Una alfombra vana: la nueva superficie de la plaza de Oriente
El autor rechaza que se haya recuperado un espacio urbano frente al palacio Real
Se?ores alcaldes de cualquier lugar, no les quepa ninguna duda: cuando quieran agredir un espacio hist¨®rico eliminando de cuajo sus ra¨ªces tradicionales, socaven su suelo, hagan subterr¨¢neos; es un modo tan eficaz como solapado de herirlos de muerte y quedarse, de propina, con algo de su imagen, forzadamente reducida ¨¦sta a simple escenario.Pero, en lo que hace a la plaza de Oriente, y aunque no sea m¨¢s que por hip¨®tesis, olvidemos ahora el subterr¨¢neo, dejemos al margen el aparatoso dise?o interior del t¨²nel de coches; corramos un velo sobre ¨¦l aparcamiento, sobre las terribles bocas de las rampas y olvidemos incluso las p¨¦rdidas arqueol¨®gicas. Vayamos tan s¨®lo a la coartada municipal: la superficie del suelo, la imagen restante, ¨¦l escenario buscado.
Lo primero que hay que decir de ¨¦l es que, en realidad, se trata del mismo aspecto. No hay rescate alguno: all¨ª est¨¢ el palacio, la amplia plaza y el teatro, ahora como nuevo, que la preside. Nada hab¨ªa por recobrar.
El rescate se refiere, al parecer, al intento desesperado de salvaguardar el lugar, duramente agredido por las obras, en busca de un equilibrio imposible entre una imagen muy poderosa, ya existente, y el intento de compensar la malvada acci¨®n con alguna mejora real.
Se nos ha dicho que es ¨¦sta la desaparici¨®n de la calle de Bail¨¦n con la peatonalizaci¨®n total de la plaza hasta el propio palacio. La gente podr¨¢ dominar ahora toda la plaza, recorrerla a pie a lo largo de su eje y en cualquiera de sus direcciones sin tener que atravesar v¨ªas rodadas.
Coartada
La v¨ªa rodada fue, pues, considerada un mal, aunque fuera solamente, y en realidad, una d¨¦bil coartada para la excavaci¨®n. Quien escribe cree, por el contrario, que era un bien: nadie podr¨¢ ya, siquiera en taxi o en autob¨²s, pasar al costado del palacio; ning¨²n pullman de turistas podr¨¢ tampoco hacerlo, como si Madrid no se tratara de una gran ciudad metropolitana y fuera, en cambio, una antigua capital real, como las peque?as y monumentales ciudades de Italia.Pero olvidemos tambi¨¦n esto: vayamos a examinar la plaza nueva, que, eliminando la calle, ha extendido una alfombra de piedra hasta la base del palacio.
Una alfombra que le llega al palacio por su lateral, no lo olvidemos: la plaza es la de Oriente; esto es, la que por su costado este tiene el palacio, que no la preside, pues no es ¨¦ste su eje principal.
El palacio es un fondo muy cualificado, s¨ª, pero un fondo: la plaza, como ya se ha dicho y f¨¢cilmente se comprueba, esta presidida por el Teatro Real.
Y como tal fondo, el palacio ten¨ªa un basamento visual y una distancia de respeto y buena observaci¨®n. Este basamento no era otro que la calle y la amplia acera del otro lado.
La larga, tajante y oscura banda de la calle situaba al observador en una buena posici¨®n visual frente al palacio, ofreciendo el podio en que ¨¦ste parec¨ªa asentarse como corresponde a su ¨¦nfasis compositivo y a su propio tama?o.
El palacio era visto desde la acera de borde de la antigua plaza con la separaci¨®n y la base que impon¨ªa su jerarqu¨ªa formal y oficial, y, as¨ª, de modo correcto y atractivo.
Pero tales l¨ªneas visuales y funcionales han desaparecido con la calle y, con ellas, sus efectos. La medida distancia con respecto al palacio no existe ya al haberse establecido la nueva continuidad con la plaza, y, al caminar en una distancia ambigua con relaci¨®n a ¨¦l, se produce una sensaci¨®n de empeque?ecimiento, o, incluso, otra contraria de aplastamiento por parte de la gran mole, ahora ambigua, inciertamente pr¨®xima.
La alfombra, pues, no hace otra cosa que dar una mayor superficie de uso libre al peat¨®n precisamente en la plaza de Madrid que ya ten¨ªa menos ¨¢rea rodada frente a su tama?o total, al precio de sacrificar tanto el buen uso de la calle como la correcta presencia del palacio en el entorno.
Sutilezas
S¨¦ dir¨¢ que todo esto son sutilezas. Y lo son, desde luego, pero son tambi¨¦n sutilezas reales: compru¨¦belo por s¨ª mismo el lector acudiendo igualmente a su recuerdo.Pues es misi¨®n del municipio examinar las sutilezas que significan las l¨ªneas que forman las calles y las aceras sobre el suelo, important¨ªsima geometr¨ªa que, no por sutil, deja de configurar la ciudad y deslindar correctamente su visi¨®n y su uso.
Una l¨ªnea de acera, una l¨ªnea en el suelo, es muy importante, como el Ayuntamiento de Madrid deber¨ªa saber por exigencia de su propio oficio.
Y quiz¨¢ no hubiera otras l¨ªneas tan importantes en Madrid como ¨¦stas que se han descrito y que ya no existen. Como ¨¦stas cuya ausencia ha empeorado notablemente la vieja relaci¨®n espacial establecida entre el palacio y la gran plaza creada al Oriente de ¨¦ste, error simb¨®lico de un tratamiento de la ciudad que tantos creemos que ni la sufrida metr¨®poli ni sus habitantes merecen.
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