Siempre se puede ganar nunca
Un d¨ªa le dije:-?Y por qu¨¦. no te quitas el primer apellido, que pesa tanto?
-Es que el segundo es tambi¨¦n Onetti.
-Pues ponte el tercero.
Y respondi¨®, con aquella mirada larga y c¨¢lida, habitada por miles de brumas y de dudas tranquilas, como si en ese momento tambi¨¦n estuvieran viajando los ojos:
-Es que el tercer apellido es Borges.
Jorge Onetti Onetti. Ten¨ªa un agud¨ªsimo sentido del humor y una capacidad legendaria para quedarse en la sombra; y estuvo, porque quiso, en la sombra, y no s¨®lo en la de su padre, Juan Carlos Onetti, sino en la sombra de todas las cosas que brillaran en la vida. Como si quisiera quedarse sin nombre y apellidos, en soledad y en silencio, como sus personajes. Dibujaba, hac¨ªa chistes,, era un malabarista del juego de palabras, y era un escritor secreto y excelente, un hombre de vanguardia con una gran cultura que jam¨¢s levant¨® la voz; ten¨ªa una capacidad a?adida a su timidez proverbial: era un hombre bueno, un buen tipo, una de las mejores personas que se puedan conocer en esta vida. Solidario y tranquilo, ausente de la vanidad de la escritura, parec¨ªa un espectador de un oficio que ¨¦l domin¨® desde todos los puntos de vista,desde los grandes a los humildes, y sin embargo se guard¨® muchas veces su sabidur¨ªa en favor de la probable ocurrencia de los otros.
El 23 de diciembre le vimos caminando, con las manos en la espalda, como quien no espera encontrarse con nadie, y con el aire esc¨¦ptico pero expectante que hered¨® a medias de su padre, porque Juan Carlos Onetti era esc¨¦ptico y dec¨ªa que adem¨¢s no esperaba nada.
-?C¨®mo est¨¢s?
-Bah, siempre se podr¨ªa estar mejor.
Se muri¨® ayer, de madrugada, v¨ªctima de dos embolias consecutivas que se le produjeron en 1 pulm¨®n. Fue en una cl¨ªnica de Madrid, donde viv¨ªa desde hac¨ªa a?os con su familia, su mujer y su hija, las dos de nombre Andrea, cerca de donde durante tanto tiempo vivi¨® su padre con la m¨²sica Dolly Onetti, en la avenida de Am¨¦rica. Una familia buena, una gran familia.
Jorge ten¨ªa 66 a?os. Nunca fue grandilocuente para nada, ni siquiera para sus enfermedades; en los ¨²ltimos a?os la suya fue una salud quebradiza, pero no alarde¨® jam¨¢s de sus achaques, de modo que incluso ahora le hicieron ingresar creyendo ¨¦l mismo que ten¨ªa un fuerte catarro.
Arrostr¨® las dificultades del exilio uruguayo con la misma dignidad con que se mantuvo al margen de las disputas literarias por hacer sobrevivir los n¨²merosde la fama; gan¨® el premio Casa de las Am¨¦ricas, en Cuba, en 1965, cuando ¨¦ste era un galard¨®n de sumo prestigio, con Cualquiercosario, un t¨ªtulo que ya le dibujaba el rostro de sus ambiciones, y despu¨¦s qued¨® el segundo del premio Biblioteca Breve, en 1968, cuando gan¨® el venezolano Adriano Gonz¨¢lez Le¨®n; su novela, Contramutis, fue saludada como una obra que divert¨ªa como una pel¨ªcula de los hermanos Marx y que tambi¨¦n conmov¨ªa como el poema que retrata a los personajes angustiados y tristes de una ficci¨®n noble, perpleja y hermosa. Acaso como si ¨¦sa fuera la formulaci¨®n del propio car¨¢cter de Onetti, una biograf¨ªa signada por la voluntad del silencio. Era autocr¨ªtico, como si ¨¦l mismo fuera otro mir¨¢ndose, y eso le llev¨® a arrinconar en su mesa proyectos de novelas y recopilaciones de cuentos que s¨®lo ahora hab¨ªa acometido con el entusiasmo secreto que le permit¨ªa el propio sentido que tuvo de la bondad que hay dentro de toda tachadura; hasta el t¨ªtulo que dej¨® pocas horas antes de corregirlo por en¨¦sima vez, la jornada previa a su muerte, parece un subrayado de lo que ¨¦l mismo cre¨ªa que pod¨ªa ser el epitafio de la vida: siempre se puede ganar nunca.
Trabaj¨® mucho sobre los libros de los otros y sobre la vida ajena; fue periodista, de agencia, en Prensa Latina, y de peri¨®dicos, singularmente en Marcha, la publicaci¨®n progresista que dirigi¨® el poeta Carlos Quijano en Uruguay y que all¨ª fue baluarte de los intelectuales de izquierda contra el malsano porvenir militar. Repasado ese mundo p¨²blico en el que trabaj¨® por oficio, su vida se sumi¨® en un silencio tranquilo que se parec¨ªa al anonimato pero que escond¨ªa dentro una voluntad civil, de compa?¨ªa y de amistad, que signaron su vida tambi¨¦n como una forma del abrazo que necesitaba de los otros.
Babelia
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