Cine generoso, vivo, libre
Mart¨ªnez-L¨¢zaro, sin abandonar las alquimias que convirtieron a Amo tu cama rica en una comedia fundacional, de cuyo hilo han tirado muchas pel¨ªculas espa?olas posteriores, nos embarca ahora en un itinerario argumental m¨¢s abrupto, que pide registros diferentes y otro tipo de construcci¨®n. Es un director generoso y cede, como all¨ª, la batuta a los int¨¦rpretes para que sean ellos quienes tracen su itinerario y nos abran accesos al conocimiento de los personajes. Y ¨¦stos -desde el d¨²o padre-hijo, que tejen prodigiosamente Antonio Resines y Fernando Ramallo, a algunos viv¨ªsimos tipos epis¨®dicos, sobre todo el que nos regala Maribel Verd¨² con un par de brochazos perfectos- se autoconstruyen ante nuestros ojos, de modo que no se nos dan hechos, sino que, somos nosotros quienes les hacemos, lo que convierte a la contemplaci¨®n del filme en una bocanada de aire libre, en las ant¨ªpodas del cine desp¨®tico en boga, que niega al espectador ser el creador ¨²ltimo de la pel¨ªcula.Lejos de convertir a su butaca en el trono de un acoquinado que ha de tragar todo lo que le echan en la pantalla-pesebre, el espectador de esta hermosa y (es lo mismo) libre pel¨ªcula -gracias a la irradiaci¨®n de esos tres int¨¦rpretes y de quien amarr¨¢ndolos tiene la astucia y la elegancia de dejarles sueltos en busca de su identidad, busca en la que participamos y nos hacemos ellos o ellos se hacen sue?os nuestros- convierte a su asiento en el m¨¢gico rinc¨®n oscuro desde el que ver consiste en inventar lo que se ve.
Carreteras secundarias
Direcci¨®n: Emilio Mart¨ªnez-L¨¢zaro.Gui¨®n: Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n, seg¨²n su novela. Fotografia: J. Salmones. M¨²sica: R. Ba?os.. Montaje: I. Aledo. Vestuario: L. Huete. Espa?a, 1997. Int¨¦rpretes: Antonio Resines, Fernando Ramallo, Maribel Verd¨², Miriam D¨ªaz Aroca. Madrid: Gran V¨ªa, Renoir, Tivol¨ª, Lido, Proyecciones, UGC Cin¨¦ Cit¨¦.
La imagen comienza a moverse algo m¨¢s tarde de lo conveniente y ¨¦sta es la ¨²nica imprecisi¨®n de tan medid¨ªsima obra: pedimos inicialmente de ella m¨¢s brevedad que la que nos da y hemos de aguardar -urgidos por un par de sobresaltos que nos han puesto en vilo: la adopci¨®n por el muchacho adolescente de actitudes de padre de su padre y el instante en que brota de este vividor un inesperado gesto suicida, que Resines transmite con la prontitud de un pu?etazo entre los ojos- a que un tercer personaje, el que borda Maribel Verd¨², nos oriente en la hasta entonces algo confusa encrucijada de itinerarios en que estamos encarrilados.
El doble juego de la muchacha con padre e hijo nos abre las trastiendas de ambos, y es entonces, s¨®lo entonces, cuando comenzamos a acompasar la cadencia de nuestro viaje con la de esos dos espa?oles a la deriva por carreteras secundarias de una Espa?a (finca de un viejo dictador agonizante) tambi¨¦n a la deriva. Y ya no vuelven las tardanzas: la pel¨ªcula no cesa de crecer en busca de desenlace, al que nos hace llegar agradecidos, con la sonrisa y la l¨¢grima mezcladas dentro de la gozosa ambivalencia en que nos envuelve el sentimiento de solidaridad que desprende un filme ideado y hecho con talento y generosidad e interpretado por gente que (como Resines, Ramallo y Verd¨²) son due?os de un infalible instinto para atrapar la emoci¨®n ajena.
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