Berl¨ªn, un abanico de tentaciones

Berl¨ªn es el gran teatro del mundo en cualquier d¨ªa y no pod¨ªa dejar de serlo en el final de a?o. Proliferan hoy dos Novenas de Beethoven con Barenboim en la Staatsoper y con Menuffin en la Konzerthaus del arquitecto Schinkel. Una compa?¨ªa de Budapest representa durante estos d¨ªas un festival de operetas, mientras la Opera C¨®mica cierra el a?o al ritmo de las divertidas situaciones de El murci¨¦lago de Strauss, la Deutsche Oper intercala Las bodas de F¨ªgaro entre dos funciones de Hansel y Gretel (una ayer y otra para abrir el 98).Hay valses vieneses y programas especiales para ni?os, desde luego, pero tambi¨¦n existen otras alternativas como la deliciosa ¨®pera de Haydn L'isola disabitata que se representa con gran ¨¦xito de p¨²blico en la peque?a y coqueta sala Apolo de la Staatsoper.

Los cabarets, los espect¨¢culos de variedades y los musicales no quitan en cualquier caso el sue?o al teatro de fondo. En otro sitio es imposible que ocurra algo semejante, pero en Berl¨ªn la Schaub¨¹hne ha programado en sus dos salas para despedir el a?o Woyzeck de Buchner y una puesta en escena de Robert Wilson sobre un texto de Gertrude Stein, el Deutsches Theater lo hace con La ¨®pera de tres peniques de Brecht y el Berliner Ensemble con el desolador Happy end de Beckett. Con estas perspectivas es dif¨ªcil no encontrar algo a medida de cualquier estado de ¨¢nimo.