La derecha y la corrupci¨®n
La derecha europea no acostumbra a alardear de comportamientos ¨¦ticos. La derecha europea sabe de lo sensible que el esp¨ªritu es a las tentaciones del dinero. Y prefiere no jurar por nadie, ni siquiera por ella misma. La derecha espa?ola formada en el nacionalcatolicismo no ha superado las tentaciones moralizantes, ni siquiera despu¨¦s de haber verificado los catastr¨®ficos efectos que tuvo para la reputaci¨®n de los socialistas haberse presentado como ejemplo de virtudes y garant¨ªa de todas las bondades.La derecha espa?ola consigui¨® vencer al PSOE sobre la base de poner el dedo en la llaga de la corrupci¨®n socialista. De tanto se?alar acabaron afirmando que su dedo era incorruptible, como si haber denunciado las miserias de los dem¨¢s fuera garant¨ªa de probidad eterna en el comportamiento propio. Tan c¨ªnica era la falacia que convert¨ªa a los denunciadores en beatos a la espera de la santificaci¨®n -en el poder, que por aquellos tiempos la confederaci¨®n espa?ola de derechas aut¨®nomas que, de Mallorca a Cantabria, de Galicia a Valencia, hab¨ªa ido construyendo el PP en su viaje hacia el poder hab¨ªa sembrado ya la semilla de la corrupci¨®n en los cuatro puntos cardinales. Aznar iba predicando y prometiendo que ellos nunca har¨ªan como los socialistas, que ser¨ªan el Gobierno m¨¢s limpio jam¨¢s contado, cuando el clientelismo como pr¨¢ctica de sus poderes locales o auton¨®micos llevaba ya tiempo trazando el mapa de las corruptelas de la derecha. La derecha europea sabe que no puede, proponer virtud porque no hay compa?¨ªa dispuesta a asegurarla ni universidad que otorgue certificados de garant¨ªa. Pero la derecha espa?ola necesitaba superar su complejo de inferioridad y afirmar que ellos tambi¨¦n pod¨ªan ser s¨ªmbolo de honestidades. No se hab¨ªan dado cuenta de que los complejos los hab¨ªa borrado de un plumazo el PSOE comport¨¢ndose como una derecha, cualquiera.
La derecha europea sabe que en materia de corrupci¨®n juega con ventaja respecto a la izquierda. No s¨®lo porque trafica mejor, sino porque el electorado en buena medida da su corrupci¨®n por descontada. La izquierda heredera del discurso de la emancipaci¨®n est¨¢ obligada a predicar con el ejemplo. La derecha se supone que est¨¢ del lado del dinero: su corrupci¨®n ofende menos. Pero la derecha espa?ola ha querido emular a la izquierda en la defensa verbal de la virtud, con lo cual, tarde o temprano, tendr¨¢ que pagar su osad¨ªa.
De momento, la derecha tiene todav¨ªa la protecci¨®n de las sombras de la corrupci¨®n del Gobierno socialista. Casos como el de Rold¨¢n no se difuminan en unos a?os ni se emulan en pocos meses. Pero el PP lleva ya mucho trabajo hecho. Cuando los socialistas llegaron al poder empezaron pr¨¢cticamente de cero. Todo era nuevo, incluso la corrupci¨®n, que por algo tuvo este tufo hortera que tiene lo que viene de reci¨¦n llegados y nuevos ricos. Cuando el PP lleg¨® al poder, la corrupci¨®n hab¨ªa tenido ya tiempo de crecer en sus feudos de poder local: un fermento que est¨¢ dando frutos por toda la piel de toro. Aunque la sombra del pasado y el privilegio de comprensi¨®n del que la derecha goza garanticen que la completa explosi¨®n tardar¨¢ en llegar, hay motivos suficientes para que al moralista Aznar, cuyos viejos territorios de Castilla y Le¨®n no son precisamente modelo de virtudes, se le suban los colores.
?C¨®mo est¨¢ reaccionando el PP? Echando las culpas a la oposici¨®n; aplazando la asunci¨®n de responsabilidades a lo que decidan las instancias judiciales (haciendo suya la doctrina que tanto criticaron cuando la defend¨ªa el PSOE); creando comisiones internas que no sirven para esclarecer, sino para ganar tiempo, y minimizando los casos, conforme a la doctrina de que el tiempo es oro (versi¨®n castiza: del hoy no toca, de inconfundible parternidad pujolista), acu?ada por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que siempre considera que est¨¢ perdiendo su precioso tiempo cuando le preguntan sobre cosas que ensombrecen el florido jard¨ªn de la Espa?a que va bien. Lo que s¨ª estamos aprendiendo es el poder de cada cual: Tomey, asentado sobre una s¨®lida trama de intereses, resiste en Guadalajara; a Cartagena se le hace dimitir en Valencia.
Si de verdad se quiere luchar contra la corrupci¨®n s¨®lo hay dos soluciones: predicar menos y controlar y dejarse controlar m¨¢s, que para eso est¨¢n los mecanismos democr¨¢ticos. La vanidad del virtuoso no conjura la corrupci¨®n, es su mejor caldo de cultivo.
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