Gran fiesta oper¨ªstica

Hac¨ªa tiempo que en Barcelona no se asist¨ªa a una aut¨¦ntica gran fiesta oper¨ªstica, a un espect¨¢culo de este nivel, verdadero regalo para el o¨ªdo y para la vista. La Calisto, de Francesco Cavalli, ha sido el t¨ªtulo. ?De Cavalli solamente? Ya veremos que no. La obra data de 1651 y si ha sorprendido grandemente ha sido por su vitalidad y su frescura.Pero si esta versi¨®n de La Calisto ha triunfado ahora, como lo hizo al estrenarse en el teatro de la Monnaie de Bruselas en 1993, no ha sido s¨®lo por esa s¨®lida alianza entre teatralidad y bell¨ªsima m¨²sica, sino por su interpretaci¨®n y, sobre todo, por las meticulosas tareas revisionistas llevadas a cabo por las respectivas direcciones, musical y esc¨¦nica, de Ren¨¦ Jacobs y Herbert Wernicke. Jacobs ha empezado por completar la vertiente instrumental, originalmente confiada en parte a la improvisaci¨®n, con una pertinencia y una riqueza espl¨¦ndidas. Y la exposici¨®n no ha tenido el m¨¢s m¨ªnimo asomo de rigidez, sino que ha fluido con vitalidad y exacta dosificaci¨®n de acentos.

La otra baza decisiva de este ¨¦xito actual de una obra de 1651 ha sido la direcci¨®n esc¨¦nica de Herbert Wernicke. En un espacio ¨²nico, m¨¢gicamente aprovechado, ha dibujado una acci¨®n agil¨ªsima, con los personajes muy bien delineados y con esa personal decisi¨®n de convertir algunos de ellos en figuras de la Commedia dell'Arte.

Una ninfa que enamora

En la vertiente instrumental tuvo una brillante participaci¨®n el conjunto Concerto Vocale, que toc¨® con flexibilidad, equilibrio y total sentido musical, sabiamente dirigido por Jacobs. En cuanto a los int¨¦rpretes vocales, formaron un conjunto espl¨¦ndido, aunque deba destacarse la Calisto deliciosa de Mar¨ªa Bayo, en su debut oper¨ªstico barcelon¨¦s, prodigio de sensibilidad, musicalidad, buena t¨¦cnica y relevantes dotes de actriz. Desde luego, con una ninfa as¨ª no es extra?o que los dioses, aunque hubieran sido menos rediculizados que el J¨²piter de esta ocasi¨®n, se enamorasen de ella. Marcello Lippi hizo, con gran flexibilidad, ese J¨²piter tan ridiculizado por Wernicke. Espl¨¦ndido el Satirino de Dominique Visse, de exquisita musicalidad el Endimion de Graham Pushee, muy en car¨¢cter Alexander Oliver y con solid¨ªsimas voces Iris Vermillions (a la que Jacobs permiti¨® cantar como si de una Ameris se tratase), Louise Winter y Hans-Peter Kammerer.Despu¨¦s de un bell¨ªsimo final, con un firmamento estrellado, la gran fiesta oper¨ªstica finaliz¨® con prolongadas y entusiastas ovaciones de un p¨²blico puesto en pie.