"Busc¨¢bamos un futuro mejor"
Para Sof¨ªa Albert, una mujer nigeriana de 29 a?os, casada y con dos hijos que quedaron en su pa¨ªs, el sue?o de conseguir mejorar de vida en Espa?a se convirti¨® en terrible pesadilla la madrugada del domingo 7 de diciembre. Aquella noche de horror, entre las cuatro de la madrugada y las siete de la ma?ana, siete nigerianos la violaron en el cementerio de coches de Melilla, albergue de varios cientos de refugiados africanos que han llegado a la ciudad para escapar de la miseria y en busca de un futuro mejor.El caso de Sof¨ªa, violaci¨®n aparte, puede considerarse paradigm¨¢tico de otros muchos refugiados africanos llegados estos meses a Melilla y que viven en espera de conseguir un lugar de acogida en la Pen¨ªnsula. En su pa¨ªs, Sof¨ªa era peluquera y su marido comerciante de productos de belleza, hasta el d¨ªa de finales de julio en que decidieron iniciar su larga marcha con destino a Espa?a, "porque en Nigeria las condiciones no eran buenas para mejorar la situaci¨®n de la familia. Busc¨¢bamos un futuro mejor para vivir".
El 29 de septiembre atravesaron la frontera de Marruecos con Melilla y comenzaron su vida casi vegetativa en los terrenos de la granja agr¨ªcola que la ciudad aut¨®noma habilit¨® para los refugiados que llegan. Sof¨ªa y su marido viven, como otros muchos africanos, entre los restos de coches de desguace, donde ha surgido un aut¨¦ntico pueblo de refugiados de m¨²ltiples pa¨ªses.
Explica Sof¨ªa que en la noche de su tragedia personal "dorm¨ªa en nuestro coche con mi marido cuando o¨ªmos un golpe en la puerta y luego tres". La llamaron, abrieron la puerta y los agresores trataron de volcar el coche. Despu¨¦s sacaron a Sof¨ªa y se la llevaron a otro lugar del campo de refugiados para consumar la violaci¨®n durante tres horas.
"S¨®lo pude reconocer a seis de ellos", dice la joven, y a?ade que el grupo ten¨ªa atemorizada a la gente en el campo de refugiados: "Tres semanas antes hab¨ªan roto un brazo a uno. No pod¨ªamos hacer nada. Los l¨ªderes de ese grupo trataban de controlar el campo por medio del terror".
Tras la violaci¨®n, Sof¨ªa Albert cont¨® a su marido lo ocurrido: "Estaba llorando, pero pod¨ªa caminar. Me llevaron al hospital y dormimos dos d¨ªas all¨ª. Los testigos confirmaron mi declaraci¨®n. Yo pude reconocer a seis de los agresores. Al s¨¦ptimo no, porque estaba detr¨¢s de m¨ª y trataba de estrangularme. Me tuvieron desde las cuatro hasta las siete y despu¨¦s me dejaron".
La brigada organizada por los propios refugiados en el campo se encarg¨® de detener a los presuntos violadores y entregar a seis de ellos a la polic¨ªa espa?ola para ser puestos a disposici¨®n de la justicia. Sof¨ªa piensa que su vida y la de su marido est¨¢n en peligro. Las mujeres africanas tienen miedo y afirman: "Nadie quiere estar aqu¨ª. Este lugar es peligroso".
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