"Siempre supe que quer¨ªa vivir"
Los vecinos de Cabo de Cruz, una villa marinera del municipio coru?¨¦s de Boiro, se echaron a la calle la noche del jueves para aclamar a su vecino Antonio S¨¢nchez R¨ªos al grito de "?campe¨®n, campe¨®n!". Pero Antonio, de 51 a?os, contramaestre del Delf¨ªn del Mediterr¨¢neo, que luch¨® durante un d¨ªa con su noche contra un mar embravecido sin m¨¢s protecci¨®n que un traje isot¨¦rmico, no se siente aludido por quienes le jalean como h¨¦roe. Relata su pericia, m¨¢s que como v¨ªctima, como un monitor de salvamento, acorazado por su propio pragmatismo. Asegura, con frialdad gran¨ªtica, que todo fue cuesti¨®n de resistencia f¨ªsica, conocimiento del mar y voluntad de supervivencia: "Siempre supe que quer¨ªa vivir".
Antonio se embarc¨® por primera vez a los 19 a?os. "Ni yo mismo s¨¦ c¨®mo empec¨¦ de marinero", explica. Pesc¨® en los turbulentos caladeros del Gran Sol y su primera experiencia de algo parecido a un naufragio la vivi¨® hace doce a?os en Dinamarca, cuando embarranc¨® la draga en la que trabajaba. En el Delf¨ªn del Mediterr¨¢neo, un mercante portacontenedores, se enrol¨® el 17 de enero. Junto a otros 13 tripulantes zarp¨® hace una semana del puerto de Gij¨®n para realizar una traves¨ªa rutinaria hasta Las Palmas. El lunes a mediod¨ªa, a unos 400 kil¨®metros al suroeste del cabo San Vicente, la mariner¨ªa detect¨® problemas a bordo navegando en medio de un temporal con olas de m¨¢s de 15 metros: una v¨ªa de agua en la sala de m¨¢quinas... Armadores y consignatarios se han cuidado de preservar las circunstancias del accidente, y S¨¢nchez R¨ªos, probablemente aleccionado, se muestra tajante: "S¨®lo hablar¨¦ de lo que yo recuerdo cuando abandonamos el barco".
Eso suced¨ªa sobre las cuatro de la tarde del lunes. Ante la imposibilidad de salvar el buque, el capit¨¢n dio orden de que toda la tripulaci¨®n se enfundara los trajes isot¨¦rmicos y saltara a las balsas. Una situaci¨®n l¨ªmite que los marineros afrontaron con entereza, seg¨²n Antonio: "En mi lancha ¨ªbamos ocho y no recuerdo que nadie hiciera ning¨²n comentario pesimista o dram¨¢tico. Est¨¢bamos muy serenos". Ni siquiera perdieron la calma cuando la balsa empez¨® a hacer agua: "No tuvimos m¨¢s remedio que arrojarnos al mar y mantenernos juntos agarr¨¢ndonos de los trajes". Hasta que una ola desarm¨® el grupo. S¨¢nchez R¨ªos se qued¨® a solas con un compa?ero mientras sobrevolaban los aviones y helic¨®pteros de reconocimiento. Antonio cedi¨® al otro marinero la primera izada de rescate, "pensando", dice, que "en seguida" vendr¨ªan a por ¨¦l. Pero no. Cuando el helic¨®ptero regres¨®, se centr¨® en el salvamento de otro grupo, mientras S¨¢nchez R¨ªos, con la noche ya cerrada, se perd¨ªa en el imponente oleaje. Dej¨® de o¨ªr todo ruido de motores: estaba solo.
"Fue un momento jodido, s¨ª" confiesa, "pero yo era muy consciente de la situaci¨®n. Hinch¨¦ a tope la almohadilla que lleva el traje en el cuello y me puse a barlovento [con el viento a la espalda] para no inundarme y conservar la temperatura del cuerpo". Decidi¨® darse tiempo. Miraba el cielo estrellado -s¨®lo de vez en cuando se nublaba y llov¨ªa un poco- y, sobre cualquier otro pensamiento, estimulaba sus ganas de vivir. "Te pasan muchas cosas por la cabeza, pero ahora no me acuerdo", despacha. "Eso s¨ª, en ning¨²n momento pens¨¦ en bajar la guardia; puse constantemente en juego mis conocimientos de supervivencia. Un cuerpo aguanta mucho y hay que resistir hasta que de verdad no puedas m¨¢s. Notaba algunas molestias, un dolorcillo en las piernas y articulaciones, las mov¨ªa para no entumecerme y me dejaba ir sobre las olas como una gaviota. Como tragu¨¦ agua ten¨ªa algo de sed. De la comida, ni me acord¨¦. A veces notaba algo de sue?o, pero no llegu¨¦ a quedarme dormido".
Sobre las ocho de la ma?ana del martes volvi¨® a sus o¨ªdos el ruido de los helic¨®pteros como m¨²sica celestial. "No me localizaron hasta la una de la tarde", prosigue, "pero en ning¨²n momento desfallec¨ª". Descendiendo por un cable, uno de los tripulantes del helic¨®ptero logr¨® asirlo de un pie, pero se le escurri¨®. Lo que m¨¢s preocupaba a Antonio era el nerviosismo de su rescatador y, al descubrir que no entend¨ªa espa?ol, a¨²n tuvo aplomo para espetarle antes del tercer y definitivo intento: "Take it easy, my friend" ("Calma, amigo").
Antonio asegura que esta experiencia, aunque la guardar¨¢ clavada en la memoria, no cambiar¨¢ su vida.
-"?Y, en sue?os, no sigue vi¨¦ndose solo en el oc¨¦ano?".
- "Eso no se pregunta. Y adem¨¢s, no suelo recordar los sue?os".
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