El 'Libro negro del comunismo', desde el Este
A pesar de sus defectos, el Libro negro del comunismo ofrece algo m¨¢s que un simple espejo. Ofrece una serie de espejos que aumentan o disminuyen, seg¨²n el caso, y con frecuencia deforman. Las largas y agotadora, pol¨¦micas que acompa?an a su publicaci¨®n, primero en Francia y luego, a medida que se va traduciendo, en otros pa¨ªses, especialmente en Italia, lo confirman. A la ex Europa del Este y lo que todav¨ªa se denomina "el mundo eslavo", donde a¨²n no se ha traducido, s¨®lo llega el eco, como con efecto retardado. "Ya se sabe lo que pasa", confiesa un superviviente de los gulagui. La m¨ªsera situaci¨®n en la que se encuentra el mundo editorial en la mayor parte de esos pa¨ªses no permite la publicaci¨®n r¨¢pida de una obra tan voluminosa, pero ya se han adquirido los derechos para m¨¢s de una lengua eslava.Con ocasi¨®n de un reciente viaje a Rusia pude ver m¨¢s de 200 p¨¢ginas del Libro negro, ya traducidas, que circulaban mecanografiadas y multicopiadas, a semejanza del viejo samizdat, mientras se encuentra un editor capaz de cubrir los gastos de una edici¨®n "normal''. Esto hace recordar un chiste que se contaba en los tiempos de Br¨¦znev sobre un abuelo que est¨¢ copiando para su nieto Guerra y paz, y cuando le preguntan que por qu¨¦ vuelve a escribir un libro que se encuentra en todas las librer¨ªas, responde: "Pero qui¨¦n sabe si lo estar¨¢ ma?ana". La pobreza causa hoy el mismo efecto que ayer causaba la censura. Aunque, de todos modos, no se corre el mismo riesgo.
Ya est¨¢ todo dicho acerca del comunismo, y algunos detalles nuevos sobre los que insiste la ruidosa publicidad que sigue, o precede, a esta obra no cambia su imagen. El equipo de historiadores o publicistas reunido por la editorial Lafforit, a la cabeza de los cuales se encuentra St¨¦phane Courtois como coordinador, incluye varios ex comunistas o comunistas a secas que terminan polemizando entre s¨ª. Algo que no debe sorprendernos, pues ya lo hemos visto tanto en Occidente como en el Este. En Francia se han vendido 200.000 ejemplares y en Italia 130.000 en s¨®lo dos se manas, aunque el libro en s¨ª no merece esas ventas.
?Acaso el t¨¦rmino mismo de comunismo no es "impropio para designar a unos reg¨ªmenes que r¨¢pidamente traicionaron el ideal revolucionario"? Esta pregunta no ha encontrado todav¨ªa una respuesta capaz de satisfacer a todo el mundo. El libro consagra pr¨¢cticamente toda la atenci¨®n a los reg¨ªmenes que se consideraban comunistas, y muy poca al ideal comunista. Tal enfoque descuida, sobre todo, a los partidos comunistas que actuaban en la clandestinidad bajo reg¨ªmenes totalitarios, v¨ªctimas por una parte de la represi¨®n y por otra, desgraciadamente, aliados de los que desacreditaban sus ideales.
Este "libro negro" ha hecho resurgir con nuevo vigor la vieja disputa acerca de la asimilaci¨®n del comunismo al fascismo, tocando un tema muy querido por algunos historiadores, denominados "revisionistas". El comunismo sovi¨¦tico se diferencia en poco del fascismo nazi en lo que respecta a la libertad ofrecida a sus ciudadanos. Pero los primeros en ser eliminados eran "los suyos", mientras que el fascismo exterminaba sistem¨¢ticamente a "los otros", seg¨²n un programa preestablecido: jud¨ªos, eslavos, gitanos, etc¨¦tera. Las apreciaciones o juicios de valor relativos al comunismo y al fascismo, bien tomados individualmente o cotej¨¢ndolos entre, s¨ª, difieren esencialmente en la medida en que nos situemos al comienzo o al final.- por una parte, la idea de emancipaci¨®n o de salvaci¨®n; por otra, la de exclusi¨®n y de anulaci¨®n; aqu¨ª, igualdad, fraternidad, internacionalismo; all¨ª, superioridad, ego¨ªsmo, racismo. Nada es parecido, todo se contradice. En cuanto al resultado final, millones de v¨ªctimas de uno y otro lado, prueba tr¨¢gica de que los sue?os m¨¢s luminosos y los instintos m¨¢s oscuros determinan la condici¨®n humana.
Los libros consagrados al comunismo, incluso los mejor escritos y m¨¢s articulados, como El pasado de una ilusi¨®n, de Fran?ois Furet, no tienen suficientemente en cuenta la diversidad de los imaginarios cotejados. Un "imaginario positivo" (transformado con frecuen cia en mito) y otro "negativo" (o simplemente cr¨ªtico) marcan toda la historia en cuesti¨®n. En un lado se halla el Manifiesto y los Condenados de la tierra, Lenin y Octubre, Aurora, Espartaco y las Brigadas Internacionales en Espa?a, Gramsci encarcelado, la bandera roja ondeando victoriosa en el Reichstag, la Resistencia en Europa, la larga marcha en China, Granma en Cuba, el Che, Ho Chi Minh. Y en otro se halla Kronstdat, procesos y purgas, liquidaciones y gulagui, el bosque de Katyn y Kolima, Budapest en 1956, Praga en 1968, "el muro de la verg¨¹enza" en Berl¨ªn, los jemeres rojos y las matanzas en la plaza de la Paz Celestial. Los libros rosas glorificaron los primeros hechos, los negros contin¨²an inventariando los segundos. Tanto unos como otros se prestan a manipulaciones, parecidas aunque opuestas entre s¨ª.
La Europa del Este, en el sentido pol¨ªtico del t¨¦rmino -determinado por la Segunda Guerra Mundial y la guerra fr¨ªa-, no presenta ning¨²n denominador com¨²n v¨¢lido para cada etapa del comunismo. Su suerte estuvo ligada, involuntariamente, a la de Rusia. En todos los rincones de ese gran pa¨ªs disminuido se repite hoy sin ambages que el comunismo y el nazismo no son ideas ni filosof¨ªas rusas. La Europa occidental, que las engendr¨®, ten¨ªa demasiado aprecio a sus bienes y su bienestar como para correr el riesgo que supon¨ªa su realizaci¨®n. Fue necesaria la locura o la generosidad de los eslavos, habituados a perder y a sufrir (aqu¨ª surgen a veces las viejas ideas "mesi¨¢nicas"). Y, a fin de cuentas, "nosotros somos los que pagamos, s¨®lo nosotros".
En cuanto al balance "positivo" y, sobre todo, "negativo" del comunismo, tanto en Mosc¨² como en San Petersburgo se puede escuchar un discurso similar: fue una revoluci¨®n que derrib¨® al poder en un pa¨ªs tan grande como la Uni¨®n Sovi¨¦tica y oblig¨® al capitalismo a hacer concesiones cada vez m¨¢s importantes a las "clases desheredadas", a los pobres y a los explotados. Dios sabe si, sin el miedo a esa revoluci¨®n, se
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hubieran alcanzado tantos logros sociales y derechos de los trabajadores y de los ciudadanos. "Somos nosotros los que hemos pagado con nuestra miseria". Son los otros los que "han ganado". Y ahora "nos toca sufrir esta verg¨¹enza". Los que han vivido en el dolor del que hablan los "libros negros" no tienen ganas de leerlos. "Conocemos la historia". Y es triste. En v¨ªsperas de la ca¨ªda de Gorbachov plante¨¦ al hombre de la per-estroika, en una carta abierta, algunas cuestiones relativas al futuro de Rusia, pa¨ªs en el que naci¨® mi padre. ?Ser¨¢ moderna y liberal o, de nuevo, conservadora y tradicional? ?Santa o profana, ortodoxa o cism¨¢tica, m¨ªstica y mesi¨¢nica o, por fin, laica y secular? ?M¨¢s blanca que roja, menos eslav¨®fila que occidentalista, o viceversa? ?"Populista" a su manera o tit¨¢nica? ?Tan europea como asi¨¢tica? ?M¨¢s una Rusia "que no ser¨ªa capaz de abrazar la raz¨®n y en la que s¨®lo se puede creer" (como dec¨ªa el poeta Tiutchev en el siglo XIX) o la "robusta y culo gordo" (tolstozadaia), que cant¨® Alexandre Blok durante la Revoluci¨®n? ??nicamente rusa (russkaia) o "de todas las Rusias" (rossiskaia)?
Sea lo que fuere lo que termine siendo, Rusia deber¨¢ contar con todo lo que le ha dejado la ex Uni¨®n Sovi¨¦tica y con todo de lo que ¨¦sta la ha privado, quiz¨¢ para siempre.
Ella ser¨¢ quien escriba sus "libros negros", dignos de sus m¨¢ximos genios e impregnados de su propio sufrimiento.
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