Dial¨¦ctica
No quisiera describir a Brecht, en su cumplea?os (1898-1956; esta obra, 1940) cuando quiz¨¢ un mill¨®n de personas en este mundo, y cientos en Espa?a, han tratado de desmenuzarle, o han enloquecido tratando de seguir sus m¨¦todos, o han aburrido con ¨¦l hasta a las ovejas. Ni mucho menos comentar la dial¨¦ctica, que ahora est¨¢ mal vista, sobre todo por quienes la practicaron y la ense?aron a otros (me refiero a Jorge Sempr¨²n, Adieu, vive clart¨¦..., NRF, Par¨ªs) y ahora ocupan una posici¨®n dial¨¦ctica y socialmente contraria. Sin embargo, esto es Brecht, y ¨¦sta es su literatura dram¨¢tica con aplicaciones ¨¦ticas, y ¨¦sta es su dial¨¦ctica. La del amo y el esclavo, caracter¨ªstica y ejemplar; incluso la contradicci¨®n entre el amo mismo, que es uno cuando est¨¢ borracho y otro cuando sobrio. Ni a la moraleja final, o s¨ªntesis, cuando el personaje-conciencia de la obra, el ch¨®fer Matti, anuncia que los hombres venideros no tendr¨¢n que sufrir esta barbarie. La sufren.Como profeta, Brecht fracas¨®, y es una desgracia. No s¨®lo en su predicci¨®n del porvenir hist¨®rico, sino en explicar c¨®mo ser¨ªa el teatro. Tampoco ha sido. Dejando aparte este fracaso, fue un extraordinario hombre de teatro, un narrador de circunstancias y personajes y un descriptor de un mundo injusto, y en esta obra, que algunos consideran precisamente como la m¨¢s dial¨¦ctica, desarrolla vivamente la teatralidad y el arte de la escritura dialogada; y todo ello en una pieza comprometida. Tanto, que la escribi¨® en el exilio de Finlandia -en ese pa¨ªs se desarrolla la acci¨®n- en el que no pudo permanecer mucho tiempo, porque hasta all¨ª llegaban los alemanes; y el porvenir de un comunista jud¨ªo intelectual era m¨¢s grave de lo que es ahora. Sin embargo, se le acogi¨® en Estados Unidos, que eran menos graves de lo que son, y quiz¨¢ all¨ª aprendi¨® otras lecciones de dial¨¦ctica, y algo de un capitalismo que entonces era social y productivo -el de Roosevelt- que le hizo tomar una posici¨®n cr¨ªtica cuando volvi¨® a la Alemania ya comunista; pero, digo, no tendr¨ªa que hablar de Brecht, tan consabido y tan digno de cada uno, sino del espect¨¢culo. Es excelente. La joven directora, Rosario Ruiz Rodgers, que daba saltitos infantiles de alegr¨ªa, y bailoteos y muecas, ha logrado centrar en el amplio espacio a su disposici¨®n la brillante dial¨¦ctica; ha hecho hallazgos de teatralidad a?adida, o subrayados esc¨¦nicos a las palabras, y ha conseguido que el extenso reparto se manifieste con precisi¨®n. Claro que estaba a su lado el primer actor en funciones de figur¨®n, o de histri¨®n, o de divo, que es Jos¨¦ Luis G¨®mez, y su interpretaci¨®n es de primer orden; pero al lado de ¨¦l, contradicci¨®n dial¨¦ctica viva, el joven Pedro Casablanc daba un ejemplo de interpretaci¨®n sobria, de voz inteligente y de actitud serena. Puede decirse que todo el extenso reparto, salido de la escuela de este teatro, que dirige G¨®mez, funciona perfectamente.
El se?or Puntila y su criado Matti
Int¨¦rpretes: Ester Bellver, Jos¨¦ Luis G¨®mez, Ernesto Arias, Pedro Casablanc, Jos¨¦ Luis Torrijo, Rosa Manteiga, Miguel Cubero.Escenograf¨ªa: Curt Alien Wilmer. Direcci¨®n: Rosario Ruiz Rodgers. Teatro de la Abad¨ªa.
Todo ello lo percibi¨® el p¨²blico de invitados, y acogi¨® con calor la interpretaci¨®n de G¨®mez y la direcci¨®n de Ruiz Rodgers; con gritos y ovaciones para todos. No s¨¦ hasta qu¨¦ punto se aplaud¨ªa tambi¨¦n la obra, que es la madre del ¨¦xito. Sobre todo porque despu¨¦s de tantos a?os, tantas luchas, tantos muertos, el drama sigue estando vivo: pasa lo que pasaba entre amos y se?ores. Aunque el paso de Brecht por el mundo no haya sido en balde.
Babelia
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