Crisis y tradici¨®n en Asia
El autor analiza la crisis de grandes proporciones que, tras varios lustros de ¨¦xitos, afecta a varios de los pa¨ªses m¨¢s importantes de Asia
La crisis asi¨¢tica se est¨¢ llevando por delante muchas cosas y puede cambiar los equilibrios en la zona. Para empezar, esta crisis ha apagado mucho el glamour del modelo asi¨¢tico de desarrollo econ¨®mico. Ese modelo no est¨¢ tan claro porque los pa¨ªses asi¨¢ticos son heterog¨¦neos, pero se puede simplificar en una combinaci¨®n de Gobiernos fuertes, grandes conglomerados industriales, ¨¦nfasis en el crecimiento, acusada protecci¨®n de los mercados dom¨¦sticos, baja presi¨®n fiscal, reducidos sistemas de protecci¨®n social, mano de obra barata y disciplinada, poco desempleo y un patriotismo econ¨®mico compartido por la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. A muchos neoconservadores, este esquema les atra¨ªa fuertemente.El modelo ha resultado no ser tan eficaz, y esa convicci¨®n es el detonante ¨²ltimo de la crisis. Las econom¨ªas afectadas han perdido la confianza de los mercados financieros que tanto las hab¨ªan ensalzado, lo que ha desatado el p¨¢nico.
Esa falta de eficacia se manifiesta en la baja rentabilidad de grandes proyectos y de conglomerados industriales enteros. Tiene que ver con la eficiencia industrial, que no era tan elevada como se cre¨ªa, y con la estrategia empresarial, que en muchos casos ha llevado a grandes excesos de capacidad.
M¨¢s dif¨ªcil de entender es la ineficiencia de sus sistemas financieros: bancos, compa?¨ªas de seguros y agencias de Bolsa concedieron cr¨¦ditos inexplicables o crearon una gran burbuja financiera (y tambi¨¦n inmobiliaria), sin aprender de la crisis de Latinoam¨¦rica de 1982 y sin atender, simplemente, al sentido com¨²n.
La habilidad de los Gobiernos para manejar la pauta financiera de la econom¨ªa ha sido m¨¢s bien poca, dejando que esas burbujas crecieran durante a?os sin intervenir. Despu¨¦s, cuando la crisis se ve¨ªa venir, no se atrevieron a pincharlas, optando por remansar los problemas.
Esta forma de actuar tiene tres causas. La primera es la antigua y equivocada convicci¨®n de que s¨®lo la econom¨ªa real, la productiva, tiene importancia. Es decir, que si la industria se desarrolla, gana mercados internacionales y crea empleo, todo ir¨¢ bien. Pero eso depende de que tal crecimiento sea sano, se haga sin endeudarse m¨¢s all¨¢ de ciertos ratios y genere beneficios suficientes.
La segunda causa es la identificaci¨®n entre pol¨ªtica y empresas. En algunos pa¨ªses (Jap¨®n, Corea), los partidos pol¨ªticos en el Gobierno, durante d¨¦cadas, ten¨ªan fort¨ªsimas vinculaciones con los conglomerados industriales que dificultaban la adopci¨®n de medidas desagradables a tiempo. En otros pa¨ªses (Indonesia, Malasia) ha habido muy poca separaci¨®n entre pol¨ªticos y grandes empresarios: muchos de ellos pertenecen a las mismas familias.
La tercera es el fuerte peso de la tradici¨®n y la d¨¦bil institucionalizaci¨®n. La tradici¨®n, "el modo asi¨¢tico de hacer las cosas", del que se vanagloriaban empresarios y pol¨ªticos frente a Occidente, no puede resumirse en unas pocas l¨ªneas. Pero implica la primac¨ªa de las relaciones personales sobre las normas escritas. Es decir, equivale a favores mutuos, lealtades m¨¢s all¨¢ de la legalidad, compromisos, arreglos y compadreos. La prensa anglosajona ha comentado este aspecto denomin¨¢ndolo "capitalismo de amiguetes", pero eso es frivolizar algo tan serio como la fidelidad personal en esa tradici¨®n asi¨¢tica. Fidelidad que, por ejemplo, est¨¢ en la base del bajo desempleo, por darse por supuesta entre empresario y trabajador cuando sobra plantilla.
M¨¢s criticable es la d¨¦bil institucionalizaci¨®n. Ni bancos centrales, ni entidades supervisoras ni los tribunales han tenido la autoridad y los medios para impedir que se impusieran la costumbre o los compromisos sobre las leyes.
Otras veces, las leyes han sido laxas o incompletas. No les va a ser f¨¢cil superar la crisis sin reformas econ¨®micas que rompan monopolios, separen los grupos financieros de los bancarios y, sobre todo, den autoridad a las entidades supervisoras, dot¨¢ndolas de normas modernas. Pero eso lo har¨¢n antes o despu¨¦s. Las mayores dificultades ser¨¢n pol¨ªticas, como dijo Paul Krugman en Madrid hace unos d¨ªas. Porque hacen falta profundos cambios pol¨ªticos hacia una mayor transparencia y democracia. En algunos pa¨ªses ya han empezado esos cambios, como en Corea, pero en otros, como Indonesia, no puede sostenerse una dictadura que ha perdido con esta crisis su coartada econ¨®mica.
Sin embargo, la dificultad pol¨ªtica m¨¢s seria ser¨¢ superar el respeto hacia la forma tradicional de hacer las cosas. Que las instituciones est¨¦n por encima de las relaciones personales y no est¨¦ mal visto negar un cr¨¦dito o ejecutar garant¨ªas a un grupo amigo, o que suspender pagos no se vea como una humillaci¨®n para todo el pa¨ªs, por poner dos ejemplos.
El nacionalismo que ha sostenido el llamado modelo asi¨¢tico est¨¢ muy arraigado. Ah¨ª est¨¢ la imagen de los j¨®venes coreanos destruyendo productos occidentales como reacci¨®n contra una inexistente conspiraci¨®n occidental contra sus grupos industriales. Pasar¨¢ alg¨²n tiempo para que all¨ª se entienda que no se trata de patriotismo, ni de conspiraciones extranjeras, ni de eliminar de golpe una cultura de las relaciones humanas y una tradici¨®n formadas a trav¨¦s de los siglos.
Se trata s¨®lo de aceptar la importancia y las reglas de la parte financiera de las econom¨ªas modernas. El endeudamiento excesivo, la baja rentabilidad de las inversiones y la sobrecapacidad no se superan con "valores asi¨¢ticos". A los occidentales nos interesa que el FMI y los Gobiernos afectados acierten y esta crisis se supere pronto, aunque es de temer que ese cambio de mentalidad no sea tan r¨¢pido.
En cualquier caso, en el futuro las cosas ya no ser¨¢n igual, porque los ciudadanos de Corea del Sur y de Jap¨®n preguntar¨¢n por qu¨¦ ha sido necesario dedicar ingentes cantidades de dinero p¨²blico para sanear grupos financieros privados. Seguramente, muchos pensar¨¢n que la transparencia de las democracias occidentales no est¨¢ nada de m¨¢s.
Mientras, muchos banqueros no asi¨¢ticos que han concedido cr¨¦ditos a grupos coreanos o indonesios sin preguntar demasiado, tendr¨¢n que reconocer que han olvidado las lecciones de Latinoam¨¦rica en la d¨¦cada pasada. La experiencia y la memoria son valores muy apreciados en Asia que Occidente debe cultivar.
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