"La divulgaci¨®n sigue siendo la asignatura pendiente de la ciencia espa?ola"
En el Museo Domus de A Coru?a hay un gran contador electr¨®nico que se?alaba ayer a las 17.00, 5.922.874.516. El contador indica la poblaci¨®n mundial en cada instante, y la cifra de la derecha salta a un ritmo agobiante: 2,7 personas m¨¢s por segundo. Cuando un ni?o de nueve a?os, tras visitar el museo, te plantea que cu¨¢ntos segundos tiene un d¨ªa y recuerda que cada d¨ªa hay en la Tierra tantas personas m¨¢s como habitantes tiene A Coru?a, ese ciudadano de nueve a?os ha incorporado a su conocimiento la base para entender el problema de la superpoblaci¨®n.El padre de ese museo y de la Casa de las Ciencias, de la que depende, es Ram¨®n N¨²?ez, un qu¨ªmico coru?¨¦s de 51 anos que, tras 15 de experiencia docente, so?¨® con un centro de divulgaci¨®n cient¨ªfica en su ciudad. "En la Universidad de Nueva York particip¨¦, en 1976, en un proyecto sobre la utilizaci¨®n de recursos ciudadanos para la ense?anza de las ciencias. All¨ª naci¨® la idea", recuerda N¨²?ez. Desde que abri¨® sus puertas, en 1985, la Casa de las Ciencias ha recibido casi dos millones de visitantes, y la Domus -la Casa del Hombre- se acerca a los 700.000 en dos a?os y medio. Estos dos centros y la actividad divulgativa que irradian se han convertido en una se?al de identidad local e internacional de A Coru?a. Pero el ¨¦xito no detiene el impulso, y ahora se prepara la Casa de los Peces, con acuarios y exposiciones, que abrir¨¢ sus puertas en 1999. El pasado s¨¢bado se entregaron en el Ayuntamiento de la ciudad los premios de divulgaci¨®n cient¨ªfica Casa de las Ciencias, que han cumplido su d¨¦cima edici¨®n.
Pregunta. ?Para qu¨¦ ha servido la Casa de las Ciencias.
Respuesta. Para cambiar la imagen de la ciencia ante los ciudadanos.
P. ?En qu¨¦ sentido?
R. La gente tiene una imagen de la ciencia vinculada, por un lado, a sus experiencias escolares, y en la mayor¨ªa de los casos no son agradables. Es el recuerdo de las asignaturas suspendidas (matem¨¢ticas, f¨ªsica y qu¨ªmica), de temas incomprensibles. Por ejemplo, ?qu¨¦ cosa m¨¢s absurda que tu primer encuentro, y a veces ¨²nico, con la qu¨ªmica fuera aprenderte de memoria las valencias de los elementos y aprender a formular compuestos como el hipofosfito c¨¢lcico... sin ligaz¨®n a nada concreto.
P. ?Y la curiosidad?
R. La curiosidad surge de la persona y entonces dice: "Quiero saber esta cosa, ens¨¦?eme".
P. ?La divulgaci¨®n cambia esa asociaci¨®n negativa con la ciencia?
R. M¨¢s de una persona me ha comentado: "Si este museo hubiera existido cuando yo era ni?o, no habr¨ªa ido por letras". Adem¨¢s, la ciencia se vincula a la sociedad a menudo en un entorno negativo: aparece al hablar de efecto invernadero, de agujero de ozono o de bombas. En la Casa de las Ciencias y la Domus la idea de ciencia se une a un rato de diversi¨®n, de ocio y de ambiente alegre. Para los chavales de los colegios es un d¨ªa de excursi¨®n.
As¨ª la ciencia se incorpora a la vida de la ciudad, y, lo mismo que se charla de f¨²tbol o de pintura, se charla de dinosaurios -porque hay una exposici¨®n- o de exploraciones submarinas, o de Marte. Y no son s¨®lo los museos. Estrenamos pel¨ªculas y programas. en el planetario, y organizamos continuamente conferencias, a menudo al filo de la actualidad. Pero la divulgaci¨®n sigue siendo la asignatura pendiente de la ciencia espa?ola; es necesario dise?ar cauces para que los investigadores expliquen al gran p¨²blico lo que hacen.
P. ?Estaba cojo el panorama de la oferta cultural sin la Casa de las Ciencias?
R. Exactamente. Y la oferta sigue estando coja en la mayor¨ªa de las ciudades espa?olas.
P. ?Contaba con este ¨¦xito cuando empez¨® a so?ar con la Casa de las Ciencias?
R. Creo que hay una demanda social, aunque est¨¦ oculta, hacia este tipo de oferta cultural. Pero en 1983, cuando pensamos en esto, ning¨²n Ayuntamiento de Espa?a se planteaba que una de las formas de invertir el dinero de los impuestos fuera crear centros de divulgaci¨®n cient¨ªfica. El alcalde de A Coru?a crey¨® en esta idea y el Ayuntamiento ha sido el ¨²nico padre que ha dado de comer a la criatura.
P. Pero el truco no puede residir s¨®lo en la demanda, porque si la oferta no es satisfactoria... ?C¨²ales son las claves que usted ha puesto en juego?
R. Personalmente, creo que me ha ayudado mucho la experiencia docente durante 15 a?os, en universidad y en colegios, e incluso el contacto con el nivel de preescolar. Uno de los recuerdos m¨¢s bonitos que tengo es haber hablado con ni?os de cuatro a?os sobre ciencia, escucharles y tratar de entender c¨®mo se explican el mundo. Me parece importante el ser capaz de meterte en la cabeza de alguien que no sabe nada pero que honestamente quiere aprender.
P. ?Cu¨¢l es el objetivo de la divulgaci¨®n, que la gente se divierta, que aprenda...?
R. Que aprenda descubriendo. La clave est¨¢ en la provocaci¨®n intelectual. Un m¨®dulo de una exposici¨®n consigue su objetivo cuando logra descolocarte, cuando consigue hacerte pensar que aquel patr¨®n de conocimiento que te resultaba c¨®modo para comprender algo no te vale ya. Cada recolocaci¨®n que haces de tu esquema mental para adaptarlo a una nueva experiencia es aprendizaje.
P. ?Por qu¨¦ necesitan los ciudadanos conocer la ciencia?
R. Porque conocer m¨¢s ciencia es tener m¨¢s poder, siguiendo la vieja idea de Francis Bacon. Y porque el saber m¨¢s te hace m¨¢s culto, en el sentido de persona en mejor equilibrio con su entorno, que en el caso del equilibrio tecnol¨®gico significa no sentirse dominado por las cosas que te rodean, como un fax, un ordenador o la misma electricidad. El conocimiento cient¨ªfico, adem¨¢s, es imprescindible para una aut¨¦ntica democratizaci¨®n de la sociedad. Las personas participan en elecciones de programas pol¨ªticos que tienen que pronunciarse sobre medio ambiente y tecnolog¨ªa, fertilizaci¨®n in vitro o ingenier¨ªa gen¨¦tica, moratorias nucleares o vertidos, y tiene que mejorar la cultura cient¨ªfica de la sociedad para que no sea tan f¨¢cil de manipular.
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