Abre la Berlinale 'The boxer', una libre y comprometida visi¨®n de Jim Sheridan del IRA
El cine espa?ol aporta al concurso un solo filme, 'La mirada del otro', de Vicente Aranda
ENVIADO ESPECIAL The boxer -una visi¨®n libre y comprometida, dirigida por el irland¨¦s Jim Sheridan, delos cerrados y sofocantes interiores del IRA- abri¨® anoche el concurso de esta Berlinale. Fue un arranque de los llamados de choque, muy eficaz y prometedor, pero no faIto de riesgo, porque esta primera pel¨ªcula en liza coloca el list¨®n muy alto, y si los bajones en la l¨ªnea de calidad se soportan mal en todos los festivales, peor a¨²n se digieren en los que, como ¨¦ste, sobrecargan hasta casi el punto de saturaci¨®n -30 pel¨ªculas en 12 jornadas, cuando la tendencia es reducirlas a alrededor de 20- la programaci¨®n oficial, de visi¨®n forzosa y por ello m¨¢s amenazada por el ruido de la disconformidad.
S¨®lo una pel¨ªcula espa?ola, La mirada del otro, dirigida por Vicente Aranda, ha sido convocada para que contribuya a esta abusiva sobrecarga de oficialidad en que casi sistem¨¢ticamente incurren los programadores del gran escaparate del festival berlin¨¦s. Las otras tres fueron aparar a las m¨¢s tranquilas zonas nocturnas del Panorama, m¨¢s calladas pero mantenedoras del, hoy arrinconado en estos jardines, esp¨ªritu de confrontaci¨®n y debate libre que caracteriz¨® a la Berlinale fundacional. Son Abre los ojos, de Alejandro Amen¨¢bar; Caricias, de Ventura Pons, y La pistola de mi hermano, de Ray Loriga. No aspiran a ning¨²n premio, pero aqu¨ª se suele decir desde hace a?os que el mejor premio al que se puede aspirar en esta nueva Berlinale es obtener un simple hueco en el Panorama, porque este hueco puede abrir muchos otros en los itinerarios que reparten el buen cine por todo el planeta, mientras un revolc¨®n, y en la Berlinale abundan, puede multiplicar el ruido en la caja de resonancias de la gran sala del Zoo Palast, y apagar de una vez el relumbr¨®n de cualquier pel¨ªcula intrusa.
Solidez
La vigorosa pel¨ªcula inaugural, The boxer, arrastra tras su paso el peligro de ser demasiado convincente y ocupar un lugar referencial -t¨¦ngase en cuenta que en un concurso los criterios de valoraci¨®n son inevitablemente comparativos- respecto de las que vendr¨¢n tras ella. Jim Sheridan, su director, es un hombre que ciment¨® la solidez de sus trabajos cinematogr¨¢ficos sobre una larga forja de su oficio, d¨ªa a d¨ªa y cara a cara, con los int¨¦rpretes sobre los escenarios marginales del Dubl¨ªn de su juventud. Entiende mucho de actores, sabe much¨ªsimo de lo anchos que pueden llegar a ser los espacios cerrados y, con bastante m¨¢s de 40 a?os a la espalda, ha dirigido tan s¨®lo cuatro pel¨ªculas, incluida ¨¦sta.Por otro lado, Sheridan emigr¨® de Irlanda hace 17 a?os para hacerse con las riendas de la direcci¨®n art¨ªstica del Centro Irland¨¦s de las Artes de Nueva York, un inmejorable observatorio interior de la cultura cinematogr¨¢fica estadounidense, que le permiti¨® conocer desde dentro, y a fondo, los secretos de la insuperable eficacia y la inimitable celeridad de los ritmos creados por las tradiciones del cine cl¨¢sico de Estados Unidos en la filmaci¨®n de relatos de acci¨®n y violencia. Este equipaje profesional asom¨® hace unos a?os aqu¨ª en las im¨¢genes de En el nombre del padre, que gan¨® el Oso de Oro de este festival en 1994. Y lo que all¨ª asom¨®, estalla ahora en The boxer.
La pel¨ªcula puede ser vista sin desvirtuarla como un modelo gen¨¦rico, un thriller ¨¢gil y simplificador que ya est¨¢ en parte canalizado por el gui¨®n de Terry George, un irland¨¦s del Ulster que proporciona a Sheridan im¨¢genes de choque con los escenarios sofocantes y cerrados del mundo del IRA, que conoce mejor que ¨¦l. Y es de ah¨ª y de su antes aludida sabidur¨ªa en el entramado de la direcci¨®n de actores dentro de peque?os espacios esc¨¦nicos, de donde Sheridan extrae la intensidad que remueve el interior de esta pel¨ªcula de g¨¦nero, que hace trizas poco a poco la convenci¨®n simplificadora de donde procede para convertirse en una recia pel¨ªcula pol¨ªtica, pegada al suelo de los acontecimientos e incluso militante, de combate directo y de enganche moral en la tragedia de incontables irlandeses aplastados entre dos muros del fascismo contempor¨¢neo: el gang del IRA, que se resiste con los dientes apretados incluso al Sinn Fein de Gerry Adams, y la bestia olig¨¢rquica inglesa, que se resiste con la pistola en el sobaco incluso al socialismo de seda de Tony Blair. Y el vuelo de una amarga met¨¢fora comienza.
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