El guitarrista Ry Cooder hace historia sobre un escenario con m¨²sicos de Cuba
?nica presentaci¨®n del disco 'Buena Vista Social Club', junto a Compay Segundo
Hasta la noche del s¨¢bado no hab¨ªa sido posible escuchar en directo la m¨²sica de Buena Vista Social Club. Las canciones del disco grabado en 1996 en La Habana, y reciente ganador de un Grammy, sonaron por primera vez en p¨²blico ante quienes llenaban el teatro Carr¨¦ de Amsterdam. All¨ª, en un concierto hist¨®rico filmado por Wim Wenders, el guitarrista norteamericano Ry Cooder se reuni¨® con maestros de la m¨²sica cubana como el sonero Compay Segundo, de 90 a?os, el pianista Rub¨¦n Gonz¨¢lez de 79, o los cantantes Pio Leyva, de 80, e Ibrahim Ferrer, de 70.
"De Alto Cedro voy para Marcan¨¦, llego a Cueto voy para Mayar¨ª", cantaban Compay Segundo, Eliades Ochoa, Ibrahim Ferrer, P¨ªo Leyva y Omara Portuondo. Y, aunque los nombres de poblaciones del Oriente de Cuba no les dec¨ªan nada, 1.800 holandeses se entusiasmaron con los veteranos artistas cubanos. La m¨²sica flu¨ªa con naturalidad. As¨ª hab¨ªan empezado dos horas antes y con el mismo Chan Chan terminaron. Ese son le sirvi¨® a Juan de Marcos Gonz¨¢lez, uno de los ide¨®logos del proyecto, para presentar lo que Compay Segundo, con esa sabidur¨ªa que le caracteriza, llam¨® "el elenco art¨ªstico".A las ocho de la tarde del s¨¢bado, a orillas de uno de los principales canales de Amsterdam, el teatro Carr¨¦, que en 1887 daba cobijo a un circo, se dispuso a recibir a los m¨²sicos de Cuba. Lleno de un p¨²blico, cuya edad media estaba m¨¢s cerca de los 40 a?os que de los 20, y que hab¨ªa desembolsado 87,50 florines (al cambio unas 6.700 pesetas) por las localidades m¨¢s baratas y 97,50 (sobre 7.500) para las butacas mejor situadas.
Actuaci¨®n inesperada
No se trat¨® de Ry Cooder con cubanos. En los anuncios de prensa se hablaba de Buena Vista Social Club. En ning¨²n caso aparec¨ªa el nombre del californiano. En realidad solo hubo un protagonista: la m¨²sica tradicional cubana.Y fue un lujo de concierto. Por la clase apabullante de sus participantes. Ah¨ª estaban Barbarito Torres al la¨²d, Amadito Vald¨¦s con los timbales, Cacha¨ªto l¨®pez en el contrabajo o El Guajiro Mira bal a la trompeta. No falt¨® nadie. Ni Omara Portuondo, que, se emocion¨® en su d¨²o con Ibrahini Ferrer. Y estuvo Pio Leyva, que se sum¨® a la celebraci¨®n en uno de esos sones de doble sentido tan al gusto de la isla -"que busquen a los bomberos que yo creo que Tula lo que quiere es que le apaguen el fuego". Mientras, tres c¨¢maras no perd¨ªan detalle de lo que iba sucediendo en el escenario. Tras las bambalinas, dirigiendo sus movimientos". un famoso director de cine: Wim Wenders.
Cooder no se prodiga en directo. Es m¨¢s: una actuaci¨®n del m¨²sico de Santa M¨®nica va camino de ser algo m¨¢s raro que un perro verde. Permaneci¨® en un discreto segundo plano, rodeado de guitarras, y con semblante de alumno aplicado a veces y sonrisa de pasmo en muchos momentos. Hab¨ªa que verle acompa?ar con la boca el impresionante solo de la¨²d de Barbarito Torres en El cuarto de Tula. Hasta que dio unos pasos al frente, empu?ando una guitarra: ac¨²stica, y se sent¨® junto a Compay Segundo. "Ahora hay que trabajar un poco fino porque esta Ry Cooder", dijo burl¨®n y cari?oso el maestro Repilado, que le cog¨ªa el brazo a la vez que apuntaba al aire con el dedo indice en se?al de aprobaci¨®n. ''?B¨¢rbaro!", se le oy¨® al t¨¦rmino de una brillante Orgullecida: el ¨²nico lucimiento que se otorg¨® Cooder. Le bastan unas notas, precisas y descarnadas, para dejar huella.
Dos gigantes y dos c¨®mplices. Lo resumi¨® con arte Compay: "?l es americano y yo cubano, pero nos entenderno". Porque Compay Segundo es el h¨¦roe de esta historia. Cada vez que aparec¨ªa en escena y saludaba al respetable, la gente se entusiasmaba. La otra gran ovaci¨®n se la llev¨® Rub¨¦n Gonz¨¢lez que, tomando posesi¨®n de un piano B?sendorfer, dej¨® bailar sus dedos en un par de danzones. Tambi¨¦n hubo gritos de fervor para Ibrahim Ferrer, al cantar con voz triste aquello de Dos gardenias para ti, en uno de los instantes m¨¢s hermosos. A la siempre elegante Omara Portuondo, Compay le estamp¨® un besito en los labios despu¨¦s de que ambos interpretaran el bolero Veinte a?os.
El ¨¦xito de ventas de Buena Vista Social Club ha devuelto la vida a ilustres olvidados como Rub¨¦n Gonz¨¢lez, que languidec¨ªa en su casa de La Habana, sin un mal piano que llevarse a sus manos aquejadas de artrosis y que ahora llena salas en Londres, Berl¨ªn o Par¨ªs sin que le pesen los dedos -alguien vio en Munich c¨®mo se llegaban a pagar m¨¢s de 30.000 pesetas por una entrada- Y Ry Cooder sigue enamorado de la energ¨ªa e integridad de estos artistas con ra¨ªces, por los que siente un gran afecto: "Estoy seguro de que la gente que oiga esta m¨²sica se va a enamorar de ella.
Babelia
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