Matanza en Luxor
EL ATAQUE lanzado ayer contra un autocar de turistas en las cercan¨ªas de un templo de Luxor es, con el terrible resultado de m¨¢s de sesenta muertos (entre ellos, tres polic¨ªas y seis terroristas), la mayor matanza cometida en Egipto desde que en 1092 los fundamentalistas isl¨¢micos iniciaron su campana armada contra el turismo. Este crimen se inscribe en una cadena que tuvo su escal¨®n anterior en el asesinato de ocho turistas y el conductor de un autob¨²s en pleno centro de El Cairo el pasado 18 de septiembre. Esta escalada sin precedentes pone fin a un periodo de relativa tranquilidad que logr¨® el r¨¦gimen de El Cairo por medio de una dura represi¨®n de los grupos islamistas.Autores e instigadores de estos actos no ocultan que su objetivo es acabar con la fuente de ingresos que para Egipto representa el turismo y debilitar as¨ª al Estado presidido por Hosni Mubarak, en su lucha por una rep¨²blica isl¨¢mica. Los da?os que producen estos actos terroristas a la econom¨ªa nacional egipcia son cuantiosos. Las estrictas medidas de seguridad aplicadas por el Gobierno egipcio para la protecci¨®n de los turistas no pueden ser totalmente eficaces ante un terrorismo que no repara en sufrir bajas propias en los atentados.
Los terroristas quieren obligar al Gobierno de Mubarak a forzar la espiral de la represi¨®n y la violencia para hacer de Egipto una nueva versi¨®n del drama argelino. S¨®lo cabe decir que la direcci¨®n debe ser posiblemente la contraria. Es decir, combinar actos conciliadores con los sectores moderados del islamismo, muchas veces tambi¨¦n perseguidos por las autoridades. Y reforzar la seguridad de los visitantes, a sabiendas de que nunca podr¨¢ ser plenamente garantizada.
El dilema es muy duro. Pero una represi¨®n indiscriminada contra los medios islamistas de Egipto presenta probablemente mayores riesgos para la estabilidad del r¨¦gimen, para una hipot¨¦tica democratizaci¨®n y para el turismo, que supone una de las pocas esperanzas de mejorar el nivel de vida de los egipcios y hacerlos as¨ª menos accesibles a los argumentos de la intolerancia religiosa.
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