Cuba celebra las primeras navidades 'oficiales' en 28 a?os bajo el signo de la escasez
La primera Nochebuena oficial celebrada en Cuba despu¨¦s de 28 a?os de sequ¨ªa navide?a pas¨® sin pena ni gloria. La mayor¨ªa de los cubanos aguardaron la llegada del 25 de diciembre pegados al televisor viendo el ¨²ltimo cap¨ªtulo de la telenovela brasile?a La pr¨®xima v¨ªctima, un denso culebr¨®n policiaco que comenz¨® en febrero, poco despu¨¦s de que se anunciase que el Papa viajar¨ªa a la isla en enero de 1998. Cuando termin¨® el dram¨®n, a las diez de la noche, hora local, comenz¨® el real. S¨®lo los m¨¢s pudientes lograron cenar puerco, fr¨ªjoles, ensalada y yuca, la cena t¨ªpica de la Nochebuena de antes.
Para una familia de cinco personas, el precio de una cena de estas caracter¨ªsticas, con algo de vino o de sidra de no excesiva calidad, no baja de los 400 pesos, o 20 d¨®lares (unas tres mil pesetas), exactamente el mismo salario que gana un m¨¦dico al mes. "A m¨ª lo que me toca es arroz amarillo y picadillo de pescao" comentaba la negrona Fefe, una costurera de 50 a?os, en el garaje del barrio de Miramar que es su casa desde hace 35 a?os.Como muchos cubanos, Fefe no parec¨ªa sentirse mal por el hecho de no tener nada especial con que celebrar el d¨ªa de Navidad. Por lo menos, no peor que cualquier otro d¨ªa. "?Qu¨¦ Navidad?", comentaba, "si despu¨¦s de tanto tiempo yo ya ni tengo ganas de celebrar nada".
Su opini¨®n refleja de forma bastante fiel lo ocurrido el mi¨¦rcoles en la isla. Muchos cubanos ni siquiera cenaron en familia el d¨ªa 25 pese a poseer los recursos para hacerlo. Otros s¨ª lo hicieron, como siempre, pero la realidad es que despu¨¦s de tres d¨¦cadas de socialismo y ate¨ªsmo oficial, mucha gente casi ni recuerda c¨®mo es un bel¨¦n ni saben qu¨¦ es festejar estas fiestas.
?ste fue uno de los asuntos abordados en su homil¨ªa por el arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega, quien ofici¨® la misa del Gallo en la reci¨¦n reconstruida catedral de La Habana, uno de los lugares que visitar¨¢ el Papa durante su estancia en Cuba. Ante un p¨²blico variopinto, entre el que no faltaban los periodistas norteamericanos, las jineteras (prostitutas de la calle) y los fornidos y complacientes muchachos de La Habana Vieja, Ortega critic¨® que la Navidad oficial hubiese llegado a Cuba primero a los hoteles de lujo y a las tiendas de d¨®lares -centros donde no faltan los adornos navide?os- que a la sociedad en general, y sobre todo a los lugares a los que pueden acceder los cubanos.
No obstante, Ortega se congratul¨® de que las autoridades hubiesen decretado festivo el d¨ªa de Navidad y por la reciente publicaci¨®n en el diario comunista Granma del mensaje del Papa a los cubanos, si bien, de forma sutil, denunci¨® la falta de belenes en toda la isla, mientras proliferan los arbolitos y las figuras de Papa No?l, con menor peso en la tradici¨®n cristiana, con la anuencia oficial.
El cardenal tambi¨¦n se refiri¨® con duras cr¨ªticas a la creciente "comercializaci¨®n" de la Navidad que tiene lugar en la Cuba actual -en todas las tiendas de d¨®lares del Estado se venden arbolitos, guirnaldas, etc¨¦tera...-, aunque parece obvio que es algo ocurre en todo el mundo.
Pese a todas estas contradicciones y dificultades, para la mayor¨ªa de los cubanos, la "Nochebuena revolucionaria en saludo al Papa" fue bienvenida por la mayor¨ªa. Para los cat¨®licos, porque por fin pudieron reunirse esta noche en familia sin los problemas que antes supon¨ªa que los ni?os tuviesen que acudir a clase al d¨ªa siguiente o que los mayores tuviesen que ir a trabajar como cualquier otro d¨ªa.
D¨ªa extra de vacaciones
Para los menos creyentes y m¨¢s felicianos, la raz¨®n de su alegr¨ªa era a¨²n m¨¢s sencilla. Con el d¨ªa 25 festivo por delante, la Nochebuena fue un d¨ªa ganado para guarachar (divertirse) y olvidarse de los problemas. Algunos de ellos tomaban ron a pico (morro) de botella a las puertas de la plaza de la Catedral, mientras que el cardenal Ortega hablaba de los valores cristianos de estas fiestas. Otros simplemente ligaban en esta zona o en otros lugares de la ciudad sin demasiado disimulo, como, por ejemplo, el Cristo de La Habana, sin pensar en el pecado y mucho menos en que el precio de una pastilla de turr¨®n en el diplomercado cuesta cinco d¨®lares.Ni qu¨¦ decir tiene que pocos discut¨ªan sobre si el pr¨®ximo a?o el Gobierno convertir¨¢ en fiesta permanente el d¨ªa de Navidad (como desea la Iglesia cubana), algo permitido este a?o s¨®lo con " car¨¢cter excepcional".
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