Embajadoras en la ciudad
Esposas de diplom¨¢ticos exponen en feria ben¨¦fica productos de 50 pa¨ªses
Ella era dise?adora de interiores en Washington. ?l, un atractivo diplom¨¢tico jordano que necesitaba ayuda para amueblar su apartamento. Patrice Daghistani no s¨®lo se lo decor¨®, sino que se cas¨® con ¨¦l. Parece un gui¨®n de Hollywood, pero es la verdadera historia del embajador jordano en Espa?a y su esposa. Patrice lo contaba ayer en el hotel Villamagna, donde se celebr¨® la fiesta ben¨¦fica anual que desde hace un lustro organiza la Asociaci¨®n de Damas, Diplom¨¢ticas, formada por 90 mujeres de diferentes pa¨ªses del mundo, la mayor¨ªa esposas de diplom¨¢ticos.El p¨²blico que acudi¨® a la kerm¨¦s pudo degustar platos y comprar artesan¨ªa de 50 pa¨ªses con embajada en Madrid, una especie de feria internacional de turismo con actuaciones folcl¨®ricas y sorteos. Como todos los a?os, el dinero recaudado ir¨¢ a parar a organizaciones madrile?as de car¨¢cter ben¨¦fico y social.
"El objetivo de nuestra asociaci¨®n", explica su presidenta y mujer del embajador de Nueva Zelanda, Elizabeth Dovey, "es ayudar a las mujeres de los diplom¨¢ticos a integrarse cuando llegan a Espa?a y no conocen a nadie. La barrera mas importante es la del idioma, y son las asi¨¢ticas y africanas las que m¨¢s problemas tienen".
No parece ser el caso de Camer¨²n. "Nosotras comemos lo que hay que comer y vestimos como hay que vestir. No tenemos problemas de adaptaci¨®n. Lo que peor llevamos es el fr¨ªo" dice en castellano y con despapajo Juana de Arco (es la traducci¨®n que ella misma hace de su nombre), de 41 a?os y esposa de un diplom¨¢tico de este pa¨ªs africano. A su paisana Luisa, de 25 a?os, soltera y secretaria de la embajada, los madrile?os le parecen "un poco maleducados".
Muy cerca de ellas, Huda M. Jassim, de 37 a?os, mujer del embajador de Irak, muestra dulces de su tierra, d¨¢tiles y turr¨®n hecho a base de pistachos. "Desde el embargo son muy dif¨ªciles de encontrar", informa Huda, que asegura que los madrile?os le muestran continuamente su solidaridad con el pueblo iraqu¨ª. Separada por el stand de Colombia se encontraba la representaci¨®n norteamericana. Ante un mostrador lleno de banderas, Debra Macgonan, de 43 a?os, esposa del encargado de negocios, advierte que no habla de pol¨ªtica. Tiene dos hijas, ha vivido en siete pa¨ªses, y le encanta la costumbre madrile?a de salir a pasear por la calle despu¨¦s de cenar. Lo que peor lleva es el ruido y el tr¨¢fico.
Nora, de 13 a?os, hija del encargado de negocios de Qatar, se hace un tatuaje de henna y dice que se siente extra?a cuando regresa a su pa¨ªs y ve a las mujeres tapadas con una t¨²nica. Le gusta la libertad de Madrid, pero le parece una ciudad muy cara. Su madre, la se?ora de Alikhriji, sonr¨ªe mientras ofrece a un visitante el perfume que en Qatar utilizan las novias para rociar el lecho la noche de bodas.
La mayor¨ªa de las mujeres presentes entienden el castellano, pero muchas no lo hablan. "Al principio intentas aprender todas las lenguas, pero cuando has cambiado mucho de destino est¨¢s cansada y ya no lo intentas", se disculpa Elizabeth Dovey .
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.