La foto
Es cierto que me encapucharon, me torturaron, me juraron que me matar¨ªan y dos veces estuvieron a punto de hacer realidad tal juramento, que intentaron hacerme creer, durante 26 largu¨ªsimos meses, que ellos ''eran Dios" porque mi vida depend¨ªa de lo que decidiesen un d¨ªa cualquiera, ebrios, dormidos o bien despiertos.No obstante, sin olvidar nada de lo ocurrido y pidiendo desde entonces -han pasado m¨¢s de 20 a?os- justicia para castigar los horrendos cr¨ªmenes cometidos por los militares argentinos y sus colaboradores civiles, he llegado a superar los sentimientos de odio, ira y venganza por todo lo que me hicieron y que supuso para m¨ª, como para tantos otros, un espeluznante y brutal desarraigo, entre otras cosas.
Pero hay algo que siento muy profundamente, que no puedo olvidar y que me impide perdonarles. Ellos, los 16 soldados que fueron a buscarme a mi casa en un cami¨®n militar en plena noche, al no encontrarme no s¨®lo pusieron patas arriba todo lo que encontraron a su paso, sino que se llevaron aquella foto en blanco y negro tan querida y ¨²nica, la que mostraba a un grupo de persona amadas por m¨ª compartiendo su alegr¨ªa frente a una de las oficinas del Registro Civil de la ciudad argentina de La Plata, unos minutos despu¨¦s de mi matrimonio.
Aquella foto "desaparecida" era uno de los pocos y valiosos testigos que he tenido de que en
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alg¨²n momento de mi vida, a pesar de todo, tuve un proyecto vital ilusionante y con posibilidades de futuro.
Ellos, los verdugos, adem¨¢s de hacer "desaparecer" a miles de personas, vender ni?os y torturar salvajemente a los que sal¨ªan y a los que no estaban en las fotos, entre otras calamidades, siempre, eso s¨ª, en defensa de "la sociedad occidental y cristiana", tambi¨¦n nos han robado, a los que hemos sobrevivido, parte de nuestras vidas, sensaciones ¨ªntimas intransferibles, y han intentado condenarnos a una especie de muerte civil sin certificado de defunci¨®n. Todo esto es casi imposible de perdonar, aunque siempre queda la esperanza de que los argentinos, especialmente los de all¨ª, se atrevan a protagonizar el cambio real y con may¨²sculas, ese que hace comprender a los humanos que "no todo da igual" y que jam¨¢s un verdugo puede ser igual a una v¨ªctima-
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