?Crear¨¢ empleo el euro?
El presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, intent¨® recientemente animar a sus ciudadanos afirmando que el euro "ser¨¢ una moneda s¨®lida, acelerar¨¢ el crecimiento y crear¨¢ empleo". Miguel Boyer, ex ministro de Econom¨ªa durante la primera etapa socialista, recomend¨® la semana pasada a los pol¨ªticos -en una conferencia pronunciada en Pamplona- que huyan de frases parecidas: "Si esto fuera cierto, habr¨ªa que tirar todos los libros de econom¨ªa que hemos estudiado, porque durante los ¨²ltimos 250 a?os habr¨ªamos estado enzarzados torpemente en complejas consideraciones, cuando la piedra filosofal estaba a mano: era la moneda ¨²nica".Desgraciadamente tanta belleza no es cre¨ªble. Para el ex ministro, "los problemas a los que nos enfrentamos son m¨¢s dif¨ªciles que lo que dicen los predicadores milagreros. Para que la Uni¨®n Monetaria sea sostenible y no nociva, hace falta una convergencia real mucho m¨¢s estricta y m¨¢s dif¨ªcil de conseguir de lo que dejan ver los criterios de Maastricht".
Boyer plantea en el caso espa?ol dos condiciones de estricto cumplimiento: hacer coincidir las tasas de crecimiento de los precios y de los costes laborales unitarios (CLU): es decir, cree que el ¨¦xito del euro (y la posibilidad de que contribuya a frenar el desempleo, en lugar de aumentarlo en casos de crisis asim¨¦tricas) va a depender de los trabajadores y de los empresarios. Una idea, la de evitar la subida "incontrolada" de los costes laborales unitarios, que comparte el actual ministro de Econom¨ªa y Hacienda, Rodrigo Rato.
Seg¨²n estos planteamientos, el ¨¦xito de la moneda ¨²nica europea depende -supongo que como siempre- de que los trabajadores asalariados comprendan lo delicado de la situaci¨®n, asuman su hist¨®rica responsabilidad y moderen sus pretensiones. Y entonces, ?porque no se sientan los sindicatos europeos y la patronal en la mesa de las cumbres de la Uni¨®n Europea, junto con los jefes de gobierno y de Estado?
La moneda ¨²nica va a arrancar en una Uni¨®n Europea cuya tasa de paro es del 11% y en un pa¨ªs, Espa?a, que llega al 21%, y son los trabajadores asalariados los que sufren ese paro en sus casas. Si no es posible que el euro tenga porvenir sin el control de los costes laborales, parecer¨ªa razonable negociar con sus protagonistas contrapartidas que permitan reducir, radicalmente, esas tasas de desempleo y hacerlo a nivel tambi¨¦n europeo.
Por el momento, parece que las cosas no van por ah¨ª. El primer intento de discutir las formas de combatir el paro tendr¨¢ lugar el jueves y viernes pr¨®ximos en la cumbre de Luxemburgo, pero las negociaciones previas entre los gobiernos de los Quince no han llegado a resultados concretos. La misma Uni¨®n que ha sido capaz de poner en marcha un proceso tan sofisticado y complejo como una moneda ¨²nica para 11 pa¨ªses distintos y 300 millones de ciudadanos diferentes, es incapaz de fijar siquiera unos "objetivos cuantificados" a la hora de hablar del mercado laboral.
Pretender que el trabajador asalariado, del que, dicen, depender¨¢ el ¨¦xito de la gran operaci¨®n monetaria, comprenda que el dinero es cosa de todos, pero que el empleo es tema de cada cual, puede resultar tarea dif¨ªcil. Si la cumbre de Luxemburgo termina sin acuerdos tangibles, se habr¨¢ perdido otra ocasi¨®n de hacer creer a los ciudadanos europeos que el proceso de unidad emprendido en Maastricht ten¨ªa, y tiene, que ver con algo m¨¢s que con el mundo de las finanzas. Incluso que tiene que ver con el pre¨¢mbulo del antiguo Tratado de Roma, que fijaba como fin esencial "la constante mejora de las condiciones de vida y de trabajo de sus pueblos".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.