Tocar la gloria con las manos

"No era alta, pero levantaba los brazos y llegaba al techo", dijo Pablito de C¨¢diz, un viejo bailaor, de La Macarrona. Eva La Yerbabuena tampoco es alta, pero levanta los brazos y toca la gloria. Es una bailaora fuera de serie, que est¨¢ teniendo un reconocimiento espectacular. Y plenamente merecido. Su baile va siempre al hilo de la perfecci¨®n, porque combina con genialidad intuitiva la fuerza del zapateado con los m¨¢s delicados quiebros y escorzos, con la dulzura incluso de unos braceos de ensue?o. Las transiciones de uno a otro momento son mod¨¦licas. Belleza, mucha belleza derram¨® Eva La Yerbabuena en una actuaci¨®n en que todo fueron aciertos, como si esos bailes -buler¨ªas por sole¨¢, tarantos con tangos y alegr¨ªas- hubieran sido creados a su medida. Vino con buen cante y buena m¨²sica acompa?antes. Enrique Soto es un maestro en el cante de atr¨¢s, y lo demuestra en cada actuaci¨®n suya, y un joven Rafael de Utrera le secunda con acierto. Las guitarras de Jarana y Cruz se complementan muy bien y hasta el caj¨®n de Ruiz, sin estruendos innecesarios, se comporta eficazmente.