Voces luminosas para una est¨¦tica claustrof¨®bica
El Teatro Real ha perdido una oportunidad de oro para redondear un triunfo en toda regla en el terreno que m¨¢s les motiva a sus actuales dirigentes: la ¨®pera italiana con posibilidades de gran espect¨¢culo.Y ha perdido esa oportunidad por el lado aparentemente menos complicado: la realizaci¨®n esc¨¦nica. Las voces principales se desenvolvieron con soltura en sus cometidos. Jane Eaglen compuso una Princesa de Hielo firme y potente, pero sin perder jam¨¢s el lado cantabile del personaje y caer en la caricatura; Ver¨®nica Villarroel dibuj¨® una Li¨² llena de car¨¢cter y sensibilidad, sin dejarse llevar nunca por el exceso de dulzura y la blandenguer¨ªa; y, en fin, el joven tenor Vladimir Galouzine, tras un par de imprecisiones en los primeros actos, dio lo mejor de s¨ª mismo en el ¨²ltimo con un Nessum dorma de impecable l¨ªnea, que hizo vibrar de gusto a m¨¢s de un fan de la l¨ªrica pura.
Turandot
De Giacomo Puccini. Libreto de Adami y Simoni basado en la f¨¢bula de Carlo Gozzi. Orquesta Sinf¨®nica de Madrid. Coro de Valencia y Escolan¨ªa Nuestra Se?ora Virgen del Recuerdo. Direcci¨®n musical: Wladimir Jurowski. Direcci¨®n esc¨¦nica: Jeremy Sutcliffe, a partir de la original de Andr¨¦i Serban. Producci¨®n del Covent Garden de Londres (1984). Con Jane Eaglen (Turandot), VIadimir Galouzine (Calaf y Ver¨®nica Villarroel (Li¨²). Teatro Real, 14 de febrero.
De las voces vinieron los mejores momentos de la noche, pero hubo m¨¢s cosas estimables. El director musical Wladimir Jurowski llev¨® la obra con oficio y pulso dram¨¢tico, sabiendo perfectamente lo que se tra¨ªa entre manos. La Sinf¨®nica de Madrid respondi¨® a la medida de sus posibilidades. Tuvo fuerza en algunas escenas y mostr¨® en otras su falta de entidad oper¨ªstica. Va mejorando, evidentemente, pero est¨¢ a¨²n lejos de ser la orquesta que un teatro como el Real necesita.
Una producci¨®n de Turandot debe, al menos, tener cierta unidad est¨¦tica-estil¨ªstica, conseguir un equilibrio entre intimidad y espect¨¢culo, y resolver el problema de la pasividad del coro.
Oscuridad
La del Covent Garden de Londres, de 1984, es claustrof¨®bica y distante. Sit¨²a al coro como espectador que comenta la acci¨®n en un teatro de corte popular -?en la ¨¦poca mao¨ªsta?- acotando, por consiguiente, las posibilidades espaciales del escenario. En este teatro dentro del teatro, la representaci¨®n se inclina por una est¨¦tica chillona en el vestuario y populista (?pensando, quiz¨¢, en la ¨®pera china?) con unas coreograf¨ªas la mayor parte de las veces gratuitas y con un predominio excesivo de la oscuridad para lo que sugiere la m¨²sica de Puccini y, por supuesto, la f¨¢bula dieciochesca de Carlo Gozzi que retoma la antigua leyenda persa de Turandot. No se opta por una opci¨®n realista, sino m¨¢s bien por una mezcla de simbolismo y ritual, pero falta grandeza, fantas¨ªa y capacidad de evocaci¨®n. No es, ni mucho menos, la soluci¨®n ideal para mostrar las posibilidades art¨ªsticas y t¨¦cnicas del Teatro Real.Turandot, la ¨²ltima ¨®pera de Puccini -su caracter¨ªstica incompleta es secundaria; tambi¨¦n lo es la Piedad Rondamini de Miguel ?ngel, y ah¨ª est¨¢ su grandeza-, es hoy uno de los t¨ªtulos de moda en el mundo de la l¨ªrica. Aportaciones como la del cineasta Zhang Yimou (en septiembre se representar¨¢ en la Ciudad Prohibida, de Pek¨ªn) o como la del pintor David Hockney para las ¨®peras de San Francisco y Chicago han contribuido a dar a esta ¨®pera un toque de frescura y modernidad. Es una l¨¢stima que los dirigentes del Real no hayan optado por presentar en Madrid alguna de estas tendencias, mucho m¨¢s acordes con la est¨¦tica de los tiempos que corren.
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