No existir
Cuando tuve mi primer diccionario, cre¨ª que ser¨ªa capaz de dominar el mundo. Despu¨¦s de todo, me hab¨ªan dicho que en ¨¦l ven¨ªan todas las palabras, incluso las prohibidas: puta, co?o, sexo, culo... Pero yo era un ni?o con intereses culturales, no iba a perder el tiempo en esas cochinadas, as¨ª que busqu¨¦ Madrid para situarme en la realidad, y no la encontr¨¦.Sin embargo, el nombre de mi ciudad estaba compuesto de letras y de s¨ªlabas, quiero decir que reun¨ªa todas las condiciones para ser una palabra. Pues no ven¨ªa, ya digo. El susto fue de espanto: viv¨ªamos en un lugar inexistente y los adultos no se hab¨ªan dado cuenta, ocupados como estaban en ganarse la vida (una vida irreal, desde luego: no hab¨ªa m¨¢s que asomarse a la ventana).
Busqu¨¦, entonces, esperanzado, el nombre de mi barrio, Prosperidad, que s¨ª ven¨ªa, pero dec¨ªa una cosa completamente absurda: "Desarrollo favorable, buena suerte o ¨¦xito". La segunda acepci¨®n era m¨¢s contradictoria, si cabe: "Bienestar o buena situaci¨®n social o econ¨®mica". ?C¨®mo relacionar esos atributos fant¨¢sticos con lo que ve¨ªamos a nuestro alrededor? Estamos hablando de las navidades de 1955, m¨¢s o menos?
Mi calle limitaba al Norte, o lo que fuera aquello se?alado por la aguja magn¨¦tica, con L¨®pez de Hoyos, una arteria maltrecha, por la que agonizaba un tranv¨ªa, el 40, de cuyo trole nos colg¨¢bamos para ver si nos llevaba al m¨¢s all¨¢. Y al Sur, si pod¨ªa ser llamado de ese modo, con unos descampados llenos de ratas y condones sobre los que luego edificaron Clara del Rey y Coraz¨®n de Mar¨ªa. Tambi¨¦n ten¨ªa otros l¨ªmites: la calle de Cartagena, por ejemplo, o la Ciudad Lineal, pero eran m¨¢s cochambrosos que los ya mencionados. De ning¨²n modo se pod¨ªa predicar lo que dec¨ªa el diccionario de aquel mundo deshecho por el que deambul¨¢bamos en busca de una grieta que nos condujera, si no a la dicha, a la ataraxia.
As¨ª que me acost¨¦ muy inquieto. Fueron las peores navidades de mi vida, porque no ve¨ªa el modo de conciliar la irrealidad de aquel mundo, denunciada por el diccionario, con la certidumbre del fr¨ªo o del deseo sexual insatisfecho. Cuando se acabaron las vacaciones y regresamos al colegio, me arm¨¦ de valor y pregunt¨¦ al profesor de Religi¨®n si hab¨ªa alguna forma de demostrar que exist¨ªamos. Al cura le hizo gracia mi intervenci¨®n porque normalmente la gente le ped¨ªa pruebas de la existencia de Dios o del diablo, en quienes yo ten¨ªa una fe sin l¨ªmites. El problema era admitir la m¨ªa, la de mis compa?eros, mis vecinos o mis padres. Todo, desde la lectura del diccionario, se hab¨ªa vuelto borroso, inconcreto, transparente.
-?T¨² piensas? -me pregunt¨®.
-Claro -dije.
-Entonces no te preocupes m¨¢s: existes. "Pienso, luego existo". Es lo que dec¨ªa Descartes, un fil¨®sofo muy importante que estudiar¨¢s dentro de unos a?os.
Pero yo no quer¨ªa esperar unos a?os, yo necesitaba respuestas inmediatas. As¨ª que esa tarde, cuando llegu¨¦ a casa, cog¨ª el diccionario y busqu¨¦ Descartes. Ven¨ªa en singular, Descarte, y dec¨ªa as¨ª: "En algunos juegos de naipes, rechazo de las cartas que se consideran in¨²tiles". Dios m¨ªo, pens¨¦, me han vuelto a enga?ar. Tampoco existe Descartes. Me acostumbr¨¦, pues, a vivir en el mundo como en el interior de un sue?o, y me entregu¨¦ a la zona oscura de la realidad: si no exist¨ªamos, todo estaba permitido. Busqu¨¦, pues, en el diccionario puta, co?o, semen, joder, espermatozoide, culo, maric¨®n, con p¨¦simos resultados, por cierto. Una puta no era m¨¢s que una mujer p¨²blica. Las cosas malas brillaban mucho al mirarlas de lejos, pero cuando te acercabas a ellas perd¨ªan misterio, se deshac¨ªan delante de los ojos como la visi¨®n de un espectro. El mundo era una ilusi¨®n ¨®ptica. De hecho, el co?o tampoco ven¨ªa, as¨ª que nos pas¨¢bamos la vida hablando de quimeras, qu¨¦ desastre.
Las navidades siempre me traen recuerdos de esta ¨¦poca en la que no exist¨ªamos y que quiz¨¢ no fue tan desastrosa. Despu¨¦s conoc¨ª a mucha gente con una vida real a la que no le sacaron ning¨²n partido. No sabe uno qu¨¦ es mejor.
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