Los 90 a?os de Pedro La¨ªn
Ma?ana cumple 90 a?os Pedro La¨ªn Entralgo que naci¨® en la villa turolense de Urrea de Ga¨¦n el 15 de febrero de 1908. Este aragon¨¦s de pro alcanza esa noble edad con la mente en forma y el cuerpo menos triunfante aunque intacto porque nada suyo le han quitado ni puesto nada ajeno. Y todos los a?os nos asombra -como le dije a sus 88 a?os en los cursos que da, organizados por el Colegio Libre de Em¨¦ritos, sobre temas de cultura y de humanidades, por la lozan¨ªa de su pensamiento, la plenitud de su palabra y el volumen de su sabidur¨ªa.La vida se compone de a?os de formaci¨®n, de a?os de decisi¨®n y de momentos de plenitud y dominio, y los de desaliento y retirada. Pero la magnitud de cada uno de esos periodos var¨ªa en cada individuo, y La¨ªn yo dir¨ªa que no ha llegado a¨²n al postrero de ellos o lo ha hecho sin decadencia ni abandono. Es claro que La¨ªn no alberga ya ni la ingenuidad ni las ilusiones de su mocedad pero sigue siendo un hombre lleno de proyectos y de actividad, de tal modo, como dije en aquella ocasi¨®n, que su senectud plena de ¨¢nimo y escasa de melancol¨ªa es, en realidad, una vida madura ejemplarmente prolongada. Su cultura es inmensa, de primera mano, y sus oyentes ignorantes le agradecemos particularmente la cita oportuna y cabal de los grandes pensadores y de los grandes poetas y literatos, los cuales, a veces, logran descifrar mejor el misterio de la vida. Pero, adem¨¢s, sigue muy de cerca la actualidad, social, intelectual y pol¨ªtica. Un ejemplo reciente de ello es el haber formado parte del jurado que otorg¨® el "Premio Espasa l997" a ese libro nuevo y esclarecedor de Jon Juaristi, El bucle melanc¨®lico, sobre la cuesti¨®n vasca. Mantiene, adem¨¢s, frecuente colaboraci¨®n en este peri¨®dico analizando situaciones y problemas vivos de Espa?a y del mundo: sigue publicando. libros; da conferencias en distintos lugares de nuestra Pen¨ªnsula, y participa activamente en las sesiones de traba jo de las numerosas Academias a las que pertenece, en particular la de la Lengua y la de Medicina. No dir¨¢, pues, el lector que es un anciano este Pedro La¨ªn que Dios guarde.
El curso que ahora ha iniciado en el sal¨®n de la Biblioteca Nacional -demasiado estrecho para tantos oyentes como pretenden o¨ªrle- trata de Ciencia y humanismo. Sin duda, este t¨ªtulo puede simbolizar la doble vocaci¨®n que, desde sus a?os de formaci¨®n, alberg¨® en el alma de La¨ªn: el m¨¦dico historiador de la medicina -su gran labor llevar¨ªa a la creaci¨®n de esta asignatura en las facultades de Medicina espa?olas- y el humanista a la altura de los tiempos. Esta palabra, humanidades, se aplic¨® a lo largo de los siglos a realidades muy diversas pero ahora se busca "el conjunto de los hechos propiamente humanos sin limitaci¨®n alguna y sin prejuzgar la m¨¢s tenue interpretaci¨®n", seg¨²n la defini¨® el fundador del "Instituto de Humanidades".
Formidable expositor del pensamiento de los dem¨¢s y del suyo propio, La¨ªn se apoyar¨¢ en las distintas disciplinas que han ido perfeccionando los fil¨®logos, los historiadores, los moralistas, los fil¨®sofos, etc¨¦tera..., para ir en busca del conocimiento del hombre. Sin necesidad de ser un profesional de la filosof¨ªa, conoce muy a fondo las doctrinas de los grandes pensadores y, sin necesidad de ser un profesional de la filolog¨ªa cl¨¢sica, sabe sobradamente el griego y el lat¨ªn para leer directamente en sus textos a sus autores. Adem¨¢s, tiene el dif¨ªcil don de saber recoger esos pensamientos, situarlos en su contexto, citarlos oportunamente y ofrecerlos, claros y distintos, a sus fervorosos oyentes. Como por a?adidura es un buen escritor y notable dramaturgo, ha meditado asimismo, dentro de su humanismo, sobre ese gran hermeneuta del enigma de la vida que es la obra teatral.
Yo pienso que los tercios del tiempo -pasado, presente y futuro- hacen en cada persona distinta mella. Hay hombres atentos s¨®lo al pasado: son los nost¨¢lgicos para quienes cualquier tiempo pasado fue mejor; hay hombres ocupados con el. presente: suelen ser los incr¨¦dulos, poco dados a la fantas¨ªa, que miran la vida s¨®lo a medio plazo sin preocu parles las postrimer¨ªas; y hay los hombres que menosprecian los tiempos actuales y los anteriores y s¨®lo esperan de lo nuevo la salvaci¨®n del porvenir. El hombre sensato torea en los tres tercios. La¨ªn es hombre que lanza su mirada sin dificultad, y sin dejar de mirar el presente por donde pisa, a ambos lados de su ¨¦poca: con ternura, y a veces con indulgencia, a lo que hicieron o pretendieron hacer en su tiempo nuestros antepasados; y con esperanza, no exenta de temor, a la nueva sociedad que emerge por el horizonte. No en balde uno de sus libros m¨¢s famosos es La espera y la esperanza, que yo tuve la suerte de editar en las ediciones de la "Revista de Occidente". En ¨¦l filiaba lo que hab¨ªan pensado poetas, literatos, cient¨ªficos y pensadores sobre ese fen¨®meno humano tan peculiar de la esperanza, que el ilustre profesor comparaba graciosamente con el empe?o del bar¨®n de M¨¹nchhausen de salir del pozo donde hab¨ªa ca¨ªdo tirando de su propia coleta. Y como La¨ªn explica en su libro, la esperanza -y su sentimiento contrario, la desesperaci¨®n- s¨®lo cabe cuando el mundo ha perdido la fe de sus mayores, las firmes creencias -falsas o ciertas, pero vigentes- que sosten¨ªan el edificio social y pol¨ªtico y la confianza entre las gentes, aunque hubiera muchas injusticias. Son los momentos de crisis: lo antiguo ya no sirve; lo nuevo parece, a la vez, atractivo y temible; la vida cobra amargor y parece o¨ªrse el fragor del terremoto de la historia.
Las ciencias f¨ªsicas y matem¨¢ticas se apoyan en la raz¨®n pura, son racionales pero, aparte que su verdad es, en general, provisional, pues puede venir un experimento que obligue a otra explicaci¨®n del mundo m¨¢s compleja -las ciencias son falseables, dec¨ªa Popper- el hombre necesita de las ciencias blandas, de la verdad razonable, que son las que en el fondo nos pueden aclarar algo de ese extra?o ser que somos los humanos. De esto est¨¢ empezando a hablar en este curso Pedro La¨ªn.
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Al cual s¨®lo tengo que hacerle un reproche, recordando lo que contaba mi abuelo, Jos¨¦ Ortega Munilla, de cuando segu¨ªa, mozo a¨²n, estudios eclesi¨¢sticos en el seminario de Gerona, ciudad donde estaba destinado su padre. "Mos¨¦n Antonio Riera -dice mi abue lo- un laborioso humanista que era mi maestro cuando yo estudiaba lat¨ªn en el seminario de Gerona por el a?o 1867, no se contentaba con que traduj¨¦ramos a Horacio y supi¨¦ramos la Ep¨ªstola a los Pisones, sino que nos daba adem¨¢s lecciones de conducta, a las que serv¨ªa de base esta afirmaci¨®n: Bien est¨¢ que aprend¨¢is el lat¨ªn, pero aprended antes el castellano (aclaro yo: era un cl¨¦rigo de la monta?a gerundense al que todav¨ªa no hab¨ªa alcanzado ning¨²n catalanismo) y en ese idioma deb¨¦is conocer principalmente una palabra, la m¨¢s dif¨ªcil de pronunciar aunque s¨®lo se compone de dos letras: NO". Y La¨ªn debe decir no con mayor frecuencia a los que le atosigan pidi¨¦ndole pr¨®logos, presentaciones y viajes a luga res alejados que le quitan de su verdadera misi¨®n: pensar, escribir y orientar al pr¨®jimo que le escucha.
?Felicidades, Pedro La¨ªn! ?Y que nos veamos de nuevo bien avanzado este siglo XXI que -pienso que estamos de acuerdo- ha empezado ya en 1989 al caer el muro de Berl¨ªn!
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