Los s¨ªmbolos del odio
Los muros y alambradas que separan a las comunidades cat¨®lica y protestante siguen todav¨ªa en pie
Paz o no paz, en Belfast de momento seguir¨¢n existiendo muros. Pero el hist¨®rico acuerdo logrado en Belfast el viernes es la primera se?al de que los s¨ªmbolos del odio en Irlanda del Norte est¨¢n finalmente condenados a caer.Se salvar¨¢ quiz¨¢ uno, el extra?o muro subterr¨¢neo construido en 1869 en la mitad del cementerio central de Belfast para separar a los muertos protestantes de los muertos cat¨®licos. "Va a ser muy dif¨ªcil eliminarlo", dec¨ªa el otro d¨ªa Kieran Malloy, el director del cementerio. Malloy es un enjuto joven cat¨®lico con sereno aire de fil¨®sofo. Encogi¨¦ndose de hombros, opin¨®: "Lo que est¨¢ sepultado que sepultado se quede". Despu¨¦s de tres d¨¦cadas de violencia, la mayor¨ªa de la gente le dar¨ªa la raz¨®n. Hartos de asesinatos, bombas, amenazas e insultos, la gran mayor¨ªa de los irlandeses quiere enterrar el hacha de guerra.
Euforia no hubo. Los irlandeses est¨¢n justificadamente curtidos por el escepticismo. "Esperar y ver", dec¨ªa Andy O'Carr, un transportista cat¨®lico de Belfast que confes¨® haber pasado la jornada del s¨¢bado dedicado a escuchar por la radio el f¨²tbol ingl¨¦s.
Pero diversas expresiones de alivio eran visibles en Belfast. Nancy B., una viuda cat¨®lica del barrio de Ardoyne, estaba emocionada. "Menos mal", dijo, "que todav¨ªa queda gente cuerda". "Es una pena que los pol¨ªticos hayan tardado tanto. Si este plan se hubiera aprobado hace siete a?os, mi marido estar¨ªa a¨²n con vida", dijo mostrando la foto de un hombre que pereci¨® a causa del fuego cruzado durante una batalla callejera entre protestantes y cat¨®licos.
Quiz¨¢ lo m¨¢s importante es que el proyecto coloca en la misma nave al l¨ªder protestante David Trimble, del Partido Unionisa del Ulster (UUP), y a Gerry Adams, el presidente cat¨®lico de los nacionalistas del Sinn Fein. Trimble se ha negado a hablar con Adams, al que acusa de encubrir el terrorismo del IRA. Pero bajo las nuevas circunstancias el deshielo se perfila inminente.
En Falls Road, la ca¨®tica arteria simb¨®lica del poder nacionalista en Belfast, un muchacho pelirrojo llamado Kevin colocaba la bandera tricolor irlandesa en los postes de la luz, indiferente a las patrullas del Ej¨¦rcito brit¨¢nico. "!Ha llegado la hora de la unificaci¨®n!", exclam¨® desde lo alto de un poste antes incluso de conocerse el acuerdo.
A menos de dos manzanas de distancia, detr¨¢s de la llamada l¨ªnea de la paz, esa horrorosa muralla coronada por alambradas que separa a cat¨®licos y protestantes, en una esquina jugaban al f¨²tbol hijos de unionistas del UUP. "Yo no me meto en pol¨ªtica", asegur¨® un rapaz que dijo llamarse Sean. "Me tiene sin cuidado porque s¨¦ que el Ulster ser¨¢ siempre brit¨¢nico".
Eso, por cierto, puede cambiar si el proyecto adquiere la din¨¢mica que espera Adams. Aunque Trimble present¨® el plan como un espaldarazo al unionismo, lo que resulta claro es que le va a costar persuadir a sus bases. Trimble trataba anoche de decapitar la amenaza de una rebeli¨®n protestante, en gran parte inspirada por el inflexible credo de personajes como el reverendo Isan Paisley que ve el acuerdo como una "traici¨®n al Ulster".
Hab¨ªa a¨²n m¨¢s escepticismo en el barrio del norte que los protestantes llaman White City y los cat¨®licos Whitewell. Dentro de poco el municipio de Belfast construir¨¢ un nuevo muro para Impedir choques entre vecinos. En una acera, los protestantes acusan a los cat¨®licos de hostigamiento a base de pedradas y c¨®cteles molotov. La acusaci¨®n de los cat¨®licos de enfrente es id¨¦ntica, pero en sentido contrario. "?Como vamos a hablar de paz si el gobierno local quiere separamos con un est¨²pido muro?", se preguntaba Gary Breslin, un mec¨¢nico cat¨®lico en paro.
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