Un real desastre
Tarde grande en la Maestranza. Cartel de "no hay billetes". Los tendidos, de bote en bote, cuajados de mujeres guapas. La ilusi¨®n de un nuevo a?o. La plaza, preciosa, floreciente con cada primavera. La Giralda, que se asoma por encima del tejadillo. Y Curro...Al t¨®pico m¨¢s florido a?¨¢dasele una ganader¨ªa de toda la vida, de lujo, por supuesto, y dos compa?eros de cartel que acompa?en y no hagan sombra al Fara¨®n.
Es una tradicional corrida en Sevilla, pre?ada de colorido, de amigos que se ven de a?o en a?o, y de apoteosis so?ada. Y la ilusi¨®n dura lo que tardan los toreros en hacer el paseillo. Sale el toro, de lujo por supuesto, y como ocurre tradicionalmente, es descastado, inv¨¢lido e impropio, siquiera, para el toreo moderno. Se descompone el t¨®pico, y la realidad se presenta inc¨®moda, oscura y fraudulenta.
Torrealta / Romero, Ponce, Rivera
Toros de Torrealta, justos de presentaci¨®n, muy descastados e inv¨¢lidos.Curro Romero: pinchazo, tres descabellos y el toro se echa (silencio); pinchazo y 16 descabellos (silencio). Enrique Ponce: pinchazo hondo y descabello (ovaci¨®n); pinchazo y estocada (silencio). Rivera Ord¨®?ez: tres pinchazos y estocada baja (silencio); tres pinchazos -aviso-, dos pinchazos, descabello y el toro se echa (silencio). Plaza de la Maestranza, 12 de abril. 1? corrida de abono. Lleno
La tradicional corrida del Domingo de Resurrecci¨®n en Sevilla s¨®lo mantuvo la expectaci¨®n mientras estuvo en los carteles. Sali¨® el primer toro, hizo caso de un capote, corri¨® como un meteoro hacia un burladero, se estrell¨® contra ¨¦l, sali¨® con el pit¨®n izquierdo partido y ah¨ª se acab¨® la ilusi¨®n. Curro, a quien correspond¨ªa el animal, puso la mala cara propia del caso, y a esperar ocasi¨®n m¨¢s propicia. El toro se dej¨® en la madera el pit¨®n y la vida, porque moribundo anduvo hasta que se ech¨® delante de Curro antes de que ¨¦ste montara el estoque. El torero intent¨® Justificarse, pero no hab¨ªa nada que demostrar. El cuarto fue mucho peor: un toro gordo, feo, que naci¨® y muri¨® como un marmolillo, sin un ¨¢pice de fuerza que llevarse a la boca. Y la cara de Curro era un poema de desprecio a un toro de lujo tan amado por ¨¦l. Aqu¨ª no hubo intento ni con capote ni muleta, aunque s¨ª un calvario con el descabello. As¨ª las cosas, Romero se march¨® in¨¦dito en la primera corrida de su temporada n¨²mero 40. A¨²n le quedan seis toros en la feria con la esperanza de que la tradici¨®n se convierta en triunfal excepci¨®n.
Ponce y Rivera, j¨®venes maduros en esto de las tradicionales corridas en Sevilla, tambi¨¦n sufrieron la penitencia de sus exigencias. La tradicional y lujosa ganader¨ªa de Torrealta -primer fracaso Domecq- firm¨® una tarde de birria con toros inv¨¢lidos y descastados a quienes las modernas figuras no le sacan m¨¢s all¨¢ de cuatro pases. Y as¨ª, todav¨ªa, no se cortan las orejas.
A Enrique Ponce se le notan la madurez y su depurada t¨¦cnica, pero ambas cualidades s¨®lo fueron suficientes para arrancar t¨ªmidos aplausos. Sus dos toros eran tan modernos, tan inv¨¢lidos, que un espectador culpaba a las banderillas; otro, al pienso que ya no es tan compuesto como antes; pero lo cierto y verdad es que eran dos marmolillos insufribles que no serv¨ªan ni para bueyes. Ponce se luci¨® con el capote en su primero en unas lentas ver¨®nicas de salida, y en un ajustad¨ªsimo quite por chicuelinas; con la muleta s¨®lo pudo esbozar una tanda de bien ligados derechazos. Ah¨ª se acab¨® Ponce, porque el toro se neg¨® a embestir; y el quinto, sencillamente, no embisti¨®, cansado de s¨ª mismo desde que pis¨® el ruedo.
Rivera Ord¨®?ez demostr¨® que no ha perdido la valent¨ªa. Decisi¨®n, mucha; posibilidades, escasas; gestos, los suficientes. Y dos toros para el puesto de la carne. Su primero se le qued¨® en las zapatillas cuando lo recibi¨® con el capote, y lo aguant¨® estoico como un jabato. El sexto se le ech¨® antes de entrar a matar, y Rivera lo mat¨® mal, como a su primero.
Una tradicional corrida de lujo; es decir, un real desastre de toros y toreros. La terna fue despedida con lluvia de almohadillas. El ganadero no apareci¨®.
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