Nuevo trauma del Madrid en Tenerife
El equipo de Heynckes se desploma inexplicablemente frente a un rival con diez jugadores
El Madrid volvi¨® a padecer el efecto Tenerife. Es decir, una derrota traum¨¢tica, inexplicable en alg¨²n caso y muy explicable en otros. Despu¨¦s de una primera parte infame, Heynckes arregl¨® las cosas con el retorno del rombo, traducido en un juego m¨¢s punzante, m¨¢s acorde con las caracter¨ªsticas del equipo, m¨¢s cercano a lo que se espera de un conjunto desaprovechado en los dos ¨²ltimos meses. Pero el Madrid tambi¨¦n sufri¨® defectos estructurales, la clase de problemas que superan a tal o cual entrenador. El Madrid perdi¨® por su facilidad para desestabilizarse, por sus malas respuestas defensivas, por su incapacidad para gobernar un partido que ten¨ªa ganado. Es decir, fue el mismo equipo que sali¨® destruido en aquellos dos famosos partidos que se han incorporado a la historia negra del madridismo. Enfrente, el Tenerife record¨® a aquel viejo Tenerife, capaz de observar las carencias de su rival y de hincarle la piqueta. Lo hizo con diez jugadores, tras salvar una situaci¨®n muy desventajosa, con una fe indestructible. Con grandeza.Fue un partido descontrolado, desconcertante porque a la ins¨ªpida primera parte sigui¨® un encuentro ingobernable, con seis goles y con el viejo aroma que preside el duelo entre estos dos equipos. Otra vez el Madrid sali¨® traumatizado de Tenerife, despu¨¦s de recuperarse de su desastrosa actuaci¨®n en la primera parte. Heynckes gir¨®, volvi¨® a sus or¨ªgenes, dispuso el famoso rombo y su equipo consigui¨® levantar el partido. Pero no logr¨® defenderlo. Como en aquellas jornadas inolvidables que le costaron dos Ligas, el Madrid volvi¨® a descomponerse. No s¨®lo permiti¨® la victoria del Tenerife, que jugaba con diez, sino que acab¨® el partido sin Redondo y Sanch¨ªs, expulsados durante el hundimiento madridista.
Con todos los problemas que se quieran, el Madrid ten¨ªa un aspecto definido durante al ¨¦poca en la que utiliz¨® el rombo en el medio campo. Era una idea af¨ªn a Heynckes, que la mantuvo hasta que la presi¨®n de los jugadores y de alg¨²n directivo se hizo insostenible. Se dec¨ªa que con un medio centro el Madrid sufr¨ªa demasiado en el aspecto defensivo. Quiz¨¢, pero la inclusi¨®n de otro tap¨®n junto a Redondo no mejor¨® al equipo. Ocurri¨® lo contrario: el Madrid se desestabiliz¨® en todos los sentidos. El rombo hizo mucho por la recuperaci¨®n del Madrid en Tenerife. La primera parte fue un cat¨¢logo de desprop¨®sitos, aliviada de alguna forma por el voluntarioso ejercicio del Tenerife, que actu¨® con m¨¢s propiedad que el Madrid.
Lillo hizo un cosa muy sensata en su presentaci¨®n como entrenador: puso a los mejores y a casi todos en sus puestos naturales. El resto correspondi¨® al estado de ¨¢nimo. En cualquier disputa, en los balones divididos, en la fe para correr al adversario, el Tenerife super¨® al Madrid, que actu¨® durante el primer tiempo con el aire burocr¨¢tico que le caracteriza en los ¨²ltimos tiempos. Rodaba el bal¨®n sin criterio, con los laterales inactivos, con Redondo y Jaime solap¨¢ndose, incapaces de controlar a Juanele. En las bandas, V¨ªctor apenas ten¨ªa peso y Savio apenas recib¨ªa el bal¨®n. Sobre Suker no hab¨ªa mucho que decir. S¨®lo Mijatovic parec¨ªa capaz de conseguir algo productivo. Pero el paisaje era desolador.
Descontrol
Antes de que el partido entrara en un fabuloso descontrol, el Tenerife realiz¨® un poco mejor las peque?as cosas del f¨²tbol y con eso le bast¨®. Jokanovic y Emerson superaban a Redondo y Jaime, y Juanele superaba a todos. Lo dem¨¢s fue marginal. Los errores se sucedieron en los dos equipos, con defectos defensivos de primer orden y con un f¨²tbol muy poco juicioso. Heynckes se debi¨® encontrar en una situaci¨®n desesperada, porque volvi¨® sobre sus pasos y recobr¨® el dibujo original del Madrid en esta temporada. Sali¨® Jaime y entr¨® Guti. O sea, un volante de enganche por un medio tap¨®n. Y Guti estuvo irreprochable. Jug¨® con altura, clase y decisi¨®n. La inclusi¨®n de Morientes por Suker tambi¨¦n mejor¨® las prestaciones de la delantera. Pero antes de todo eso lleg¨® el gol de Roberto Carlos.Ese remate desde la l¨ªnea de fondo vestir¨¢ la portada de los peri¨®dicos, ser¨¢ mil veces revisado en la televisi¨®n y quedar¨¢ como uno de los goles de la temporada. Para estas cosas, Roberto Carlos se las pinta. El a?o pasado emboc¨® un memorable tiro libre ante Francia, con todas las curvas posibles y alguna imposible. Pues ¨¦ste no fue peor: lleg¨® como un hurac¨¢n, alcanz¨® un pase que se perd¨ªa por la raya y desde all¨ª enganch¨® un remate violent¨ªsimo que primero se dobl¨® hacia fuera y luego gir¨® inopinadamente hacia la porter¨ªa, ante el estupor de Ojeda, que se qued¨® con la manita bailando en busca del bal¨®n, que entr¨® por el ¨¢ngulo, como era de ley. Fue el preludio de una avalancha de goles y de un partido desarbolado, con una mejor¨ªa evidente del Madrid con respecto al primer tiempo, concretada en sus numerosas llegadas al ¨¢rea del Tenerife. Funcionaron Guti, Mijatovic y Savio, y era dif¨ªcil pensar en otra cosa que en la victoria madridista.
Pero tras el gol de Savio se advirtieron dos defectos capitales: prosigui¨® el desorden defensivo y falt¨® una l¨ªnea de actuaci¨®n. Pudo decidirse el Madrid por una defensa f¨¦rrea, poblada de jugadores, o por su superioridad en el uso de la pelota. Ni una cosa, ni otra. Fue un equipo indefinido y desbordable, sin ninguna contundencia defensiva. En ese aspecto, es un equipo muy poco trabajado. Por esa v¨ªa aprovech¨® el Tenerife para reba?ar un triunfo que se antojaba imposible. Encontr¨® todos los agujeros defensivos y bati¨® al m¨ªsmo Madrid de los viejos desastres en Tenerife: el equipo desanimado, desconcertado y desaprovechado que vive trauma tras trauma en las islas.
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