El olor
Antes de que estallara la guerra en Irak, nos hemos montado aqu¨ª nuestra batalla del Golfo.-Desde que el PP tom¨® la iniciativa -antes y despu¨¦s de 1996- no viene necesitando Espa?a mucho exterior para sentir intensamente. M¨¢s bien, constatando lo mal que se desenvuelven, posan o negocian los jefes del PP en las afueras, se entiende que cualquier cosa se encierre en la despensa nacional. No es s¨®lo cuesti¨®n de gusto por estar en casa, sino reflejo del apocamiento para alternar bien. Sin ideas, sin grandeza, es dif¨ªcil ir muy all¨¢ y la consecuencia es acabar enrareciendo la casa de detritus, insultos, embustes, maltratos que embotan el espacio dom¨¦stico y estimulan la tentaci¨®n de escapar. Se ve, a poco que se sopese -a los actores dentro del teatro PP, que la funci¨®n va a ser, d¨ªa tras d¨ªa, una reiteraci¨®n de lo que hoy vivimos con la delaci¨®n de Anson, y ma?ana, con los de Ajuria Enea o las sonadas murgas de CiU. Todos tienen contra¨ªdo ya el mismo virus yatrog¨¦nico y es dudoso que desde esa patolog¨ªa se logre capacidad para abrir las ventanas y hacerse cargo de que la vida, incluso la pol¨ªtica, posee proporciones de calidad. Estos tiempos recuerdan demasiado a los plomizos a?os de la autarqu¨ªa, cuando lo mundial era una entidad desva¨ªda y s¨®lo importaba el olor del puchero o la hendiondez del patio interior. Algo de todo esto ha llegado con la instalaci¨®n del PP. El exterior se ha disipado mucho mientras, por contraste, los asuntos ratoneros y secuaces, los detalles de maruller¨ªa o mera necedad, han retornado como en la ¨¦poca del olor a productos rancios y las restricciones de la luz. Incluso en el ca?¨ª del Espa?a va bien, se advierte esa memoria abominable, tal como si el pa¨ªs, campeador y renovado, hubiera retrocedido muchos a?os y con ello las ganas de acicalarse y salir ya del brazo con las cuestiones del 2000.
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