Y tore¨® Morante
El toreo lo hizo Morante y fue al final. Ya iban a dar las 9 p.m., que parece ser la hora habitual de concluir las funciones en la Maestranza. Hasta entonces, todo hab¨ªa sido un erial. Dos horas largas de erial durante las que no suced¨ªa nada digno de menci¨®n; s¨®lo el lento discurrir del tiempo en medio de aquel sopor¨ªfero derroche de mediocridad e inutilidad manifiesta. Y, de pronto, cuando empezaba a estremecerse el campanil de la Catedral sintiendo que estaba pr¨®xima la hora nona, Morante de la Puebla hizo el toreo.
No es asunto balad¨ª hacer el toreo. Anta?o a nadie se le habr¨ªa ocurrido decir de un torero que hac¨ªa el toreo salvo a Pero Grullo. Hoga?o, sin embargo, decir de un torero que ha hecho el toreo es proclamar el inesperado resurgimiento del arte de torear en su esencial grandeza.
Gavira / V¨¢zquez, Conde, Morante Toros de Gavira (5?, sobrero, en sustituci¨®n de un inv¨¢lido), desiguales de presencia, varios anovillados e inv¨¢lidos, todos descastados
Pepe Luis V¨¢zquez: pinchazo, estocada atravesada que asoma y tres descabellos (silencio); dos pinchazos y descabello (silencio). Javier Conde: estocada ladeada (silencio); estocada perpendicular trasera (silencio). Morante de la Puebla: dos pinchazos y media; se le perdon¨® un aviso (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada (dos orejas). Plaza de la Maestranza, 21 de abril. 4? corrida de feria. Dos tercios de entrada.
Morante no es que toreara un toro. Fue novillo -o esa apariencia ten¨ªa- y result¨® inv¨¢lido adem¨¢s. De manera que su toreo no supuso precisamente una gesta, ni quiz¨¢ llegara a merecer las dos orejas con que lo premi¨® el presidente, pero tampoco parece oportuno plantear excesivas reservas al toreo verdadero en esta ¨¦poca de insoportables pegapases.
Bienvenido sea el toreo verdadero, aunque no llegue en las m¨¢s propicias circunstancias. Y que sirva de ejemplo. En eso estar¨ªa meditando la afici¨®n durante las dos horas largas de la nada sufriendo el crudo erial. Los eriales y la nada no se crea que son negativos sin remisi¨®n. En el vac¨ªo inmenso de los eriales absolutos era donde hac¨ªan sus retiros espirituales los anacoretas, y all¨ª lograban entender la existencia de dios y recib¨ªan revelaciones divinas inaccesibles a los restantes mortales.
Los aficionados son tambi¨¦n anacoretas. Anacoretas de la tauromaquia, se sumergen en meditaciones profundas durante las largas y pl¨²mbeas funciones que han de soportar a lo largo de la temporada, entran en contacto con los esp¨ªritus del C¨²chares y del Gordito y adquieren una ciencia infusa asimismo inaccesible a los restantes mortales.
El sacrificio y la sabidur¨ªa los convierte en garantes de la ciencia taur¨®maca y son custodios leg¨ªtimos del Arca, donde se guardan los c¨¢nones del toreo y sus secretos inescrutables. Por ejemplo, en qu¨¦ se distinguen la suerte natural y la contraria; por ejemplo, el dogma del toro de cinco y el torero de veinticinco.
En ¨¦sas estaban los aficionados anacoretas mientras sal¨ªan por el port¨®n toros descastados, tardos y probones, muchos de ellos dificultosos, y Pepe Luis V¨¢zquez y Javier Conde, cada uno por su cuenta y en sus respectivos turnos, porfiaban sin exponer un alamar m¨¢s all¨¢ de lo que la prudencia dicta. Morante no acertaba con las distancias en su primero y por esta raz¨®n se vio frecuentemente comprometido, sin que le arredraran los achuchones.
Y en ¨¦stas que, dos horas despu¨¦s -el sexto en el redondel- lance¨® bien de capa Morante, se embraguet¨® en las ver¨®nicas , dibuj¨® la media, y ¨¦se fue el jubiloso preludio de lo que hab¨ªa de venir. Y lo que vino fue una espl¨¦ndida interpretaci¨®n del arte de torear en dos mandonas series de redondos, todos ellos templados con exquisitez, ligados sin m¨¢cula. Con la izquierda no se acopl¨®. Y ya exhausto y huidizo el toro, a¨²n le sac¨® otros excelentes derechazos, ayudados, cambios de mano y pases de la firma. Mat¨® a la primera, le dieron las dos orejas y qued¨® proclamado candidato a triunfador de la feria. Morante se llama. Que conste en acta.
Babelia
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