'Ahora s¨ª': una ideolog¨ªa para el 98
Un nuevo a?o no es una an¨¦cdota, como no lo es un nuevo d¨ªa: los ciclos vitales del hombre van unidos a estas eventualidades del calendario, que determinan nuestra conducta m¨¢s de lo que pensamos. Menos a¨²n es una an¨¦cdota el cambio de siglo, cada vez, m¨¢s cerca. Y me refiero al marco cultural en el que estas cosas existen y tienen influencia. Y en este sentido, los balances de a?o viejo y las esperanzas que se ponen en el nuevo son muy relevantes. La ciencia no confirma la creencia com¨²n de que estas fronteras son un mero artificio y como tal funcionan. Muy al contrario, desde las enfermedades a los estados de ¨¢nimo, las fronteras cronol¨®gicas definen variedades del alma y del cuerpo.Aunque no lo parezca, ¨¦ste es un circunloquio necesario para hablar de cuestiones pol¨ªticas, electorales y de comunicaci¨®n, un bloque tem¨¢tico unido por el inter¨¦s pol¨ªtico del nuevo a?o y, por tanto, del futuro m¨¢s inmediato. Cuestiones unidas tambi¨¦n por el morbo de las encuestas, premoniciones y adivinaciones varias, en las que la vida pol¨ªtica cobra el inter¨¦s de la serie negra y del gore. El nuevo a?o induce, por s¨ª mismo, cambios: obliga a ellos. Se cierra el cansancio de los ¨²ltimos meses, el agotamiento discursivo, y el p¨²blico renueva sus expectativas, al tiempo que los partidos se sienten tambi¨¦n obligados a decir algo nuevo o que parezca nuevo. El fin de a?o es algo m¨¢s que una dulce o amarga fiesta.
Desde el 3 de marzo de 1996, el cambio de partido en el Gobierno oblig¨® a todos los partidos pol¨ªticos a revisar su papel en el conjunto del sistema democr¨¢tico, y as¨ª lo han hecho o intentado hacer todos. La comunicaci¨®n pol¨ªtica partidaria, ci?¨¦ndome sobre todo a los dos grandes partidos de Estado, el PP y el PSOE, es hoy bastante irreconocible si la comparamos con la anterior a esas fechas. En el caso del PP, se ha producido un intento de cambio casi radical (un "ahora s¨ª" referido al car¨¢cter hist¨®rico de la derecha y a sus deseables pero dif¨ªciles evoluciones positivas) que no ha cuajado del todo por culpa de la propia inercia partidaria (la tendencia, fort¨ªsima en los grandes partidos, a permanecer en sus conductas, que en este caso se ha expresado en actitudes "hist¨®ricas" no muy ejemplares hacia diversas cosas, como los medios de comunicaci¨®n y el sistema judicial), pero que ha logrado algunas metas parciales de alguna relevancia.
Y en el caso del PSOE, esa comunicaci¨®n ha basculado sobre el cambio de su secretario general y la apertura de expectativas, una especie tambi¨¦n de "ahora s¨ª", pero muy problem¨¢tico en el marco de un discurso pol¨ªtico que pasa por dificultades de articulaci¨®n, sobre todo si creemos, con algunos datos en la mano, que su declive electoral tiene m¨¢s que ver con esos problemas de renovaci¨®n discursiva (cambios de fondo y forma) que con el tema demasiado obvio (y por tanto muy enga?oso a estos efectos) de la corrupci¨®n. El cerco al que estuvo sometido el PSOE durante los ¨²ltimos a?os de su mandato tuvo m¨¢s efectos interiores que exteriores o electorales, al facilitar, reforzar y favorecer un cierto estado interior de pereza intelectual defensiva ("las cosas son como son, como siempre han sido y como van a ser ma?ana", dice el poeta Jos¨¦ Hierro resumiendo esa pereza) que limita las posibilidades de introducir una renovaci¨®n real de puntos de vista sobre temas clave, alguno o algunos de los cuales ha reaparecido y ha hecho estragos recientemente en Galicia sobre el discurso socialista. Mucho m¨¢s all¨¢ del tema concreto de las nacionalidades, el aviso gallego, para quien sepa leer lo all¨ª ocurrido, trasciende ese tema y abre una serie de cuestiones que afectan al conjunto del discurso pol¨ªtico socialista: cambios, sobre todo, en sectores urbanos del electorado, que anuncian novedades dif¨ªciles de conocer y predecir, cambios de un nivel complejo que habr¨ªa que adjetivIzar como cognitivos o de conocimiento profundo sobre la vida pol¨ªtica y econ¨®mica. Podr¨ªa resumirse todo ello con el r¨®tulo hist¨®rico del The Times they are a-changIn de Bob Dylan: la evoluci¨®n de las clases medias urbanas va se?alando esos cambios con mucha intensidad en los ¨²ltimos a?os, y parecen cambios, como en la canci¨®n, "de los tiempos", es decir, fuertes y profundos. Tampoco la clase obrera cl¨¢sica es ajena a estos movimientos. Y todo ello define una situaci¨®n inabordable desde perspectivas socialistas cl¨¢sicas o conservadoras, porque la comunicaci¨®n pol¨ªtica no es s¨®lo una cuesti¨®n tecno-publicitaria (y esto lo es s¨®lo en peque?a medida), es, y sobre todo es, una cuesti¨®n de creencias y del discurso que las articula y transmite.
Lo que las encuestas van mostrando en los ¨²ltimos meses es algo bastante enrevesado, pero concordante con las consideraciones anteriores: el electorado decidido a votar (que es un electorado fiel, normalmente) permanece en sus opciones: hay una situaci¨®n de casi empate en voto directo. Pero el electorado indeciso parece decantar el voto hacia el PP), y parece hacerlo de forma creciente a trav¨¦s de diversos indicadores. Si esto es as¨ª, el voto a la derecha ser¨ªa un voto con tendencia ascendente y el voto socialista ser¨ªa declinante. En estas condiciones, la publicaci¨®n de encuestas favorables al PP favorece 7al PP (cosa que no ocurr¨ªa en las v¨ªsperas del 3 de marzo de 1996, y que el PP acus¨® en los resultados, tan endebles en relaci¨®n con sus expectativas). Esto es una situaci¨®n relativamente nueva: el efecto de arrastre de voto parece estar funcionando, de momento, a favor de los populares. Las condiciones demosc¨®picas son favorables para que as¨ª ocurra.
Pero las encuestas expresan coyunturas concretas, y no hay ninguna garant¨ªa de que la situaci¨®n se mantenga en esa tendencia. Podr¨ªa ser mucho m¨¢s interesante atender al debate pol¨ªtico en curso, y dentro de ese debate, atender a la manera en que cada partido articula lo que m¨¢s arriba llamaba el ahora s¨ª, que parece la ideolog¨ªa pr¨¢ctica del momento: el PP intentando asentarse como una derecha nueva ("ahora s¨ª"), din¨¢mica, abierta, tolerante y eficaz, y el PSOE intentando construir algo nuevo-. desde una renovaci¨®n creencial y discursiva (ahora s¨ª) que deber¨ªa ser real, para retomar as¨ª el inter¨¦s de las clases medias urbanas y evitar la fuga de la clase obrera cl¨¢sica. Y al fondo del escenario pol¨ªtico, y por detr¨¢s de los actores, se ven los fantasmas que han nublado el ahora s¨ª de cada partido en los ¨²ltimos meses, y esos fantasmas nos hacen se?as al p¨²blico por encima de las cabezas de los pol¨ªticos, se?as de descreimiento y de iron¨ªa.
En el concepto "clases medias urbanas" caben muchas cosas distintas, desde trabajadores cualificados y asalariados hasta profesionales de alto estatus. Y es en este abanico de poblaci¨®n en el que se est¨¢n produciendo cambios de identidad autoclasificatoria, es decir: cada vez son m¨¢s los que parecen no saber en d¨®nde est¨¢n, sociol¨®gicamente hablando, y en consecuencia cada vez son m¨¢s los que ensayan conductas pol¨ªticas nuevas, a la busca de esa identidad. Y esos ensayos producen distorsiones en la previsi¨®n pol¨ªtica. Si seguimos con el caso m¨¢s reciente, el gallego, para ejemplificar esto, podemos observar c¨®mo sectores urbanos de tradici¨®n socialista (o centroprogresista) buscan una identidad social y pol¨ªtica m¨¢s definida o clara a trav¨¦s del nacionalismo (tambi¨¦n centroprogresista, muy gen¨¦ricamente), pero tambi¨¦n miran hacia la derecha: se ha producido un cambio importante en la propia idea de lo pol¨ªtico a trav¨¦s de una desdramatizaci¨®n de las creencias, que permite una mayor disponibilidad de voto.
Pero probablemente esos cambios en la percepci¨®n pol¨ªtica van m¨¢s all¨¢ de esto y requieren un estudio muy espec¨ªfico. De momento, los cambios parecen perjudicar m¨¢s al socialismo hist¨®rico y esto es as¨ª, probablemente, por que se ha desdibujado mucho la idea de lo que es ese socialismo, al tiempo que la especificidad espa?ola le aporta un a?adido de incertidumbre en algunos temas sobre los que no parece haber un discurso claro y eficaz, como el de la estructura del Estado. Y todo ello mientras la derecha se muestra bastante pragm¨¢tica en sus principios al respecto. En estas condiciones, el discurso cl¨¢sico socialista tiende a ser percibido como desestabilizador y dram¨¢tico, al insistir en exceso y de forma rotunda en los males de la periferizaci¨®n del Estado, si me permiten el barbarismo, sin dar una alternativa clara que conforme a todos o a la mayor¨ªa, y que permita pensar en una soluci¨®n de los problemas sin necesidad de incrementar la tensi¨®n con la periferia, quit¨¢ndose as¨ª el sesgo dram¨¢tico a lo que ya la gente comienza a percibir s¨®lo como un problema normal.
La aparici¨®n de nuevas alternativas pol¨ªticas operativas (tanto regionalistas como nacionalistas, o tambi¨¦n de Estado) de apariencia a¨²n peque?a, pero ya real o existente, abre nuevas posibilidades de identificaci¨®n al electorado m¨¢s vacilante, que es mucho. Y esas posibilidades amenazan, lenta pero firmemente, al mapa pol¨ªtico actual. Y todo ello se va produciendo de forma no muy perceptible contra el fondo de un exceso de conservardurismo pol¨ªtico partidario que no acierta a definir la situaci¨®n con rigor: prevalecen los intereses limitados de los grupos de presi¨®n interior frente a los intereses generales de los propios partidos, e intentar una reflexi¨®n al margen de esas presiones interiores parece pura utop¨ªa. Se sigue matando al mensajero. Pero el mensaje permanece.
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