Descentrados
No es probable que el PP tenga una coyuntura pol¨ªtica mejor que la actual. El horizonte de la Uni¨®n Monetaria, que hace poco parec¨ªa una utop¨ªa, es ya una realidad. La pol¨ªtica econ¨®mica cosecha, ¨¦xitos verdaderamente importantes, desciende la inflaci¨®n a niveles hist¨®ricos, el desempleo est¨¢ por debajo del de 1981, disminuyen el d¨¦ficit y la deuda y se garantiza la paz social. ?xitos que afectan de modo notable las econom¨ªas dom¨¦sticas, y, as¨ª, bajan las hipotecas, sube el consumo y aumenta notabil¨ªsimamente el ahorro. De otra parte, el PSOE no acaba de solucionar serios problemas internos, ha perdido a su l¨ªder hist¨®rico, el nuevo es a¨²n poco conocido y los problemas arrastrados con la Justicia se le multiplican. El momento es tan bueno para el PP y tan malo para el PSOE que dif¨ªcilmente el diferencial de performance o rendimiento entre ambos ser¨¢ mayor.Y, sin embargo, la realidad es que el PP no ha obtenido rentabilidad electoral relevante de esta situaci¨®n, como muestran las tres ¨²ltimas encuestas: 4,6 puntos a su favor en la de Demoscopia, algo menos de 3 en el bar¨®metro de octubre del CIS -sin duda, la m¨¢s fiable- y otros 3 en la que publicaba el domingo 14 de diciembre La Vanguardia. Justo un desempate t¨¦cnico. Es m¨¢s, seg¨²n estos ¨²ltimos datos, a la pregunta de qui¨¦n preferir¨ªa que ganase las pr¨®ximas elecciones el 38% contesta que el PP, pero el 37% que el PSOE. Y la diferencia entre Aznar y Almunia es tambi¨¦n de s¨®lo un punto. ?Qu¨¦ tiene que pasar para que una parte sustancial del electorado retire su apoyo al PSOE y lo sustituya por un apoyo al PP?
Una peligrosa respuesta que gana apoyos se?ala que el voto espa?ol es mayoritariamente de centro izquierda y se resiste a cambiar su lealtad. Las investigaciones realizadas muestran que esto ha sido as¨ª, de modo que hay quien piensa que estamos ante un voto ideol¨®gicamente cautivo, residuo del antifranquismo. Es el ¨²nico argumento que podr¨ªa explicar el ensa?amiento del PP con el PSOE: puesto que no podemos ganar a sus electores, destruyamos el partido para que se vayan a la abstenci¨®n; nosotros no subiremos en aprecio, pero ellos s¨ª en menosprecio. Hay muchos intereses detr¨¢s de esta estrategia de la crispaci¨®n que razona al borde del abismo pol¨ªtico y constitucional, pero que est¨¢ teniendo ¨¦xito; de hecho, las encuestas muestran que el PP no sube un ¨¢pice y la aparente mejora se debe en su totalidad al descenso del PSOE.
Pero lo importante es que esta estrategia ni es aceptable ni es necesaria. Desde luego, conduce al menosprecio general de los pol¨ªticos y la pol¨ªtica, lo que, a la larga, redunda en perjuicio de cualquier Gobierno. Adem¨¢s, es tanto como pretender gobernar contra la mayor¨ªa renunciando de antemano a convencerla; al parecer, los ciudadanos ni saben bien lo que les conviene ni hay modo de hac¨¦rselo ver. Y lo cierto es que hay mucho despotismo o autoritarismo ilustrado en el talante y el estilo con que nos gobiernan estos liberales, como si razonar fuera innecesario o in¨²til, olvidando que en pol¨ªtica no basta con tener raz¨®n, hay que conseguir el m¨¢ximo de apoyos en su favor con el m¨ªnimo de discrepancias.
Pero, sobre todo, el an¨¢lisis no es correcto -y la estrategia es por ello, adem¨¢s de da?ina, innecesaria-, pues, cuando gobiernan desde el consenso, la serenidad y el di¨¢logo, esas transferencias de lealtad s¨ª se producen. As¨ª ocurri¨® en las elecciones de 1996, y si el PP gan¨® s¨®lo por un punto fue justamente por no haber generado suficiente confianza en su centrismo. As¨ª est¨¢ ocurriendo en al Pa¨ªs Vasco y en Catalu?a. Y as¨ª los datos muestran que mientras Mayor, Ruiz-Gallard¨®n y Rato -que dan con creces la imagen centrista, tolerante y liberal- punt¨²an 5,9; 5,5 y 5,3 respectivamente, los arriscados portavoces pol¨ªticos del Gobierno, Cascos y Rodr¨ªguez, punt¨²an 4,2 o menos, coloc¨¢ndose (de nuevo) a la cola del Gobierno y por detr¨¢s de la mayor¨ªa de los pol¨ªticos de la oposici¨®n.
No es el izquierdismo biol¨®gico del electorado lo que dificulta que el PP obtenga rentabilidad electoral a su pol¨ªtica. Es esta misma pol¨ªtica en la medida en que se desv¨ªa de la promesa electoral centrista o se hace sin contemplaciones, sin consenso y sin di¨¢logo incluso cuando -como ocurre con frecuencia- se tiene raz¨®n.
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