El tedo de lo justo
Lo chocante de este partido es que, con lo ruidoso que fue, ha dejado las cosas en silencio. Ni el ¨¢rbitro se ha equivocado, ni los balones han pegado en los postes, ni han expulsado a un jugador, ni se ha lesionado nadie. Al final, el empate ha hecho justicia y, cuando la justicia se cumple en f¨²tbol, apaga y v¨¢monos. Para eso habr¨ªa sido lo mismo quedarse. en casa o, ya en Casa, no haber enchufado la televisi¨®n. En, cuanto al juego, el juego es secundario cuando se trata de partidos de m¨¢xima rivalidad. En estos supuestos, lo que se dirime es antes la honra del marcador que la calidad del juego, antes la suerte con que la providencia escoge a uno que los m¨¦ritos de cada cual.Especialmente para el Atl¨¦tico, lo importante en un choque con el Madrid es comprobar, ante el cielo, si sigue siendo el Real el hijo predilecto. De ah¨ª, que los del Manzanares pongan en estos encuentros una ansiedad enorme y vayan pensando, a lo largo de los 90 minutos, si de nuevo sufrir¨¢n el despecho y los celos de toda la vida. Jes¨²s Gil, en representaci¨®n del club, ya adelantaba sus temores antes de que se saltara al campo. Su grito de "guerra contra el invasor" no iba concretamente dirigido contra un ¨¢rbitro, una hinchada blanca o docena y media de jugadores madridistas. En realidad, iba orientado a repeler el maleficio que la fortuna podr¨ªa estar cocinando a esa hora.
El Real Madrid ha venido siendo el favorito de los dioses, mientras el Atl¨¦tico de Madrid un hijo preferido a pesar de su bondad. Con esta ecuaci¨®n, los rojiblancos ten¨ªan que hacer sobre el terreno el doble para que se les reconociera la mitad. Lo hicieron, y cualquiera habr¨ªa convenido al final de la primera parte que el resultado era injusto. Justo lo que le correspond¨ªa a la historia atl¨¦tica. Tuvo que llegar, no obstante, el gol de Savio para que lo sabido se convirtiera en dogma. El designio, una vez m¨¢s, demostraba ante millones de testigos que se encaprichaba con el Madrid. Una iniquidad, un atropello, un robo... Todo lo que Gil va pregonando antes y despu¨¦s de los partidos procede de este ¨ªntimo convencimiento de que el infortunio y lo atl¨¦tico son piezas de la misma jugada fatal.
No sucedi¨®, sin embargo, as¨ª ayer noche y, entonces, ?qu¨¦ decir? El partido se apaga al comp¨¢s de los focos, los ¨¢nimos se recogen a la vez que los barrenderos arramblan con los desperdicios, la Liga sigue y este resultado no dice ni fu ni fa. Para m¨¢s abundamiento, viene a ser exactamente el mismo que se dio en el Bernab¨¦u y tampoco cabe la oportunidad de hacer retrospectivas.
Este a?o es de los pocos en que ni el Madrid es m¨¢s que el Atl¨¦tico ni al rev¨¦s. Los dos son tan buenos como vulnerables, tan geniales como insuficientes. Ni siquiera, en esta temporada, la injusticia establece la diferencia a favor de los blancos ni tampoco una extrema calamidad enaltece la grandeza de las v¨ªctimas. El resplandor de la Liga de las Estrellas ha conseguido, a estas alturas, velar los negativos del RealAleti. Y los positivos. Ya no hay fotomat¨®n, ni foto de matones. Hoy se juega el Real Sociedad-Bar?a y todo el morbo de ayer se encuentra en Anoeta. El ¨²nico que le da un extra?o inter¨¦s a la Liga es el Bar?a, en cuya entidad se ha condensado no ya la imprevisi¨®n, sino la perversi¨®n. El campe¨®n, este a?o, no nacer¨¢ de la l¨®gica, ni de la regularidad, ni, por supuesto, de la superioridad. Este a?o, la Liga la decidir¨¢ un Barca exc¨¦ntrico, pervertido, no alineado sino alienado, tan vulnerable como sus perseguidores, pero incomparablemente m¨¢s loco que cualquier rival.
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