El Se?or de la Historia
He aqu¨ª la cuesti¨®n. En un encuentro entre Juan Pablo II y el comandante Castro est¨¢ en litigio qui¨¦n es el Se?or de la Historia, habida cuenta de que ya est¨¢ resuelto queJuan Antonio Samaranch es el Se?or de los Anillos. Retengo esta frase del discurso del Papa: "Doy gracias a Dios, Se?or de la Historia, de nuestros destinos". As¨ª empezaba Su Santidad a marcar el territorio espiritual del encuentro, no fuera Castro a creerse el Se?or de la Historia como portavoz de los condenados de la Tierra. Sorprendi¨® que el comandante dedicara buena parte de su discurso a recordar la barbarie de la conquista, sin que sea del todo probable la explicaci¨®n de que respond¨ªa as¨ª a la ¨²ltima salida de tono del perpetuamente destonificado Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar o de que recordaba a la Iglesia cat¨®lica cubana sus complicidades con conquistadores, colonizadores y latifundistas. ?Acaso buena parte del estamento dirigente de Am¨¦rica Latina, contrarrevolucionario o revolucionario, no procede de aquellos criollos que se beneficiaron de la capacidad de conquista y colonia de los depredadores conquistadores y colonizadores? Habr¨¢ que analizar m¨¢s largamente el porqu¨¦ la alusi¨®n a los conquistadores ocup¨® 22 l¨ªneas de la salutaci¨®n de Fidel.Tal vez formaba parte del intento de refundaci¨®n de la raz¨®n revolucionaria sobre ra¨ªces aut¨®ctonas: el indigenismo como causa original y de ah¨ª la condena de la conquista, Mari¨¢tegui como marxista continental, el cura Varela y Mart¨ª como constructores del imaginario nacional cubano, Fernando Ortiz como el intelectual org¨¢nico de la cubanidad y la revoluci¨®n como obra abierta dispuesta auna s¨ªntesis, de momento t¨¢ctica, con un Papa admirado por Fidel por "sus valientes declaraciones sobre lo ocurrido con Galileo, los conocidos errores de la Inquisici¨®n, los episodios sangrientos de las cruzadas, los cr¨ªmenes cometidos durantela conquista de Am¨¦rica y sobre determinados descubrimientos cient¨ªficos no cuestionados hoy por nadie y que, en su tiempo, fueron objeto de tantos prejuicicos y anatemas". La Fundaci¨®n Fernando Ortiz forma parte del entramado de la nueva propuesta cultural cubana recuperadora de la gigantesca tarea de este erudito y agitador intelectual que orquest¨® el empe?o de crear una conciencia de lo cubano frente al riesgo de desidentificaci¨®n de la colonizaci¨®n norteamericana al d¨ªa siguiente del 98. El centenario de lo que fue un desastre para Espa?a y un triunfo para Cuba tiene en Fernando Ortiz un l¨²cido instrumento de doble certificaci¨®n, no en balde fue promotor en 1926 de la Instituci¨®n Hispanocubana de Cultura y acu?ador de frases recordadas recientemente por Miguel Barnet: "La cultura une a todos; las razas separan a muchos y s¨®lo unen a los que se creen elegidos o malditos. De una cultura puede saltarse para entrar a una cultura mejor, por autosuperaci¨®n de la cultura nativa o por expatriaci¨®n espiritual y alejamiento de ella. De su raza propia nadie puede arrepentirse. Ya se ha dicho que nadie puede saltar fuera de su sombra y toda raza es un concepto de penumbra".
Convendr¨ªa un mejor conocimiento espa?ol del empe?o intelectual de Ortiz, sobre quien acaba de publicarse un estudio de la Hispanocubana de Cultura, instituci¨®n que fund¨® y alent¨® durante sus a?os de existencia. Precisamente me entregan en la Casa de Cultura de Espa?a la monograf¨ªa de Carlos del Toro sobre la cuesti¨®n y me parece un buen gesto de reconstrucci¨®n de lo hispanocubano, opuesto por el v¨¦rtice al intercambio de bravatas o de corbatas en este enero de 1998 en el que buena parte de espa?oles peatones de la historia, con nostalgia cubana, podr¨ªan ponerse a cantar los versos de Mart¨ª: "Cuando sal¨ª de Cuba, dej¨¦ mi vida, dej¨¦ mi amor". Desde el balc¨®n de esta poderosa casa cultural, una excepci¨®n de reconstrucci¨®n en el frente urbano marino de la rara belleza de esta Habana deconstruida, contemplo el mar agitado bajo la llovizna y el paso m¨¢gico de unas ni?as cubanas que graciosamente bailan y avanzan sobre el muro del Malec¨®n, dirigidas por una l¨ªder natural llamada a ser, sin duda, la Se?ora de la Historia.
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