Desacato
Existe en alguna parte un cuarto de control, probablemente un s¨®tano insonorizado, repleto de aparatos detectores y con puerta de acero, cuya misi¨®n principal consiste en hacerle la autopsia a los art¨ªculos que aparecen en este peri¨®dico. El Taller, lo llamo yo, y si alguien pudiera ver c¨®mo me casta?etean los dientes al escribir su nombre comprender¨ªa que mi terror no es de este mundo.Se ignora cu¨¢ntas personas trabajan all¨ª, o el puesto que ocupan en el escalaf¨®n, pero algo deben contar en el negocio, porque no hay guapo en todo Miguel Yuste que se atreva a rechistarles. Entre otras cosas, esta gente se dedica a picar textos, y eso significa que los limpian de hierbajos, que pulen deslices, que enderezan t¨¦rminos ilegales y que, finalmente, en una ¨²ltima barrida, con un microscopio bestial que ellos tienen, repasan el material de arriba abajo antes de facturarlo hacia las rotativas. Y, como es natural, con semejantes recursos represivos, casi nunca se van de vac¨ªo.
Se entender¨¢, pues, la angustia que le embarga a uno cada vez que les manda un escrito. Es como dejar al ni?o por la ma?ana en la guarder¨ªa, con su ch¨¢ndal, su chubasquero y sus zapatillas, y por la tarde encontr¨¢rtelo vestido de etiqueta, hablando alem¨¢n y con el t¨ªtulo de ingeniero en la mochila. Personalmente, yo empiezo a sentirme intranquilo desde el mismo momento en que concluyo el trabajo, por si hubiera metido el remo, y durante los d¨ªas siguientes no levanto cabeza: sufro temblores, respiro con dificultad y veo esc¨¢neres por todas partes.
Sin embargo, he olvidado mencionar un punto importante: en el caso de El Pa¨ªs Madrid, y antes de que el Taller entre en escena, es preciso haber superado un requisito previo: el texto en cuesti¨®n debe tratar sobre Madrid, o sobre algo que suceda en Madrid, y en esto son insobornables. Y no quiero que se me entienda mal: Madrid da juego, porque es enorme y pasan muchas cosas, pero no lo ocupa todo, y de ah¨ª que no siempre sea posible lograr la conexi¨®n. En lo que a m¨ª respecta, este detalle arruina aproximadamente el 50% de mis proyectos, y con el tiempo he aprendido a trag¨¢rmelos, ya que detesto los desplantes.
No es que los cirujanos del Taller se diviertan pegando sopapos a sus colaboradores, no, pero est¨¢n maniatados por un libro de cabecera al que deben obediencia ciega, llamado "de estilo", y que me recuerda much¨ªsimo a la se?orita Rottenmeyer. Yo disimulo y hago como que dicho libro no existe, pero esta indiferencia no es real, sino un mecanismo de autodefensa que aplico seg¨²n me acerco al teclado. Como muestra de este dolor, baste el ejemplo de la palabra "Naturaleza", que yo, por cuestiones ideol¨®gicas, escribo con may¨²scula, pero que en el cuarto oscuro siempre acaban por "minusculizar". Y sin pedirme permiso.
Y m¨¢s perversiones: seg¨²n el librito ¨¦ste -ah¨ª le d¨¦ un calambre-, no existen las razas, sino las etnias, y as¨ª me lo hicieron saber una ma?ana de octubre, aprovechando un art¨ªculo muy majo sobre ciertas croquetas de queso a las finas hierbas que yo hab¨ªa escrito con grande ilusi¨®n. Sin embargo, sucede que yo no creo en la palabra etnia (tambi¨¦n por razones ideol¨®gicas), e imag¨ªnese mi estupor cuando me la encontr¨¦ impresa y coleando entre las l¨ªneas del texto (conf¨ªo en que el lector silencioso asimile el alcance de mi tortura, y no como otros, que se dicen amigos m¨ªos y que, no obstante, cuando les cuento esto, se encogen de hombros con una desidia escalofriante: "Pues escribe etnia", me dicen, como insinuando que soy una especie de paranoico. Y uno, entonces, c¨®smicamente solo, se derrumba y mira al cielo, porque sabe de buena tinta que etnia no es raza, ni Naturaleza, naturaleza; y a ver c¨®mo solucionan ahora el asunto en la sala de operaciones.
?Y qu¨¦ decir de una nueva ciudad costera a la que llaman A Coru?a? Yo no la conozco, desde luego. ?Y de un tal Miau-Ze-Don, o Mua-Che-Tong, o comoquiera que le hayan puesto, que antes se llamaba Mao-Tse-Tung y que no puede defenderse porque ya est¨¢ muerto? Yo no le nombro nunca, claro, por no cometer desacato, pero, si alg¨²n d¨ªa tuviera que hacerlo, me referir¨ªa a ¨¦l como el "Viejo-Dirigente-Comunista-Chino-Que-Jugaba-Al-Ping-Pong". ?O se dice tenis de mesa?
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