M¨¢s que un club, menos que un club
Llegados a la m¨¢xima sofisticaci¨®n del f¨²tbol, lo que viene a resultar parad¨®jicamente m¨¢s decisivo es su factor m¨¢s elemental: la afici¨®n, el club. El encuentro Barcelona-Madrid de anoche fue algo m¨¢s que un partido del siglo m¨¢s. En ¨¦l se revela la consumaci¨®n de una era.En estos a?os, varios clubes de los grandes cumplir¨¢n su centenario y coincidiendo con ese tiempo se est¨¢ produciendo la revelaci¨®n de que lo que hace a un equipo grande es antes que nada el club y a su espalda la afici¨®n. Durante los ¨²ltimos a?os, la tecnolog¨ªa futbol¨ªstica ha avanzado mucho en teor¨ªa de sistemas, en informaciones sobre el adversario, en formaci¨®n de futbolistas y entrenadores, en dise?o de prendas deportivas y ajuares de reglamento, en dietas, gestiones, ejercicios, medicina deportiva y arquitectura de estadios.
En relaci¨®n a todo este gran aparato, que ha creado producciones tan complejas como un Valencia, un Deportivo, un Madrid o un Barcelona lo que ha quedado como el ¨²ltimo elemento decisivo ha sido la actitud de su afici¨®n. Sin duda, no existe gran diferencia entre la calidad conjunta de un Valencia o un Sevilla ni tampoco entre un Mallorca o un Betis. Mucho menos la diferencia de calidad en juego, en capacidad de eficacia t¨¢ctica, en jugadores o en inteligencia estrat¨¦gica existe entre un Real y un Bar?a.
Precisamente este a?o es significativo porque tanto un equipo como otro poseen a su frente dos entrenadores irrelevantes. Lo relevante, sin embargo, en un conjunto u otro ha sido la actitud de la afici¨®n. Gracias a la afici¨®n, el Barcelona ha sustituido a medio equipo de "estrellas" por los chicos de la cantera y as¨ª ha recuperado la fuerza. Gracias al car¨¢cter de la afici¨®n dej¨® de jugar Suker en el Madrid. Y gracias a la debilidad del madridismo ha seguido Ra¨²l jugando en baja forma hasta el mismo partido de ayer. El barcelonismo no perdon¨® a Rivaldo no ser la gran figura que contrat¨® mientras en Madrid se ha permitido a Mijatovic olvidarse de lo que era en Valencia.
El Bar?a siempre ha dicho que era m¨¢s que un club. El Madrid no necesitaba decir que lo era: era el m¨¢s grande de toda la historia. Pero ese tiempo est¨¢ concluyendo. Ca?izares cree poder desafiar al Madrid; ese club de todos los clubes no le parece bastante club. El Bar?a, por el contrario, es hoy m¨¢s que nunca una insignia nacionalista y si las cosas ya est¨¢n duras en la calle todav¨ªa lo est¨¢n m¨¢s en el terreno de juego.
Lo que anoche venci¨® en esa combinaci¨®n de club y afici¨®n es una misma materia prima: la gente. La gente que no juega por dinero sino que se juega el prestigio, la dicha, la identidad. Y en ese desaf¨ªo, sobre la tecnolog¨ªa prevalece el coraz¨®n.
Si el Madrid no reaccion¨® ayer tras el 1-0 no era porque t¨¦cnicamente no pod¨ªa hacerlo sino porque carec¨ªa de contenido heroico. Esa fuerza, tal como est¨¢ el mercado, tal y como son hoy los jugadores, no proceder¨¢ ya nunca m¨¢s del interior del equipo y menos cuando pierde, como en el caso de ayer, mineral de Hierro, sino del br¨ªo de la afici¨®n y el club. Y hoy por hoy, mientras el Bar?a, con el Elefant Blau de Convergencia mordi¨¦ndole los talones, es club y medio, el Madrid es, por negligencia y penuria, menos club.
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