Batalla de ideas sobre las 35 horas
La presencia en Espa?a de Martine Aubry, ministra de Trabajo y n¨²mero dos del Gobierno franc¨¦s, en los primeros meses del a?o entrante servir¨¢ para actualizar un debate que, hasta ahora, se fragua con toda su intensidad s¨®lo en el pa¨ªs vecino. Tras la cumbre de Luxemburgo, la batalla de las 35 horas resucita con el mismo enconamiento que la ley de extranjer¨ªa: Francia, de nuevo, se convierte en uno de los laboratorios sociales de Europa.Desde el primer anuncio de la implantaci¨®n por ley de una jornada semanal de 35 horas en las empresas francesas, a partir del a?o 2.000, han pasado casi dos meses. Ahora, el texto se encuentra en el Consejo de Estado y ser¨¢ aprobado en el Consejo de Ministros en apenas dos semanas. Ante las cr¨ªticas recibidas de las peque?as y medianas empresas, el primer ministro franc¨¦s, Lionel Jospin, ha hecho una concesi¨®n que no ha gustado a los sindicatos: entre el 1 de enero del a?o 2000 y el 1 de enero del 2002, la norma no se aplicar¨¢ a las empresas de menos de 20 trabajadores. En la exposici¨®n de motivos del anteproyecto de ley se recuerda que su objetivo es "crear cientos de miles de empleos".
La novedad en la pol¨¦mica sobre la reducci¨®n del tiempo de trabajo es que, en la misma, la derecha pol¨ªtica ha sido sustituida por la derecha econ¨®mica, representada por la Confederaci¨®n Nacional del Patronato Franc¨¦s (CNPF). Frente a la inanidad de la oposici¨®n parlamentaria de gaullistas y liberales -barridos por la izquierda plural en las ¨²ltimas elecciones legislativas- la patronal se ha puesto en vanguardia ante lo que considera "una casi nacionalizaci¨®n parcial de las empresas". La primera acci¨®n de la patronal ha sido cambiar a su presidente, Jean Gandois, considerado un blando, por un nuevo patr¨®n de patronos, Ernest-Antoine Seilli¨¨re, que ser¨¢ elegido en los pr¨®ximos d¨ªas.
Las primeras declaraciones de Seilli¨¨re (al semanario Le Point) son representativas de su pensamiento y de la l¨ªnea de acci¨®n respecto a los gobernantes socialistas: "El asunto de las 35 horas debe permitir a los empresarios desestabilizar a Lionel Jospin"; "Tenernos la posibilidad de desestabilizar, como en el judo, a quienes se sienten muy fuertes"; "Hay que acosar, vali¨¦ndose de todos los medios, a los responsables pol¨ªticos y administrativos para que tengan conciencia de lo que significan las 35 horas". Palabras que, si fueran dichas en Espa?a, sonar¨ªan muy fuertes.
La paradoja m¨¢s aparente es que Lionel Jospin y Seilli¨¨re, ahora confrontados dial¨¦cticamente, fueron en el pasado grandes amigos y compa?eros. Compartieron mesa de pupitre en Sciences-Po y en la todopoderosa ENA -de la que sale la mayor parte de la clase dirigente francesa- y trabajaron juntos en el Ministerio de Asuntos Exteriores, en el servicio de Cooperaci¨®n Econ¨®mica; en el sesenta y ocho, cada uno de los amigos escogi¨® caminos ideol¨®gicos distintos: Jospin, hacia el socialismo; el empresario, hacia el gaullismo. Cuando se le ha preguntado ahora sobre sus diferencias, el pr¨®ximo dirigente patronal ha declarado: "Jospin y yo somos como dos hermanos que se encuentran despu¨¦s de veinte a?os separados. Uno se hizo militar; otro se puso los h¨¢bitos de sacerdote".
Al margen de esta an¨¦cdota de relaciones truncadas, lo m¨¢s significativo son las medidas que promueve la CNPF en caso de que, finalmente, la ley de las 35 horas sea aprobada: una pol¨ªtica de silla vac¨ªa en los organismos de gesti¨®n paritaria con los sindicatos; el abandono de cualquier tipo de pacto social; y la iniciaci¨®n de una campa?a ideol¨®gica sobre lo que, a su parecer, supone la reducci¨®n del tiempo de trabajo para la sociedad francesa: p¨¦rdida de competitividad y mayor desempleo. Las espadas est¨¢n en alto.
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