Aguafiestas
La palabra autor, erosionada por exceso de uso, se viene devaluando desde hace d¨¦cadas en la industria del cine, y deduzco que tambi¨¦n ocurre algo parecido -aunque dudo que en igual grado- en otros territorios del mercado de ficciones, ya que el otro d¨ªa nuestra Sociedad de Autores, para convocar con voz convincente a medio millar de personas agrupadas en ella para que debatieran cuestiones del fondo de su tarea, prescindi¨® del termino autores -que distingue a sus socios- y llam¨® a estos con el menos vulnerado de creadores. Lo m¨¢s relevante -y lo m¨¢s llamativo, coincidencia poco frecuente- de ese Encuentro de Creadores fue el vapuleo que, dieron a los all¨ª encontrados dos aguafiestas, los escritores Jos¨¦ Antonio Marina y Vicente Verd¨², que con palabras apacibles dejaron a muchos de los que acudieron al reclamo en la situaci¨®n de quien ve que le roban los calcetines sin quitarle los zapatos, y a algunos alarmados por la delicada, y por ello m¨¢s dura, solidez de la zurra, seg¨²n cont¨® un testigo del meneo en este peri¨®dico.Marina y Verd¨² no llevaron los pa?os calientes que les ped¨ªa un festejo de la simulaci¨®n de creaci¨®n y se limitaron a darle duchas de evidencia, como que la "industria de la creaci¨®n es el timo de la estampita" y el a?adido de que padecemos en Espa?a "una epidemia de creadores impacientes" y el responso para que se nos libre "de la tosquedad y la vaciedad que nos invaden", que son unas pocas muescas de las caricias burlonas de Marina a su perplejo auditorio. Pero caricias al fin, si se las compara con el gancho de izquierda -directo a los h¨ªgados de los autores simuladores de creaci¨®n- que solt¨® Verd¨² y del que entresaco unas salpicaduras de los sudores que dicen que produjo: "No hay [ahora, aqu¨ª] acto art¨ªstico que pueda socavar el poder, porque el poder [ ... ] est¨¢ camuflado en un laberinto de redes y [es ahora] virulento en vez de violento". Y m¨¢s: "Lo que antes era la subversi¨®n es hoy la perversi¨®n" o, as¨ª de exacto, lo que cuenta "ya no es el saber sino el saber comunicar", que enaltece a Ias estrellas enanas", a "los museos millonarios con las paredes vac¨ªas" y, para cerrar el mordisco en el polvo, a esa industria del cine "en la que los artistas son los ejecutivos".
Hay que a?adir a estos dos zarandeos desde el estrado otros procedentes de la sala zarandeada. Me quedo con el que Fernando Trueba dio a los fabricantes de pel¨ªculas que miden los vientos en la popa de su negocio por lo que aportan para saciar el hambre de ficciones cinematogr¨¢ficas de las pantallas caseras, que en Occidente por lo visto supera el 60% (y va a m¨¢s) de su dieta. Que cada vez m¨¢s pel¨ªculas est¨¦n compuestas seg¨²n el patr¨®n formal que pide el formato televisivo (y que quienes conocen las tripas del cine saben cuan diferente es al de ¨¦ste) es m¨¢s que grave. "La televisi¨®n -dijo Trueba- "es el gran par¨¢sito del cine y al mismo tiempo su principal cliente: lo controla y lo somete a sus reglas, [por lo que] los productores hacen las pel¨ªculas que la tele necesita, no las que ellos quieren hacer, [y] eso hace un da?o devastador al cine". Devastadora claridad.
Seguir¨¢ la palabra creaci¨®n -ese solitario vuelo del "viejo artista adolescente" que evoc¨® Verd¨² ante su auditorio de autores disfrazados de creadores- intentado ser asociada a las tragaderas de alguna sucursal del negocio de la compraventa de im¨¢genes al por mayor. Pero, en su rinc¨®n de sombra, a resguardo de que alguien tome por vendibles sus frutos, la terca e inextinguible pasi¨®n humana de crear, que en sentido radical es ingenio para suplantar a Dios y remedar su ma?a para extraer algo de nada y deducir existencia de lo que no existe, seguir¨¢ a salvo de la dentellada de los mercadeos de vulgaridades a granel, que tres aguafiestas de la estirpe de los sublevados apacibles -en peligro de extinci¨®n, cuando m¨¢s falta hacen aqu¨ª- pusieron patas arriba el otro d¨ªa en un recodo del agua estancada en Madrid y su caverna.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.