El Bar?a de la Liga se repite en la copa
Luis Enrique y Figo marcan ante el M¨¦rida en un partido desangelado
Nada nuevo en el Camp Nou salvo el resultado. Gan¨® anoche el Bar?a sin mirar al reloj en un partido jugado a deshora, sin ¨¢ngel, sin cl¨ªmax, aunque con la misma patolog¨ªa que cualquiera de los disputados de d¨ªa: faena mucho, cobra poco y es magn¨¢nimo con el adversario. El paisaje no altera la fachada del grupo de Van Gaal. Por ahora, hay m¨¢s ritmo en la grada que en la cancha.Tiene el Bar?a un serio problema de velocidad. La puesta en escena no se corresponde con la funci¨®n. La circulaci¨®n del bal¨®n compromete seriamente el dec¨¢logo de buenas intenciones. Guardar el sitio, ocupar racionalmente la cancha, laborar de acuerdo con la libreta del t¨¦cnico y buscar el juego de asociaci¨®n antes que el acto individual asegura un partido t¨¢cticamente correcto desde el banquillo. Y por norma, el Bar?a asoma en el campo como un grupo aseado. La vocaci¨®n futbol¨ªstica del colectivo es inequ¨ªvoca. El problema es que, una vez puesta la pelota en juego, le cuesta al equipo tomar aire. Queda el colectivo muy parado, as¨¦ptico, sin vida. Inanimado. Mecanizado. Un futbol¨ªn.
Juega el Bar?a a c¨¢mara lenta cuando tiene el cuero, y cuando no lo tiene, no juega. Le basta al rival con dejar hacer al equipo azulgrana. El M¨¦rida se plant¨® con oficio en el estadio y propuso un debate entre su f¨²tbol de presi¨®n y el juego control del grupo local. No le fue nada mal. Pese a encajar un gol tempranero, en una acci¨®n de fuera de juego, estuvo siempre metido en el choque. Gabrich, un ariete procedente del Ajax que dej¨® Van Gaal, tir¨® al cesto dos mano a mano con Hesp, especialmente diligente en las jugadas de vida o muerte.
El acoso sobre la salida de la pelota del ¨¢rea azulgrana proporcion¨® al colectivo de D'Alessandro la misma munici¨®n que se gan¨® el de Van Gaal con un trabajo de chinos. El Barcelona gener¨® tantas ocasiones de gol como oportunidades concedi¨® al M¨¦rida con dos balones perdidos. La presencia de Nadal, sustituto de Abelardo, seren¨® a la hinchada, pero no atemper¨® al equipo. No es un asunto de futbolistas, sino de f¨²tbol y de entrenador.
Le dio anoche a Van Gaal por jugar sin delantero centro. Ya prescindi¨® de Anderson y oblig¨® a retroceder a Giovanni para que Luis Enrique ocupara la zona del ariete. Y el equipo barcelonista perdi¨® llegada por la desubicaci¨®n del asturiano y pegada por la falta de un rematador. El cuero transit¨® con frecuencia por las alas, con los uno contra uno de Figo por un lado y ¨¦l serpentear de Rivaldo por otro, pero nunca asom¨® el 9.
La monoton¨ªa y somnolencia en las que degener¨® la contienda s¨®lo las alter¨® la intervenci¨®n del colegiado. El ¨¢rbitro estuvo especialmente mal. Err¨® en todas las jugadas decisivas: en el gol de Luis Enrique, en un penalti no se?alado al medio asturiano y de forma descarada en el reparto de las tarjetas. El madrile?o Esquinas Torres irrit¨® a la hinchada y se gan¨® la pa?olada de cada partido y la bronca en cada decisi¨®n.
Le fue bien al Barcelona el calor de la grada, encendida por el desacierto arbitral. El equipo se arremang¨®, asom¨® de forma ya descarada sobre el balc¨®n del ¨¢rea forastera y no s¨®lo rompi¨® el ritmo del contrario, sino que obtuvo un segundo gol precioso que le sit¨²a en una posici¨®n de privilegio para atrapar la semifinal de la Copa, una buena noticia para rearmarse con vistas a la Liga.
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