?Se puede exportar la paz del Ulster a Israel?
A diferencia de lo ocurrido en Irlanda, ni Netanyahu est¨¢ dispuesto a ceder ni Clinton quiere tomar las riendas
Ning¨²n conflicto del mundo parec¨ªa m¨¢s irresoluble que el de Irlanda del Norte. La mezcla de nacionalismo y religi¨®n tuvo adormecida la raz¨®n durante siglos. En los ¨²ltimos 30 a?os, m¨¢s de 3.000 hombres, mujeres y ni?os fueron asesinados por una u otra parte.Sin embargo, ahora, los principales partidos, el republicano y el unionista, cuya fe impidi¨® el compromiso durante tanto tiempo, han llegado a un acuerdo. Muchas cosas pueden seguir estando mal, pero por primera vez en la vida es posible pensar en los problemas de Irlanda en pasado.
?C¨®mo tuvo lugar este espl¨¦ndido acuerdo? La cuesti¨®n es importante no s¨®lo para Irlanda, sino tambi¨¦n para otros conflictos, especialmente el conflicto entre israel¨ªes y palestinos. Una de las razones de que fuera posible un acuerdo irland¨¦s es que, bajo la ret¨®rica de miedo y odio, la realidad hab¨ªa cambiado.
La Rep¨²blica de Irlanda ya no estaba dominada por la r¨ªgida ortodoxia cat¨®lica romana que alarmaba a los protestantes del Norte. Ni era el pa¨ªs desesperadamente pobre cuya principal exportaci¨®n eran los emigrantes. Era un pa¨ªs cada vez m¨¢s pr¨®spero, bien educado y un miembro m¨¢s de la Uni¨®n Europea. Por otro lado, la vieja imagen republicana de una Gran Breta?a voraz que conservaba a Irlanda del Norte para su explotaci¨®n colonial estaba pasada de moda. La ¨²nica raz¨®n que tiene Gran Breta?a para la uni¨®n con Irlanda del Norte es un sentido de responsabilidad hacia los lealistas protestantes que viven all¨ª.
Un primer ministro conservador brit¨¢nico, Edward Heath, propuso hace 25 a?os en Belfast la idea del poder compartido, pero s¨®lo consigui¨® que fuera rechazada por los unionistas. En esta ocasi¨®n, un primer ministro laborista con una enorme mayor¨ªa en la C¨¢mara de los Comunes, Tony Blair, estaba en condiciones de ejercer una fuerte presi¨®n para alcanzar un compromiso. Y la ejerci¨®, en colaboraci¨®n con el Taoiseach (Primer Ministro) irland¨¦s, Bertie Ahern.
Por ¨²ltimo, aunque vital, hab¨ªa un liderazgo estadounidense. El presidente Bill Clinton asumi¨® un verdadero riesgo cuando permiti¨® al l¨ªder del Sinn Fein, Gerry Adams, visitar EE UU, y eso contribuy¨® a incluir al IRA en el proceso. Pas¨® la ¨²ltima noche al tel¨¦fono, alentando a los negociadores. Y el ex senador George Mitchell fue el piloto insustituible de las negociaciones. El papel de EE UU fue posible gracias a la maduraci¨®n pol¨ªtica de los dirigentes estadounidenses de origen irland¨¦s. La vieja propensi¨®n hacia los sentimientos pro republicanos y el recelo respecto a Gran Breta?a se desvaneci¨®. El senador Edward Kennedy hablaba en nombre de muchos con su firme apoyo a un acuerdo negociado. Pero, al final, fue el sentimiento de los habitantes de Irlanda del Norte lo que cambi¨® las cosas. La mayor¨ªa ansiaba la paz y se dio cuenta de que no hab¨ªa otra forma de conseguirla que el compromiso pol¨ªtico.
Tambi¨¦n en Oriente Pr¨®ximo hay dos pueblos en un mismo peque?o pedazo de tierra. Y tambi¨¦n all¨ª hay una sola forma de alcanzar una vida pac¨ªfica -una vida decente- para ambos. Es decir, la retirada de Israel de la mayor parte de Cisjordania y Gaza y el establecimiento de un Estado palestino en esa zona.
Eso es lo que Isaac Rabin comprendi¨® cuando era primer ministro de Israel: que no pod¨ªa haber paz a no ser que los palestinos tuvieran un lugar propio. No era algo que desease este viejo soldado poco sentimental. Una pura honradez intelectual fue lo que le llev¨® a reconocer una verdad que no le gustaba.
?sa es la raz¨®n de que Rabin firmase el Acuerdo de Oslo. De que insistiese en cumplir las condiciones incluso cuando los terroristas palestinos intentaron socavar el acuerdo con asesinatos. Insisti¨® en ello hasta que un terrorista israel¨ª con el mismo objetivo le mat¨®.
Ahora, Oslo se muere. Y todo el que quiera ver la realidad sin prejuicios sabe por qu¨¦. Un primer ministro israel¨ª que depende del apoyo de extremistas religiosos y nacionalistas quiere por encima de todo mantener su cargo. Si eso significa aplastar la oportunidad de la paz, que as¨ª sea.
Las pegas de Benjam¨ªn Netanyahu a la retirada de ¨¦ste o aquel porcentaje de CisJordania s¨®lo ocultan el fondo del problema. Y ¨¦ste es su oposici¨®n a cualquier soluci¨®n que d¨¦ a los palestinos un Estado viable, diminuto, desarmado, pobre, dominado por Israel, pero suyo.
La posici¨®n de este l¨ªder, que se niega a reconocer la realidad, es todo lo contrario a lo ocurrido en Irlanda. Y hay otra diferencia evidente en las condiciones que han dado lugar al acuerdo de Belfast. El presidente Clinton no se ha atrevido a tomar las riendas. Clinton
sabe tan bien como cualquiera hasta qu¨¦ punto es desastrosa para Israel la pol¨ªtica de Netanyahu. Pero, a diferencia de los irlandeses de EE UU, muchos miembros de la comunidad jud¨ªa estadounidense han satisfecho los deseos de Netanyahu y se han opu¨¦sto al liderazgo estadounidense de la paz.
?Debe Israel seguir el ejemplo irland¨¦s o soportar m¨¢s d¨¦cadas de violencia hasta que, se imponga la raz¨®n?
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