Temores y prejuicios
Supongamos que un reportero, pluma o micr¨®fono en ristre, recorriera las calles de cualquier localidad espa?ola e hiciera una encuesta al uso sobre lo que los ciudadanos opinan de la reforma sanitaria en curso. Obviamente, el periodista obtendr¨ªa respuestas poco precisas si se le ocurriera plantear sus preguntas sobre expresiones como "autonom¨ªa de gesti¨®n", "competencia regulada" o flexibilizaci¨®n del modelo estatutario".Ser¨ªa en efecto pedir demasiado a la cultura sanitaria de los entrevistados, por mucho que cualquiera de los conceptos citados tenga suma importancia dentro del Plan Estrat¨¦gico del Insalud y, en consecuencia, sean claves para la modernizaci¨®n. Pero de lo que podemos estar seguros es de que la sabidur¨ªa popular pondr¨ªa claramente de manifiesto temores y prejuicios sobre el sistema vigente, que anidan desde hace lustros en la poblaci¨®n. No es para menos: en muchas ocasiones el usuario percibe de la asistencia sanitaria p¨²blica deficiencias provocadas por fallos estructurales, debidos a una gesti¨®n r¨ªgida y centralizada. Le cabe optar por una de estas tres v¨ªas: la paciencia, el silencio o la reclamaci¨®n.
Me van a permitir que, tomando el relevo al improvisado reportero, responda a diez de los t¨®picos m¨¢s usuales referidos a la reforma sanitaria. Utilizar¨¦ el tono coloquial, que agradecen quienes sospechan (a veces aciertan) que los tecnicismos pueden enmascarar falta de contenidos.
T¨®pico primero. Dado que la poblaci¨®n envejece, los equipos m¨¦dicos son cada vez m¨¢s costosos y surgen nuevas enfermedades, la asistencia sanitaria est¨¢ irremediablemente abocada a un coste insostenible.
Los datos desmontan esta afirmaci¨®n. El gasto sanitario p¨²blico est¨¢ en Espa?a dentro de la media de la Uni¨®n Europea. En consecuencia, la soluci¨®n est¨¢ en gestionar mejor los recursos.
T¨®pico segundo. La reforma actual significa la privatizaci¨®n encubierta de la asistencia sanitaria p¨²blica. Se trata de un nuevo recorte al Estado del bienestar.
Radical e intencionadamente faIso. No existe la menor inteni¨®n de una privatizaci¨®n encuierta, sino una apuesta decidida sin ambig¨¹edades por el manteimiento del servicio p¨²blico saitario, y justamente para ello es -imprescindible una modernizaci¨®n de su organizaci¨®n manteniendo la titularidad p¨²blica de los centros y gestion¨¢ndola con t¨¦cnicas m¨¢s empresariales, que permita con los mismos recursos "hacer" m¨¢s sanidad de calidad.
As¨ª consta en el Plan Estrat¨¦gico del Insalud. Debemos discutir la autenticidad de un t¨¦rmino tan prometedor como Estado del bienestar, cuando los recursos no est¨¢n bien administrados. El verdadero bienestar deriva del rigor en los gestores, del compromiso de los profesionales sanitarios y de la corresponsabilidad y participaci¨®n de los ciudadanos.
T¨®pico tercero. Como siempre, los cambios se deciden "desde arriba". El punto de vista de los usuarios cuenta poco o nada en las medidas previstas.
Temor infundado. Un n¨²mero notable de especialistas ha planteado los primeros borradores de la reforma sanitaria, sobre la base de experiencias internacionales. En todas ellas es primordial la opini¨®n de los usuarios.
T¨®pico cuarto. Si ha fallado el sistema p¨²blico porque los gastos son superiores a los ingresos, una nueva gesti¨®n, por mucho que aplique criterios empresariales, nunca podr¨¢ dar beneficios.
La perspectiva correcta es hablar de inversi¨®n, y no s¨®lo de gasto. La asistencia sanitaria genera beneficios no ya por la propia salud de los usuarios, sino por los efectos sobre la satisfacci¨®n individual y colectiva, por el mejor rendimiento en actividades laborales y de ocio. En definitiva, hace posible una vida m¨¢s feliz. Por otra parte, los criterios de gesti¨®n empresarial aportan una racionalidad que ha sido contrastada en otros sectores.
T¨®pico quinto. La gente tiende siempre a sacar el mejor partido de las prestaciones estatales o p¨²blicas mediante la picaresca (simulaci¨®n de dolencias, abuso en los medicamentos, etc¨¦tera). Este pa¨ªs no tiene remedio en este sentido.
Me resisto a aceptar semejante forma de pesimismo. Los sistemas de informaci¨®n previstos por el Plan garantizan que el fraude o abuso ser¨¢ detectado con mayor precisi¨®n. Por ejemplo, se ahondar¨¢ en el uso racional de los medicamentos y, por primera vez, se conocer¨¢ el consum¨® famac¨¦utico de cada usuario. Los m¨¦dicos ser¨¢n m¨¢s responsables tanto en la prescripci¨®n de f¨¢rmacos como en la utilizaci¨®n de los equipos.
T¨®pico sexto. Las interminables listas de espera son imposibles de eliminar. La gratuidad es incompatible con la asistencia en tiempo razonable.
Hay espacio para el optimismo. A mediados de 1996 la demora media de los ciudadanos que estaban esperando una intervenci¨®n quir¨²rgica era de 210 d¨ªas y la m¨¢xima superaba los dos a?os. A 31 de diciembre de 1997, se consigui¨® rebajar a algo menos de cien d¨ªas, y la m¨¢xima, nueve meses. Para 1998, el objetivo es de 80 d¨ªas, y la m¨¢xima, seis meses; y al final de la legislatura la media de la espera se reducir¨¢ a menos de 60 d¨ªas. Tambi¨¦n hemos de comprometernos en reducir las esperas para consultas y pruebas. Adem¨¢s se ha creado un seguro de espera m¨¢xima en muchas patolog¨ªas, de suerte que garanticemos la intervenci¨®n en el plazo marcado.
T¨®pico s¨¦ptimo. Desde el momento en que los m¨¦dicos son funcionarios, nunca van a ejercer su profesi¨®n con el inter¨¦s y la vocaci¨®n necesarios.
Cabr¨ªa dar la raz¨®n a este t¨®pico si nos resignamos al car¨¢cter funcionarial e inamovible de los facultativos que trabajen para la sanidad p¨²blica. Y no s¨®lo de los m¨¦dicos. Pero el Plan Estrat¨¦gico prev¨¦ que la retribuci¨®n de los profesionales se ligue m¨¢s a incentivos, que asuman m¨¢s corresponsabilidad en la gesti¨®n de sus servicios y que los centros hospitalarios puedan seleccionar y contratar a los mejores profesionales, con arreglo a perfiles predefinidos.
T¨®pico octavo. La Sanidad adolece de enormes problemas financieros. Los proveedores tardan mucho en cobrar y por eso se ven obligados a encarecer los precios.
Todas las administraciones p¨²blicas que gestionan los servicios sanitarios en nuestro pa¨ªs han firmado un nuevo sistema de financiaci¨®n para los pr¨®ximos cuatro a?os, 1998-2001.
En cuanto a los proveedores, se introduce en 1998 por primera vez como criterio calidad en la gesti¨®n de los centros sanitarios, la minoraci¨®n de los periodos de pago a los proveedores, dot¨¢ndoles de la posibilidad de atender directamente desde los centros el pago de determinadas facturas.
T¨®pico noveno. La inevitable masificaci¨®n de los usuarios y los criterios burocr¨¢ticos en la sanidad p¨²blica da?an sistem¨¢ticamente la calidad en el servicio.
Es cierto. Por eso se pretende aplicar precisamente un Plan de calidad total que considere en toda su dimensi¨®n las expectativas y la satisfacci¨®n de los usuarios, a partir de la excelencia en el trato, el alto nivel asistencial de nuestros profesionales y una mejor organizaci¨®n de nuestros centros.
T¨®pico d¨¦cimo. Prometer la libre elecci¨®n de m¨¦dico es una quimera.
Se ha descartado, al igual que en los pa¨ªses de la UE, que los usuarios puedan elegir entre asistencia p¨²blica y privada porque ello es incompatible con el mantenimiento de un sistema sanitario universal de primera calidad. Pero una de las l¨ªneas maestras del Plan Estrat¨¦gico es precisamente la capacidad de elecci¨®n del usuario. Se va a flexibilizar el tiempo de trabajo de cada m¨¦dico, para que progresivamente el paciente pueda acceder al horario de ma?ana y de tarde.
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