"La melancol¨ªa es la esencia de la identidad escandinava"
Jerusal¨¦n es un viejo sue?o de Bille August. En 1988, cuando rodaba Pelle el conquistador, se enamor¨® de una obra "que pon¨ªa en juego todas las grandes cuestiones de la vida". La novela, dice desde Londres en conversaci¨®n telef¨®nica, "es un sutil tratado de moral y de ¨¦tica. Todo el mundo puede equivocarse, a veces incluso de forma desastrosa, pero el amor nos da siempre la oportunidad de reconciliarnos".
Inspir¨¢ndose en ese lema tomado de la novela de la escritora sueca Selma Lagerl?f (1858-1940), Premio Nobel en 1909, August narra el alucinante viaje desde una aldea sueca hasta la Ciudad Santa emprendido a fines del siglo XIX por 40 granjeros suecos a los que embauca un predicador evangelista de verbo apocal¨ªptico. Pero la historia, de tres horas de duraci¨®n, "es, m¨¢s que una pel¨ªcula religiosa, una epopeya amorosa, de un relato sobre el poder universal del amor y la necesidad de sentirlo".
En segunda instancia, la pel¨ªcula refleja el inmenso poder manipulador de la religi¨®n, "que llega a ser terror¨ªfico cuando afecta a gente que vive en ambientes culturalmente pobres". "Lo importante, de todos modos, es que aquellos hechos sucedieron en 1896, y un siglo despu¨¦s las cosas parecen iguales", prosigue August. "Algo pasa con los finales de siglo, la gente empieza a ser muy vulnerable y sensible, hay una gran falta de fe en la pol¨ªtica y m¨¢s necesidad de l¨ªderes fuertes y religi¨®n. En esas condiciones, resulta muy f¨¢cil manipular. Es un momento muy peligroso".
Fanatismo
Los personajes de Jerusal¨¦n se convierten en bloque a un fanatismo sin alternativa. Pero el director y guionista fija su mirada m¨¢s all¨¢, en los deseos m¨¢s ¨ªntimos de cada uno de ellos. Y as¨ª teje una pel¨ªcula que parece coral, pero que es a la vez profundamente intimista, extra?a mezcla de momentos dram¨¢ticos, fantas¨ªa y contenci¨®n narrativa. "No s¨¦ si sigo la misma l¨ªnea de Dreyer, Bergman y Von Trier. Me considero buen amigo de Bergman y soy colega ¨ªntimo de Lars. Pero, aunque tratemos los mismos temas, me parece que los vemos de forma distinta".August sabe que hay espectadores que sienten rechazo por ese tipo de cine que bucea sin bombona en el interior del hombre. Y sabe tambi¨¦n que, jugando con las emociones, se corre un riesgo enorme: atravesar la l¨ªnea de la profundidad po¨¦tica, caer de bruces en el maximalismo puro y duro. "Si me enamor¨¦ de esta historia es porque es un drama que se apoya en las relaciones entre diversas emociones. Pero s¨®lo me interesa contar c¨®mo hace la gente las cosas, no por qu¨¦ las hace. Cuando hago cine en Escandinavia, procuro respetar todo lo que puedo la identidad escandinava. La melancol¨ªa profunda es la esencia de esa identidad, y yo no quiero cambiar eso. Es lo m¨¢s importante. Aunque no deja de parecerme triste que haya gente que considere ese tipo de cine como arte y ensayo, y aunque sea muy triste que eso reste p¨²blico y distribuci¨®n. Pero tal vez es, simplemente, que la gente se ha vuelto perezosa y prefiere pensar poco".
"Vivimos en un mundo que respeta cada vez menos al hombre como criatura espiritual y emocional; y es importante para m¨ª, cada vez m¨¢s, hacer este tipo de pel¨ªculas", ha dicho August, aunque eso no le ha impedido realizar dos incursiones hollywodenses que no duda en calificar de "comerciales". La casa de los esp¨ªritus (1993), adaptaci¨®n de la novela de Isabel Allende, y Los miserables, que se estrenar¨¢ en mayo en Estados Unidos, con Liam Neeson y Uma Thurman. "En Hollywood es todo blanco o negro. No hay matices. La primera experiencia fue muy dura y dif¨ªcil, pero aprend¨ª mucho: a lidiar con los compromisos que impone el estudio, con las estrellas, con esa mentalidad del target (diana comercial) que no admite condiciones. Soy consciente de lo que he hecho y asumo la responsabilidad".
En el compacto reparto de Jerusal¨¦n destaca sobre todos la mujer del director, Pemilla August, actriz teatral en sus inicios, ni?era Maj en el ¨²ltimo filme de Ingmar Bergman, Fanny y Alexander (1982), y protagonista de Las mejores intenciones, con la que logr¨® el premio a la mejor interpretaci¨®n en Cannes. Tambi¨¦n reaparece el viejo fen¨®meno Max Von Sydow, en un breve y asombroso vicario tolerante, pero el descubrimiento es sin duda Maria Bonnevie, actriz noruega de 22 a?os que hace su deb¨² con Gertrud, un personaje intenso, ba?ado en primeros planos, idas y vueltas, dudas, fortaleza y delirio. Su belleza de ¨¢ngel fascin¨® a August: "Hicimos un casting con 500 actrices y s¨®lo hizo falta verla para elegirla. Es una mujer ¨²nica, un ser profundo, maduro e infantil a la vez".
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