimiento, de errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es Un acto de lealtad y de valent¨ªa que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haci¨¦ndonos capaces y maduros para hacer frente a las tentaciones y las dificultades de ayer (n. 33)".
La tarea colectiva que propone el Papa se dirige por supuesto a la conversi¨®n de las conciencias individuales. Pero habla de la Iglesia como Instituci¨®n y la exhorta a corregir sus errores pasados. No basta que confiese los pecados de sus hijos. Ella misma como tal tiene que arrepentirse y sus instituciones tienen que emprender el camino de retorno. Lejos de resquebrajarse su arquitectura dogm¨¢tica por esta confesi¨®n de sus debilidades se reforzar¨¢ su identidad y se garantizar¨¢ la energ¨ªa de su presencia evang¨¦lica. Se comprende, sin embargo,' que todav¨ªa no pocos creyentes, aun entre los cl¨¦rigos, obispos y cardenales, no comprendan que la Iglesia pueda reconocerse culpable.
Prueba de esto es la recepci¨®n pol¨¦mica de las declaraciones del cardenal Ratzinger en la rueda de prensa celebrada el pasado 25 de septiembre con motivo de su ponencia en el congreso eucar¨ªstico de Bolonia. "Esta culpa -dijo, refiri¨¦ndose al caso de Giordano Bruno- debe hacernos pensar y conducirnos al arrepentimiento. No soy la persona autorizada para pedir perd¨®n, pero estoy convencido que debemos ser conscientes de que la Iglesia como instituci¨®n experimenta la tentaci¨®n de transformarse en un estado que persigue a sus enemigos". La prensa laica subray¨® estas palabras del cardenal Prefecto de la Doctrina de la Fe. Cundi¨® el esc¨¢ndalo entre las filas de cl¨¦rigos y fieles, habituados a pensar que la Iglesia como tal nunca pod¨ªa haberse equivocado. El diario episcopal Avvenire omiti¨® la frase que se refer¨ªa a esta gran tentaci¨®n de poder estatal que el cardenal hab¨ªa atribuido a la Iglesia instituci¨®n y se apresur¨® a aislar a la Iglesia de los errores que comet¨ªan sus hijos y por los que ella ped¨ªa perd¨®n. Pero, ?qu¨¦ es la Iglesia sin la congregaci¨®n de todos sus hijos, ministros y fieles?
Los campos de concentraci¨®n y exterminio se han convertido, tal como lo vio Hannah Arendt, en el rasgo m¨¢s profundo y esencial de nuestro siglo. Auschwitz es el signo de toda una ¨¦poca. Lo que all¨ª ocurri¨® nadie pod¨ªa haberlo imaginado antes. "En Auschwitz qued¨® afectada una profunda capa de solidaridad entre todo aquello que lleva rostro humano" (Habermas). Reci¨¦n elegido para suceder a Pedro, Wojtyla acude a Polonia (1979) y quiere detenerse especialmente en Oswiecim y Brzezinka: "No pod¨ªa menos de venir aqu¨ª como Papa ... Me arrodillo delante de todas las l¨¢pidas interminables en las que se ha grabado el nombre de las v¨ªctimas de Oswiecim... En particular me detengo ante la l¨¢pida con la inscripci¨®n en lengua hebrea... Precisamente este pueblo que ha recibido de Dios el mandamiento de 'no matar' ha probado en s¨ª- mismo, en medida particular, lo que significa matar. A nadie le es l¨ªcito pasar delante de esta l¨¢pida con indiferencia".
Ciertamente, no se puede obligar a nadie a pedir perd¨®n por una culpa que no ha cometido. Ni los hombres de la Iglesia actual tienen derecho a juzgar las conciencias y a las personas de hace m¨¢s de medio siglo. Tampoco son culpables de lo que sucedi¨® entonces. Pero tenemos la obligaci¨®n de valorar aquellos hechos y los comportamientos de la Iglesia en aquel momento. El sentimiento de culpabilidad colectiva carece de base si se mide con criterios de culpa personal. Pero la tradici¨®n cristiana, como la de Israel, cimienta su propia identidad sobre la memoria. "Recordar" (Zakhor) es una expresi¨®n constante en la Biblia. Ante atrocidades como el holocausto no podemos menos de hacernos a nosotros mismos muchas preguntas: ?Qui¨¦n ha hecho esto? ?Por qu¨¦ se llev¨® a cabo tanta barbarie? ?Cu¨¢les fueron las complicidades y silencios en virtud de los cuales fue posible esta monstruosidad?
Tenemos que a?adir, adem¨¢s, esta otra pregunta no menos dura para nuestra memor¨ªa religiosa: ?no tiene nada que ver esta pasividad de las Iglesias de Alemania, de Polonia y de Francia, ante las leyes de exterminio, con las ra¨ªces del antijuda¨ªsmo cristiano? ?No est¨¢ obligada moralmente la Iglesia a purificar su pasado? Desde Juan XXIII, y especialmente en el Vaticano II, toda la Iglesia cat¨®lica se comprometi¨® a revisar sus relaciones con el pueblo jud¨ªo. Es un examen de conclencia profundo que Juan Pablo II no ha cesado de impulsar en multitud de ocasiones, de manera especial en la visita a la sinagoga de Roma en 1986. Estos mismos d¨ªas, 60 te¨®logos cristianos, en su mayor¨ªa cat¨®licos, expertos en hebra¨ªsmo, acaban de celebrar, dentro de los muros del Vaticano, un simposio internacional sobre las ra¨ªces del antijuda¨ªsmo en ambiente cristiano". M¨¢s all¨¢ del silencio de la jerarqu¨ªa cat¨®lica, se pretende ahondar en los motivos que a lo largo de 2.000 a?os de historia han podido justificar si no la persecuci¨®n, al menos la inhibici¨®n de los cristianos. De nosotros depende c¨®mo queremos proseguir las tradiciones en que hemos cre¨ªdo.
Uno de los contenidos esenciales del jubileo del tercer milenio consistir¨¢, escribe el cardenal Martini en la revista Jes¨²s (octubre, 1997), en empe?arse por volver a encontrar la fraternidad de la Iglesia con el hebra¨ªsmo, en una prospectiva que incluye un acto de "teshuv¨¢" , tambi¨¦n por parte de la Iglesia."Theshuv¨¢" significa retomar, volver hacia. atr¨¢s, alejarse del camino recorrido y reconocer la necesidad del perd¨®n de Dios y de los hermanos injustamente perseguidos. El Papa ya ha ritualizado este gesto de perd¨®n reiteradamente. Es ante todo un acto religioso que tiene una dimensi¨®n teologal y otra hist¨®rica de suma trascendencia.
"Esta peregrinaci¨®n jubilar se orienta por su propia naturaleza hacia Jerusal¨¦n y la Tierra Santa en las dos dimensiones terrestre y celeste. Exige, por tanto, un compromiso ¨¦tico para construir caminos de paz, abiertos a los hebreos, a los cristianos, a los musulmanes y a todos los hombres" (cardenal Martini). Por expresarlo de una manera m¨¢s gr¨¢fica, habr¨¢ que retornar de Roma a Jerusal¨¦n. En Roma habr¨¢ que abandonar el imperium constantiniano o la tentaci¨®n perenne de convertir a la Iglesia en un estado que persigue a sus enemigos, por utilizar de nuevo la expresi¨®n de Ratzinger. Descubriendo de verdad la laicidad del Estado democr¨¢tico, la Iglesia se liberar¨ªa de muchas ambig¨¹edades y sutiles ataduras que la obligaron a bendecir injusticias y avalar violencias. Fuera del juego del poder mundano, aparecer¨¢ un campo mucho m¨¢s ancho para la evangelizaci¨®n donde la Iglesia se ver¨¢ libre de las trabas exteriores y experimentar¨¢ la libertad de. su credo. Aqu¨ª reside la prueba de la memoria y la garant¨ªa del arrepentimiento frente a todos los silencios y colaboraciones con los dictadores. Tal ser¨ªa el alcance de este pr¨®ximo jubileo del tercer milenio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.