1898, Espa?a va bien
Para nadie es un secreto que el Gobierno popular trata de asentar el apoyo pol¨ªtico que recibe de los ciudadanos sobre un recurso publicitario tan simple como eficaz: la declaraci¨®n reiterada hasta la saciedad, de que su producto es el mejor, sin necesidad de comparaci¨®n alguna. El eslogan consiguiente es el "Espa?a va bien", de resonancias panglosianas, hecho posible por la coyuntura econ¨®mica alcista. Cualquier medida, incluido el medicamentazo, se justifica por respaldar esa situaci¨®n venturosa, y todo incidente desfavorable -ejemplo, la conjura del arrepentido Anson- resulta arrojado sin m¨¢s a las tinieblas exteriores.En este marco, Aznar supo percibir los riesgos de que las conmemoraciones hist¨®ricas del fin de siglo implicaran una cierta erosi¨®n, por v¨ªa indirecta, de esa imagen inmaculada de su Gobierno conservador (aspectos represivos del canovismo, corrupci¨®n sistem¨¢tica del sufragio, agresi¨®n y humillaci¨®n a cargo de nuestro actual l¨ªder y aliado). Frente a estas amenazas, Aznar jug¨® fuerte. Olvid¨¢ndose de Aza?a, hizo de C¨¢novas el s¨ªmbolo de una modernizaci¨®n conservadora del pa¨ªs, y redujo la guerra con Estados Unidos a un incidente sin m¨¢s en el camino, anuncio de una larga amistad.
En suma, hab¨ªa que darle la vuelta al 98, borrando todas las insuficiencias y estrangulamientos que fueron haciendo inevitable el Desastre, repintando el r¨¦gimen pol¨ªtico hasta hacerle parecer algo muy parecido al actual, su antecedente, y, en fin, dejando en la sombra todo aspecto disfuncional, desde las torturas y ejecuciones de los procesos de Montjuic a una ciega pol¨ªtica de explotaci¨®n colonial, desde las elecciones hechas en Gobernaci¨®n a la aparici¨®n de los nacionalismos perif¨¦ricos por efec to del fracaso del Estado central.
Consciente o inconscientemente, tal es el diseno a que se ajusta la exposici¨®n oficial Espa?a, fin de siglo, objeto de una excelente acogida desde su inauguraci¨®n en Madrid. El cat¨¢logo es una cosa, con colaboraci¨®n de notables especialistas, pero la selecci¨®n y ordenaci¨®n de las im¨¢genes imponen su ley, con el apoyo de los comentarios que acompa?an a dos proyecciones en sendos dioramas. Para quien se crea lo que all¨ª se cuenta, indudable mente Espa?a en el 98 iba bien. La guerra con Estados Unidos surgi¨® de una "visita amistosa" (sic) del acorazado Maine a La Habana, con una explosi¨®n que dio pie al desencadenamiento de una prensa sensacionalista yanqui que se impuso al pacifista McKinley. Pero sobre todo, el caciquismo respond¨ªa a una situaci¨®n por la que pasaron todos los pa¨ªses, tanto en Europa como en Estados Unidos. Ni m¨¢s ni menos. Una imagen final de Juan Carlos en las Cortes se ofrece como punto de llegada de aquel parlamentarismo de elecciones falsificadas de arriba a abajo por el Gobierno. En cambio, en la cascada de elogios al sistema, falta el reconocimiento de quien s¨ª se lo gan¨® a pulso en la crisis del 98, luchando desesperadamente por enmendar los dislates ajenos: la reina regente Mar¨ªa Cristina.
Los vistosos elementos que parecen indicar una reconstrucci¨®n de la vida social -la tienda, el tranv¨ªa, los interiores de viviendas acomodadas- se encuentran ah¨ª como objetos que hablan por s¨ª mismos, sin explicaci¨®n alguna de lo que eran las condiciones de vida, los salarios, la alimentaci¨®n. As¨ª, seg¨²n escribiera Roland Barthes para los monumentos en las gu¨ªas tur¨ªsticas, el objeto presentado "se convierte en indescifrable, y por tanto est¨²pido". Est¨¢n los bancos de la escuela, con un "viva el rey" en la pizarra, pero nada explica que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n era analfabeta, gracias a un Estado que no pagaba a los maestros. Lo inc¨®modo sobra. No hay catalanismo, ni nacionalismo vasco. En la guerra de Cuba, ni batallas ni insurrectos, apenas una foto con pie denigrativo del Gobierno cubano y el trofeo de las armas de Maceo. Banderas, s¨®lo espa?olas. ?Para qu¨¦ evocar las figuras de Mart¨ª y de M¨¢ximo G¨®mez? Y para terminar, una sorprendente asociaci¨®n, en el espacio exterior de la c¨¢mara con el diorama donde es ensalzado el r¨¦gimen de C¨¢novas: el socialismo va a parar a la fosa com¨²n de los delincuentes. En un panel memorable, se funden la portada bien visible de La lucha de clases, un irreconocible Primero de Mayo y una p¨¢gina interior difuminada de El Socialista, con la C¨¢rcel Modelo, la captura del bandido Patillas y la ejecuci¨®n del Pernales. ?nica figura en color, un guardia civil enlaza ambos niveles. Pablo Iglesias cede su puesto a una combinatoria anticipo de Rold¨¢n. No otra cosa merecen los adversarios de la modernizaci¨®n conservadora.
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