Movimientos de masas no identificados
?Tienen algo que ver la reacci¨®n popular ante el crimen perpetrado por ETA contra Miguel Angel Blanco en julio pasado con la marcha blanca en Bruselas en noviembre de 1996 en protesta contra los ni?os asesinados, o las muestras masivas de dolor que llenaron el Reino Unido tras el accidente mortal de Diana de Gales? La revista Time defini¨® 1997 como "El a?o en que las emociones gobernaron". Luc Rosensweig, de Le Monde, parece acertar mejor al lanzar el concepto de movimientos de masas no identificados (MMNls). En todos estos casos, son las gentes las que se han puesto en movimiento, y la pol¨ªtica -los pol¨ªticos- los que han seguido. ?Protofen¨®menos?, como Unamuno podr¨ªa haber caracterizado este tipo de acontecimientos.Las reacciones populares ante estos acontecimientos fueron todas imprevistas, aunque las semillas -desde luego en el caso de la indignaci¨®n por los asesinatos de ETA- estaban ya all¨ª para quien hubiese querido o podido detectarlas. S¨®lo despu¨¦s han conseguido los pol¨ªticos sintonizar con las opiniones p¨²blicas de sus pa¨ªses, con gran ¨¦xito en el caso de Tony Blair y su reacci¨®n ante la muerte de la princesa. Pero m¨¢s que tranquilizar, ¨¦sta -reacci¨®n, a posteriori, preocupa. Pues en algunas democracias europeas este tipo de fen¨®menos han puesto de relieve la distancia entre la pol¨ªtica y los ciudadanos. Situaci¨®n que se agrava al observar la reducci¨®n en la militancia de los partidos pol¨ªticos, por no hablar de los sindicatos. Los j¨®venes, desde luego, prefieren a las ONGs (Organizaciones No Gubernamentales).
Se anuncia as¨ª una nueva pol¨ªtica en la que los partidos seguir¨¢n siendo necesarios, pero deben saber adaptarse para que los ciudadanos lo perciban. Esta nueva pol¨ªtica, que de la mano del cambio tecnol¨®gico cuenta con nuevos sistemas de comunicaci¨®n, como se?alaba Oliver Norton en el Financial Times, puede verse dominada por las ideas y las soluciones a los problemas, cuando los hay, antes que por el control de la maquinaria de los partidos. Despu¨¦s de todo, en 1997 han ganado en Francia y en el Reino Unido opciones pol¨ªticas, partidos o coaliciones que se presentaban con ideas. Algunas m¨¢s maduras que otras, pero ideas al fin y al cabo, que tambi¨¦n han conseguido empezar a permear en la construcci¨®n europea. La confianza parece decantarse hacia ese nuevo tipo de pol¨ªtica, que deber¨ªa permitir identificar y dar respuesta a las preocupaciones de esos movimientos de masas. De otro modo, dada la alta carga de emotividad que conllevan, pueden convertirse en f¨¢cil pasto de la demagogia.
Estos movimientos de masas no identificados han hecho que, de repente, la llamada mayor¨ªa silenciosa deje de serlo en Europa y EE UU. Estamos ante casos que no han fabricado los medios de comunicaci¨®n. No es la democracia de la opini¨®n p¨²blica de la que habla Alian Minc, sino que son los movimientos sociales los que han creado el acontecimiento medi¨¢tico. Los medios son, somos, eso, medios de comunicaci¨®n de masas. Y cuando los medios fallan, fallamos, las masas se comunican directamente.
Estos movimientos, que en Estados Unidos pueden adoptar otras formas, son un grito contra acontecimientos concretos, pero tras ellos late un rechazo a un siglo que ahora acaba y que, como se?ala Arthur Schlesinger en un magn¨ªfico art¨ªculo -? Tienefuturo la democracia? (Pol¨ªtica Exterior, noviembre-diciembre de 1997)- ha estado marcado m¨¢s por el odio, la irracionalidad y las atrocidades que por el amor. Pero quiz¨¢ acertara ya Tocqueville cuando, como trae Schlesinger a colaci¨®n, escrib¨ªa que "pacientemente aguantado mientras parec¨ªa de imposible reparaci¨®n, un agravio llega a ser intolerable en cuanto la posibilidad de suprimirlo se presente en la mente de los hombres. Porque el simple hecho de que ciertos abusos se hayan remediado, atrae la atenci¨®n sobre otros, que entonces parecen m¨¢s indignantes; la gente puede que sufra menos, pero su sensibilidad se exacerba"
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