Microcosmos
Yo estaba trabajando sin meterme con nadie en mi despacho cuando de pronto irrumpieron en ¨¦l muy agitados mis deudos (y deudas, of course) reclamando mi inmediata presencia en el cuarto de estar, donde ellos contemplaban la tele. Algo ins¨®lito, in¨¦dito, incre¨ªble, lo nunca visto, se colaba por la peque?a pantalla. En el trayecto, corto porque nuestra casa no es nada palaciega, se me ocurrieron varias "hip¨®tesis de trabajo" a cual m¨¢s ves¨¢nica, por ejemplo, ?habr¨¢ dimitido don Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano?, ?habr¨¢n elegido a Monica Lewinsky presidenta de Estados Unidos?Nada de eso. Se trataba de que los ultras sur hab¨ªan derribado una de las porter¨ªas del Santiago Bernab¨¦u. Madrid y la Espa?a del euro toda estaban escribiendo una p¨¢gina gloriosa en la historia del deporte mundial, pues parece que jam¨¢s de los jamases hab¨ªa sucedido antes algo as¨ª. Llegu¨¦ a tiempo de sumarme al pasmo familiar contemplando unas cuantas im¨¢genes deplorables (moralmente): los j¨®venes leones -tan apoyados, mimados y espoleados por el establishment del club- encaram¨¢ndose a la valla, la porter¨ªa derrib¨¢ndose, la polic¨ªa pasando cantiduvi, los chapuceros intentos de arreglar el desaguisado. Al menos uno de los miembros de la alegre muchachada luc¨ªa sobre el noble pecho, al perpetrar la haza?a, la bandera espa?ola con el ¨¢guila imperial.
Despu¨¦s he conocido otros pormenores no menos edificantes. Por ejemplo, que conseguimos acaparar los titulares de la prensa en todo el mundo mundial, "?Spa?a!", que hubo que traer una porter¨ªa desde la Ciudad Deportiva del Real Madrid, escoltada y precedida por la polic¨ªa a golpe de sirena y flash, como si se tratase del Santo Grial, que nadie encontraba las llaves de la puerta correspondiente y hubo que abrirla a "camionazos", que el se?or jefe de la Brigada de Seguridad Ciudadana justific¨® la inhibici¨®n de sus chicos arguyendo que eval¨²an mucho las intervenciones en el sagrado recinto ultra, como si se tratase de alg¨²n sector del Bronx o, bueno, de Madrid. ?Qu¨¦ bestia es el ser humano! (y humana, of course), pens¨¦ el d¨ªa de autos. Y, antes de que comenzara el partido de marras, zape¨¦ con toda mi alma, abandonando el mundo cerril del autodenominado homo sapiens y sumergi¨¦ndome en el de esas pobres v¨ªctimas nuestras que nos acompa?an desde siempre en la traves¨ªa tel¨²rica, que explotamos, torturamos y exterminamos y tambi¨¦n desde siempre y ahora -al borde del m¨ªtico 2000, en el que tantas esperanzas hab¨ªamos cifrado- m¨¢s que nunca. Me refiero, claro est¨¢, a los animales.
Canal+ daba para la minor¨ªa no futbol¨ªstica el documental Microcosmos, sin duda el m¨¢s bello, po¨¦tico y conmovedor que jam¨¢s he atisbado dentro del g¨¦nero. Tras contemplar minutos antes a los energ¨²menos, la naturaleza sup¨¦rstite a¨²n no recalificada resulta tan serena, tan elegante... Se agradecer¨ªa la ausencia de presentadores explicando hasta la exasperaci¨®n lo obvio (como en el f¨²tbol) y de patosas im¨¢genes humanas pisote¨¢ndolo todo. Por otra parte, ni siquiera se hab¨ªan buscado en esta ocasi¨®n parajes inaccesibles, c¨²spides inmarcesibles, ni tampoco elefantones, hipop¨®tamos o, en fin, cualquier otro animal catalogado como "importante", especies que, ?oh, paradojas de la modernidad, aunque se est¨¢n extinguiendo, nos mete la dichosa tele en casa con tal reiteraci¨®n que empiezan a estar muy vistas.
Como fondo, tan s¨®lo el sonido de la madre naturaleza -grabado o conseguido mediante efectos especiales, igual da- y, eso s¨ª, inspirad¨ªsimos backgrounds musicales en los momentos culminantes de la emoci¨®n po¨¦tica. Como protagonistas, ellos, los animalillos. Insectos, gusanos, seres tan ¨ªnfimos que el "rey de la creaci¨®n" utiliza sus nombres para insultar al pr¨®jimo. Sin embargo, cu¨¢nta ternura y garbo pon¨ªa aquella pareja de mariquitas en el acto de la reproducci¨®n. Y no digamos los caracoles enamorados. Qu¨¦ exquisitez en los proleg¨®menos, qu¨¦ insuperable entrelazamiento de carnes tr¨¦mulas, viscosas, en la culminaci¨®n. Las gotas de lluvia, gemas, la rana alborozada bajo el chaparr¨®n, la ara?a embalando a su presa, el ser ectopl¨¢smico convertido en mariposa... Belleza suma.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.