Anatom¨ªa de un manifiesto
En los ¨²ltimos d¨ªas se ha difundido un manifiesto, suscrito inicialmente por 145 profesionales, intelectuales y artistas, y dirigido a promover una negociaci¨®n como "salida al conflicto vasco". Entre los firmantes se encuentran personalidades, antiguos colaboradores del ministro Belloch en Interior, magistrados y buen n¨²mero de intelectuales del c¨ªrculo de IU. Es, pues, una toma de posici¨®n que merece ser analizada.Destaca, en primer t¨¦rmino, la reiterada preocupaci¨®n de los redactores del documento por afirmar una imagen positiva de s¨ª mismos. Les anima "un sincero deseo de alcanzar la paz", intervienen "desde un compromiso activo con el Estado de derecho", la suya es "una honesta exposici¨®n", una "democr¨¢tica defensa de alternativas dialogadas para lograr objetivos serenos y racionales". La caracterizaci¨®n del oponente, es decir, de quienes no aceptan tal soluci¨®n, resulta menos favorable y, todo hay que decirlo, claramente reduccionista: por tres veces aludidos, son los defensores, asociados al Gobierno, de "soluciones estrictamente policiales". Es el polo negativo de una construcci¨®n dualista. De un lado, mediante la negociaci¨®n incondicional buscan la paz; frente a ellos, los causantes de una situaci¨®n descrita como un aut¨¦ntico museo de horrores: "atentados contra vidas humanas, sufrimiento y dolor, vulneraci¨®n a derechos humanos (?), recorte de libertades (?), espiral de odio, deterioro de la convivencia y una peligrosa divisi¨®n social".
Lo curioso es que, a la hora de determinar semejante estado de cosas, sencillamente apocal¨ªptico, ETA no existe. Por dos veces, la expresi¨®n "sufrimiento y dolor" evoca eufem¨ªsticamente el fruto de la acci¨®n terrorista, y cabe pensar que los atentados tendr¨¢n algo que ver con ello, pero el sujeto causante de los mismos es "la situaci¨®n", cuyos responsables no son los etarras como sabemos. La palabra terrorismo ni, siquiera es mencionada, siendo sustituida en la ¨²nica alusi¨®n por otro eufemismo, "actividad armada", sim¨¦trico de la negativa a emplear el t¨¦rmino "Espa?a", reemplazado por el inevitable "Estado espa?ol". De modo consciente o inconsciente, tanto da, nos hemos deslizado hacia el interior del espacio simb¨®lico y del vocabulario de la constelaci¨®n ETA. Nada tiene de extra?o que al proceder a la sustituci¨®n del incuestionable protagonista del problema, la estrategia terrorista de ETA, el Manifiesto desemboque en la explicaci¨®n habitual de HB, con el solo retoque de "contencioso" por "conflicto". ?ste preexiste en la democracia, que no ha sido capaz de resolverlo, tiene contenido "predominantemente pol¨ªtico" y concierne a unos "derechos colectivos". No es f¨¢cil que el lector se entere de mucho, con semejante remedo de aclaraci¨®n, pero lo que cuentan son las exclusiones: una expl¨ªcita, la democracia que nada ha resuelto en veinte a?os, y otra larvada, el terrorismo que es rechazado como clave de esa fantasmag¨®rica cuesti¨®n vasca, iniciada en un momento desconocido del pasado y consistente en la materializaci¨®n de unos "derechos colectivos" por determinar, pero que sin duda se encuentran localizados m¨¢s all¨¢ del actual marco democr¨¢tico.
Y como ETA no es el actor que determina el "conflicto" y la democracia vigente no sirve para resolverlo, resulta l¨®gico que sea el Gobierno el ¨²nico destinatario de la propuesta, y con un camino no menos ¨²nico que ha de seguir "con independencia de lo que hagan los dem¨¢s". Deber¨¢ asumir "la negociaci¨®n sin condiciones", como exigen una y otra vez ETA y HB (la cual, por alg¨²n resorte m¨¢gico, si nos atenemos a la argumentaci¨®n propuesta de entrada, permitir¨¢ alcanzar "objetivos serenos y racionales", dejando de lado el peque?o inconveniente de que ETA s¨ª tiene definidas sus condiciones, en la llamada Alternancia Democr¨¢tica). El Manifiesto no ofrece, pues, una perspectiva equidistante, sino claramente asim¨¦trica: s¨®lo uno tiene la obligaci¨®n de ceder.
Ventajas de definir un camino de paz sin preguntarse por lo que es, lo que hace y lo que se propone ETA. Ventaja asimismo de contemplar el contenido pol¨ªtico de los movimientos ciudadanos tras el innominado crimen de Ermua, como pura y simple exigencia de paz, y no como una manifestaci¨®n colectiva por la paz en democracia y contra el terrorismo de ETA. Al menos en este punto, por simple respeto a la naturaleza del hecho, los redactores del Manifiesto hubiera debido prescindir de la manipulaci¨®n. Claro que entonces las piezas de su discurso dualista perd¨ªan toda posibilidad de encaje.
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