Los refugiados africanos en Melilla se organizan para combatir la violencia
Casi un millar de refugiados africanos viven en situaci¨®n precaria en Melilla, donde esperan el traslado a la Pen¨ªnsula. El ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, anunci¨® que se ha iniciado el tr¨¢mite para el traslado de unos 250. Mientras las autoridades y organizaciones no gubernamentales tratan de paliar sus penalidades, los africanos han comenzado a autoorganizarse para combatir la violencia y gestionar mejor la asistencia al campo de refugiados. D¨ªas atr¨¢s, los mismos refugiados entregaron a la polic¨ªa espa?ola a seis nigerianos sospechosos de haber violado a una compatriota.
Al mismo tiempo, se encuentran en Melilla en estado casi desesperado unos 200 argelinos, que, temerosos de que el Gobierno espa?ol les devuelva a su pa¨ªs, reclaman que se les conceda un trato similar al de los africanos subsaharianos. La presencia de unos 1.000 refugiados en Melilla -concentrados en una granja agr¨ªcola que hace las veces de campo de refugiados- despierta inquietud en la ciudad aut¨®noma, donde les acusan del incremento de la delincuencia.El diputado de Melilla Antonio Guti¨¦rrez (PP) explica que ya en 1991 se registr¨® la presencia de refugiados subsaharianos en la ciudad, con un fuerte incremento en 1996 que culmin¨® en junio con la llamada Operaci¨®n Melilla. El entonces flamante Gobierno del PP expuls¨® a 103 emigrantes africanos en una acci¨®n que desencaden¨® un esc¨¢ndalo al salir a relucir que les hab¨ªan proporcionado medicamentos sedantes y pagado dinero para facilitar el traslado.
Guti¨¦rrez admite que Melilla tendr¨¢ que vivir con el problema de la emigraci¨®n de africanos, porque responde a causas socioecon¨®micas, como la pobreza en esa regi¨®n y la existencia de rutas organizadas para llegar a las dos ciudades africanas espa?olas. Seg¨²n ¨¦l, existen dos v¨ªas diferenciadas: a Ceuta llegan los refugiados m¨¢s pobres y a Melilla los m¨¢s cualificados. La mayor preparaci¨®n de los refugiados africanos en Melilla resulta evidente. Angl¨®fonos y franc¨®fonos se expresan con fluidez en esas lenguas y muchos manifiestan tener estudios, incluso universitarios en algunos casos. No se advierte en ellos signo de desnutrici¨®n.
El camino desde el ?frica subsahariana les llev¨® varias semanas, y coinciden en se?alar que la inversi¨®n para el viaje se sit¨²a en torno a unas 150.000 pesetas, una cantidad inalcalzable para el com¨²n de los mortales en esa regi¨®n depauperada. Dossoume Fane, un maestro de 34 a?os procedente de Mal¨ª, lleva ocho meses en Melilla; sali¨® de ?frica central y atraves¨® Benin, N¨ªger, Argelia y Marruecos. En el viaje, Fane invirti¨® una cantidad entre 160.000 y 170.000 pesetas.
Las autoridades espa?olas y las ONG encargadas de asistencia a los refugiados son conscientes de que la frontera entre Melilla y Marruecos no sirve para disuadir a una persona que ha emprendido semejante viaje para llegar al so?ado para¨ªso. Melilla cuenta con nueve kil¨®metros de frontera con Marruecos. Una alambrada y una pista de cemento con sensores, que registra el paso de personas, resulta insuficiente para frenar la entrada ilegal de refugiados.
Desde hace poco tiempo el Ej¨¦rcito patrulla en la zona fronteriza y se encarga de reparar la alambrada y tratar de hacerla m¨¢s impermeable, pero la tarea resulta equivalente a tapar- el sol con un dedo. Adem¨¢s de esas tareas, el Ej¨¦rcito colabora en el programa de asistencia a los refugiados elaborando la comida que la Cruz Roja reparte en los centros de acogida. La Legi¨®n prepara 527 racciones, 200 el Regimiento de Artiller¨ªa y 225 el de Ingenieros. En total, 952 raciones de comida. El Imserso es el organismo que centraliza la asistencia, seg¨²n un Programa de acogida y acceso al empleo para emigrantes subsaharianos aprobado por el Gobierno espa?ol. Los senadores por Melilla Carlos Benet y Aurel Sava, del PP, han denunciado hace unos d¨ªas en Madrid que la presencia de refugiados supone una carga casi insoportable para la ciudad, porque se llevan gran parte de la asistencia social y recargan los servicios p¨²blicos, en detrimento de los 65.000 melillenses. Seg¨²n los senadores, los refugiados ocupan el 98% de la actividad de los juzgados, el 90% de la comisar¨ªa, el 80% de las tareas de bienestar social y el 57% de la sanidad p¨²blica.
Guti¨¦rrez asegura que no ha notado repudio en la poblaci¨®n hacia los refugiados, aunque reconoce que existe temor por la creciente inseguridad ciudadana. '
La preocupaci¨®n por la seguridad existe tambi¨¦n entre los africanos, que se quejan, como cualquier ciudadano medio, de la ineficacia policial para poner orden y castigar como es debido la delincuencia en el interior del campo de refugiados. Albert Kitoto, un zaire?o de 30 a?os, soltero, que se licenci¨® en Derecho en Marruecos, se lamenta porque considera que la polic¨ªa "no hace bien su trabajo".
Autogesti¨®n pol¨ªtica
Los refugiados han tomado la iniciativa en sus manos y han implantado en el campo la autogesti¨®n pol¨ªtica. Kitoto lo resume as¨ª: "El pasado 16 de octubre el sistema antiguo del campo cay¨®". Aquel d¨ªa, las fuerzas democr¨¢ticas "echamos por la fuerza al antiguo presidente y se derrib¨® su r¨¦gimen dictatorial. La gente se rebel¨® contra un hombre que ten¨ªa todo el poder". Desde esa fecha, los refugiados han puesto en marcha un Parlamento en el que cada pa¨ªs africano cuenta con dos representantes. Ese Parlamento elige al presidente de campo, que se convierte en el interlocutor v¨¢lido de las autoridades y ONG. La autogesti¨®n ha comenzado a surtir efectos. En un reciente caso de violaci¨®n colectiva de una joven mujer nigeriana, la brigada de seguridad de los refugiados se encarg¨® de detener a los presuntos autores y entregarlos a la polic¨ªa espa?ola.A la hora de hablar de delincuencia, los refugiados argelinos en Melilla se llevar? la peor parte. En unos locales de un centro denominado Lucas Lorenzo se hacinan 180 argelinos, que viven una situaci¨®n m¨¢s desesperada que los subsaharianos. Los argelinos no entran en el programa asistencial del Gobierno espa?ol y pesa sobre ellos la amenaza de deportaci¨®n a su pa¨ªs. Un inspector de polic¨ªa asegura que el n¨²mero de argelinos que vive en Melilla es mucho mayor, porque se mueven con libertad y el color de la piel no les delata como a los subsaharianos.
Los argelinos se sienten discriminados con relaci¨®n a los subsaharianos. En el centro Lucas Lorenzo, los argelinos dan rienda suelta a su indignaci¨®n: "Los otros extranjeros se van, y nosotros, no. Ellos s¨®lo vienen por hambre, y nosotros, en nuestro pa¨ªs, tenemos problemas de guerra y de muerte". Abdelhamid Alouache, un joven de 27 a?os que trabaj¨® en la Costa Brava en m¨²ltiples tareas, "de lo que saliera", desea recibir un salvoconducto para volver a la Pen¨ªnsula. Asegura que le llamaron para el servicio militar en Argelia y lleva "cinco a?os huyendo". Reconoce Alouache: "Tenemos mala fama. Estamos mal vistos, pero mucha gente no trabaja y cuando pedimos trabajo no se f¨ªan de nosotros". A su lado, Elahouel Abdelkader, de 30 a?os, ha recibido la concesi¨®n de asilo pol¨ªtico en Espa?a, pero se lamenta de que no recibe un billete para trasladarse a la Pen¨ªnsula. Abdelkader resume con amargura: "Tenemos dos guerras, una en Argelia y otra aqu¨ª. Buscamos la paz y vivir tranquilos".
Mantas contra el fr¨ªo
La Cruz Roja ha repartido mantas entre los refugiados para defenderse del fr¨ªo. El delegado del Gobierno, Enrique Beamud, comenta ante la situaci¨®n: "Se me abren las carnes al verlos vivir en los coches". Seg¨²n Beamud, el ideal ser¨ªa reducir el n¨²mero de refugiados en Melilla a una cifra entre 300 o 400, que "ser¨ªa una cantidad manejable", pero se pregunta con gesto de impotencia: "Si nos entra una avalancha de 2.000 ?qu¨¦ hacemos?"Guti¨¦rrez niega que se trate de disuadir a los potenciales emigrantes africanos a base de mantenerlos en una situaci¨®n precaria en Melilla. El zaire?o Kitoto reconoce que no esperaban encontrar una situaci¨®n buena en Espa?a, "pero esto es m¨¢s decepcionante de lo que pens¨¢bamos. La imagen de Europa no se corresponde con lo que vivimos aqu¨ª". Para Kitoto, no cabe duda de que se trata de despertar la creencia entre potenciales emigrantes de que "es mejor morir en mi pa¨ªs que en Melilla", pero considera que no es justificable "la situaci¨®n que vivimos aqu¨ª". "Una sociedad europea tiene que dar algo de dinero o la posibilidad de conseguirlo para cubrir las necesidades m¨¢s elementales", concluye Kitoto.
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