?Qui¨¦n es el pir¨®mano?
LA PRESENCIA de Miguel ?ngel Rodr¨ªguez en La Moncloa empieza a ser un peligro p¨²blico. ?sa es una hip¨®tesis. La otra es que sea un mero repetidor de lo que oye en casa. Lo cual ser¨ªa a¨²n m¨¢s preocupante. No es f¨¢cil entender que el portavoz del Gobierno descalifique, en t¨¦rminos tan sutiles como un ladrillo, al l¨ªder del primer partido de la oposici¨®n momentos antes de que ¨¦ste sea recibido por el presidente del Gobierno. O Rodr¨ªguez actu¨® por su cuenta, en cuyo caso har¨ªa bien Aznar en destituirlo, o fue el presidente quien lanz¨® al ruedo a su portavoz para arruinar un encuentro en el que los acuerdos fueron claramente superiores a los des acuerdos, seg¨²n reconoci¨® Almunia y confirm¨® -ya de madrugada- Rodr¨ªguez.Los dos principales partidos espa?oles tienen una superficie amplia de intereses compartidos: en pol¨ªtica exterior y de defensa, en materia antiterrorista, en pol¨ªtica europea, en el tema auton¨®mico. En este ¨²ltimo campo existen divergencias conocidas, pero no as¨ª en los otros. El orden del d¨ªa de la entrevista Aznar-Almunia se centraba en esos asuntos en los que de entrada se sabe que existe sinton¨ªa, y consta que la entrevista lo confirm¨®. ?A qu¨¦ vienen las descalificaciones previas deslizadas por Rodr¨ªguez? ?O se trata de llevar la estrategia antisocialista hasta las llamadas cuestiones de Estado?
La pol¨ªtica antiterrorista ha sido hasta ahora la zona de mayor consenso entre el PP y el PSOE. El comentario de Almunia sobre los indultos como instrumento de reinserci¨®n se ha desorbitado. Lo que dijo en su comparecencia ante los periodistas fue que hab¨ªa que mantener una pol¨ªtica de reinserci¨®n m¨¢s activa y permanente, que podr¨ªa llegar incluso a la concesi¨®n de indultos. Seguramente fue una imprudencia utilizar ese t¨¦rmino, porque no hay indicios que aconsejen el recurso inmediato a tales medidas, y plantearlo ahora puede inducir a confusi¨®n. Pero magnificar ese error hasta convertirlo en motivo de grave divergencia p¨²blica resulta artificioso.
El argumento del Gobierno para dosificar el acercamiento de presos a Euskadi es que el tratamiento debe ser individualizado y supeditado siempre al principio de favorecer la reinserci¨®n. Pero eso exige que haya una pol¨ªtica de reinserci¨®n. Precisamente porque el contexto general -detenciones en Francia, desconcierto del mundo radical- puede favorecer movimientos de disidencia en las c¨¢rceles, Almunia pidi¨® m¨¢s iniciativa del Gobierno en esa direcci¨®n, a?adiendo innecesariamente una menci¨®n a eventuales indultos. El planteamiento general no parece descabellado. Deducir de sus palabras que Almunia estaba en realidad preparando el camino a un indulto para los responsables de los GAL (como aventur¨® la portavoz de IU, Rosa Aguilar) parece cuando menos abusivo.
La relaci¨®n entre el partido del Gobierno y el PNV fue otro de los temas abordados en la entrevista. En su d¨ªa se entendi¨® que el inter¨¦s fundamental de asociar a la formaci¨®n de Arzalluz al pacto de gobemabilidad derivaba de su presumible influencia en cualquier pol¨ªtica de pacificaci¨®n. Pero luego ha resultado que esa pol¨ªtica era excluida en la pr¨¢ctica del ¨¢rea de acuerdo PP-PNV. Es l¨®gico que el primer partido de la oposici¨®n pida explicaciones al Gobierno, porque la marcha por libre del PNV est¨¢ teniendo efectos bastante desastrosos para la coherencia del frente democr¨¢tico. No hay ning¨²n motivo por el que Aznar no pueda compartir ese diagn¨®stico. Y si de lo que se trata es de un pacto bajo cuerda para que cada uno, PP y PNV, act¨²e en este campo como m¨¢s le convenga -para contentar a su electorado respectivo-, conviene que se sepa.
Es cierto que algo parecido ocurre en el Gobierno tripartito vasco, basado en un acuerdo del que se excluye tambi¨¦n la pol¨ªtica de pacificaci¨®n. Pero cuando los socialistas amagaron con salirse, apareci¨® Iturgaiz ofreciendo los servicios del PP para llenar el hueco. De donde se deduce la necesidad de un acuerdo entre los dos principales partidos, y no su boicoteo por parte del portavoz del Gobierno o, mucho menos, del propio presidente.
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