La monter¨ªa
Est¨¢ en lo cierto Luis Mar¨ªa Anson. Conspiraci¨®n, conspiraci¨®n,en el sentido estricto de la palabra, no la ha habido. Porque una conspiraci¨®n pol¨ªtica de verdad implica riesgo, y en esto que ha empezado a contar Anson el ¨²nico riesgo corrido por los protagonistas es el de una indigesti¨®n o una resaca (todo se hac¨ªa, seg¨²n se cuenta, comiendo y bebiendo en abundancia).Una buena conspiraci¨®n arriesgada fue, por ejemplo, la de la familia de los Pazzi, en la Florencia renacentista. Se conjuraron con el arzobispo Salviati para asesinar, daga en mano y en plena misa, a los dos hermanos Medici ante el altar mayor del Duomo. S¨®lo lograron apu?alar a muerte a Giuliano, mientras Lorenzo se zafaba y luego los pasaba a cuchillo a todos. Hubo gran riesgo, pues, y no s¨®lo eso: tambi¨¦n tragedia, patetismo, incluso cierta salvaje grandeza...
En cambio, lo que cuenta Anson no ha sido eso: ha sido monter¨ªa. Es decir, una s¨¢dica crueldad interesada y sin riesgo alguno, un revival de las partidas de caza del Caudillo, que los de mi edad ve¨ªamos a menudo en el No-Do.
Durante ciertos a?os -en lo que eufem¨ªsticamente se ha llamado "el r¨¦gimen anterior"-, la monter¨ªa, con el Caudillo cuidadosamente depositado en el puesto central, en una especie de sagrario cineg¨¦tico, rodeado de toda la inefable corte de los milagros del poder¨ªo franquista, se convirti¨® en la m¨¢s rotunda met¨¢fora del poder.
All¨ª, mientras los subalternos y la inevitable jaur¨ªa jaleaban y persegu¨ªan la presa hasta situarla a c¨®modo tiro de los jerarcas, ¨¦stos -es decir, los que hab¨ªan logrado el acceso al sancta sant¨®rum m¨¢s emblem¨¢tico del poder- disparaban a matar sin riesgo alguno, c¨®modamente apoltronados en sus puestos de caza, mientras de paso ligaban alg¨²n negociete.
Lo que Luis Mar¨ªa Anson ha desvelado (en parte) es un episodio tard¨ªo de la cultura pol¨ªtica de la monter¨ªa. No ha habido, en todas esas vicisitudes, riesgo alguno para sus autores (si descontamos el t¨¢ndem Conde-Perote, que en parte forma parte de otra historia). Ni, por descontado, ha habido asomo ninguno de romanticismo conspirativo, por mucho que el se?or Garc¨ªa Trevijano cultive cuidadosamente una estampa de viejo garibaldino. S¨®lo hemos podido apreciar la fofa comodidad de la buena monter¨ªa de los viejos tiempos, con su sadismo hip¨®critamente disimulado, su ferocidad bien abrigada, su chupeteo de petaca de whisky, sus sombreros tiroleses y, en general, su indumentaria campera de estricta etiqueta franquista. Sin olvidar la imprescindible confraternizaci¨®n (a medio camino entre la campechan¨ªa nacional-cat¨®lica y la camarader¨ªa cuartelera) con alg¨²n mayoral rojillo.
Lo que sorprende es que este espect¨¢culo, con todos sus penosos y bien obvios detalles, no haya sido visible para todos hasta ahora, despu¨¦s de las revelaciones de Anson. Que santa Luc¨ªa conserve la vista, de cara al futuro, a todos los que, desde 1994, han venido acusando de conspiracionitis a los socialistas.
Recuerdo, por ejemplo, que en enero de 1996, un par de meses antes de las elecciones generales que dieron una apurada victoria al PP, el partido socialista celebr¨® una conferencia pol¨ªtica, en una atm¨®sfera de profunda preocupaci¨®n. La raz¨®n de la inquietud socialista se hallaba, en aquellos momentos, en el hecho de que, como dir¨ªa Durrenmatt, "ni ¨¦ramos lo que fuimos ni ¨¦ramos lo que deb¨ªamos ser". Se trataba de corregirlo.
Dos ideas-fuerza surgieron de aquel encuentro. La primera, que los socialistas hab¨ªamos cometido, por activa o por pasiva, muy graves errores, que no cab¨ªa disimular, sino corregir r¨¢pida y dr¨¢sticarnente. Recibimos aplausos por ello (sinceros, por cierto, en la mayor¨ªa de los casos ). Pero nuestro segundo mensaje fue de alerta: avisamos sobre la existencia de una "l¨ªnea oscura" a trav¨¦s de la cual un grupo de gentes del mundo pol¨ªtico, medi¨¢tico, judicial y financiero iba agregando una "coalici¨®n negativa" para imponer sus intereses mediante el uso de su fuerza, que era muy considerable y tal vez pol¨ªticamente decisiva si era usada sin escr¨²pulos (como lo fue). Esta "coalici¨®n negativa" nunca dio la cara. Se mov¨ªa en la oscuridad, borrando pistas, tratando de confundir al m¨¢ximo a la opini¨®n p¨²blica. Esta l¨ªnea de actuaci¨®n no pod¨ªa salir a la luz, so pena de alienarse apoyos entre el p¨²blico y, cosa m¨¢s importante, desencadenar reacciones contrarias y decisivas en sectores mayoritarios de la opini¨®n p¨²blica. Se trat¨®, pues, en todo momento, de una "l¨ªnea oscura" que movilizaba, armonizaba e integraba, en un dise?o pol¨ªtico com¨²n, a todos los protagonistas interesados en destruir al enemigo principal mediante una operaci¨®n de "acoso y derribo", como ahora reconoce Anson. Lo ¨²nico visible, hasta las recientes declaraciones de ¨¦ste, fue la cacerolada medi¨¢tica.
Y ah¨ª, con esa denuncia de nuestra conferencia pol¨ªtica (y tambi¨¦n antes, desde 1994), recibimos el varapalo de los enterados. Especialmente de algunos que despu¨¦s del acceso del PP al Gobierno han jugado, muy a su pesar, el papel de presas potenciales de nuevas monter¨ªas, en las que el sadismo apoltronado de los cazadores disparaba a matar, ya no en el campo pol¨ªtico, sino en el de los medios de comunicaci¨®n. Cualquier intento de explicaci¨®n de ese proceso de "coalici¨®n negativa" era denunciado como un ¨²ltimo recurso a la desesperada, por parte de los socialistas, que se inventaban "conspiraciones" inexistentes, o apelaban a un miedo a la derecha completamente rid¨ªculo y fuera de lugar a estas alturas del siglo. Resulta sarc¨¢stico comprobar c¨®mo estas cr¨ªticas fueron displicente e ingenuamente avaladas y reforzadas, ganando credibilidad, por influyentes sectores democr¨¢ticos y moderados del mundo empresarial y medi¨¢tico que hoy se han convertido, muy a su pesar, en v¨ªctimas muy principales de la estrategia de la derecha en el poder.
S¨®lo algunos, fuera de nuestro campo, vieron o hablaron claro. Algunos insospechados, como El Gran Wyoming, que habl¨® de "esta abyecta y cruel postura de estos personajes que ahora quieren volver a encarcelar a sus rivales, al amparo de las instituciones democr¨¢ticas y del silencio c¨®mplice de muchos".
A prop¨®sito de la publicaci¨®n de los Cuadernos robados de Aza?a, se ha dicho que el principal defecto pol¨ªtico de don Manuel era "su incapacidad cong¨¦nita para calibrar la furia de sus adversarios". Ojal¨¢ no sea ¨¦sta la carencia de los dem¨®cratas espa?oles en esta hora. Frente a la "coalici¨®n negativa" que quiere reforzar su poder m¨¢s y m¨¢s, especialmente sus instrumentos de presi¨®n (e intimidaci¨®n) sobre los sectores econ¨®micos, financieros y medi¨¢ticos, para mediatizar y condicionar el libre juego de la democracia (para "impedir que el pueblo se equivoque", como ha venido a decir Anson), es necesaria, hoy m¨¢s que nunca, la "coalici¨®n positiva" de los dem¨®cratas.
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