Identidad

Me tropiezo en La Central con X. Z., profesor de Teor¨ªa Pol¨ªtica de la Aut¨®noma y especialista en problemas de identidad nacional. Est¨¢ hojeando un grueso volumen de expresionistas alemanes. "Es para Andrea, la italiana que conoc¨ª por Internet", me dice. Va muy apersonado, con una corbata de Armani y zapatos americanos. "Bueno, en realidad salgo con ella; le ense?o la ciudad, le explico nuestro hecho diferencial; ya sabes, todo eso". Enciende un Winston pero lo apaga de inmediato. "No consigo dejar el tabaco. Andrea ha vivido en Nueva York y es muy intransigente en estos asuntos. Un poco facha, la verdad". Arruga el paquete y lo tira al suelo. "Voy a pagar con la Visa, hasta luego".Recojo el libro que ten¨ªa encargado, Eichmann en Jerusal¨¦n, de Hanna Arendt, y luego curioseo por los rimeros. Acabo top¨¢ndome de nuevo con X. Z. "?Te apetece un caf¨¦?", me dice. En una taberna de tapas sevillanas bebemos unas Coronitas y un caf¨¦ de Jamaica. Enciendo un cigarro Caf¨¦ Cr¨¨me con su Dunhill. "?Chico, no puedo m¨¢s! Y como Andrea no me va a dejar fumar en el Hollywood Planet...". Le pregunto por qu¨¦ ha elegido ese restaurante. "Dudaba entre el Bistrot de Diagonal y un H?gen-Dasz que acaban de abrir, pero Andrea es tan joven... ?No voy a invitarla a un italiano!". Risas. Nos despedimos. "?Te llevo a casa? Tengo el Honda en doble fila". Prefiero el metro. Antes de irse abunda en su tema: "?Qu¨¦ te parece el ¨²ltimo ataque madrile?o contra nuestra identidad?". "Los fachas de siempre", le respondo sin saber a qu¨¦ se refiere.

En el metro leo en el libro: "El sionismo ha sobrevivido a las condiciones que facilitaron su nacimiento y ahora corre el peligro de convertirse en un muerto viviente". Esta Arendt siempre tan facha.